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El menos común de los sentidos

Los suspirantes

El menos común de los sentidos

EDUARDO RODRÍGUEZ

Hemos observado durante los últimos meses las acciones emprendidas en favor de la sociedad y de los grupos más vulnerables, esfuerzos conjuntos entre sociedad civil, servidores públicos y partidos políticos, dirigidos hacia personas que vieron afectadas fuertemente sus finanzas y su estabilidad por la pandemia. Acciones loables y plausibles todas y cada una de ellas, sin importar de dónde provengan.

Si usted observa este mismo fenómeno con detenimiento, ubicará dentro de este grupo algunos perfiles que aspiran a participar en el proceso electoral del próximo año: mujeres y hombres, jóvenes y políticos con trayectoria -buena o mala- experimentados y novatos, cuadros priistas, panistas, morenistas y hasta independientes. De todo un poco.

Son ellas y ellos quienes añoran una oportunidad para buscar la confianza de la gente tocando casa por casa y que, a través de este contacto físico y personal, pretenden dar a conocer su estrategia como complemento de sus grandes aptitudes en busca del principal objetivo que debe tener todo servidor público: la mejora en la calidad de vida, así como atención de las necesidades de los ciudadanos. Aunado a lo anterior, también deberán tener presente que su principal enemigo será el abstencionismo, y más, por tratarse de unas elecciones intermedias.

Las elecciones intermedias se caracterizan por ser poco atractivas para el ciudadano ya que prácticamente no definen nada; los cargos en "disputa" son ocupados por personajes con los que la gente interactúa solamente en tiempos de campaña. Además, un gran porcentaje de la sociedad desconoce las funciones de un diputado y, por lo tanto, ignora las obligaciones que tienen de acuerdo al orden de gobierno en que se desenvuelven. Poniéndonos sinceros, a la mayoría tampoco le interesa saberlo.

Según los resultados de la última encuesta publicada en El Financiero referente a la confianza que perciben los mexicanos de sus instituciones, las y los diputados son los peor evaluados, alcanzando apenas un 22 por ciento de credibilidad. Esto quiere decir que solo dos de cada 10 individuos confía en ellas y ellos.

En cuanto al abstencionismo, las causas pueden ser muchas y diversas, pero la razón es sólo una: los electores se alejan de las urnas cuando pierden interés en la democracia y no encuentran en las distintas opciones políticas y de candidatos algo o alguien que los motive a salir de su casa y dejar sus actividades para ir a votar. Puede ser que no perciban propuestas reales que involucren sus problemas cotidianos, que las caras de las y los participantes sean las mismas de siempre, que el desprestigio de la clase política y los escándalos de corrupción los repelan, de manera que, cuando la decisión de no salir a votar rebasa los niveles habituales de abstencionismo, falló la contienda democrática.

Cuando el abstencionismo es alto, se pone en tela de juicio, de manera errónea, la legitimidad de un gobierno o gobernante. La legitimidad radica en el método democrático de las elecciones; son igual de válidas si participa el 20 por ciento a si lo hace el 80 por ciento del padrón. Manuel Merino comenta al respecto que la mejor participación ciudadana en la democracia no es la que se manifiesta siempre y en todas partes, sino la que se mantiene alerta, la que se propicia cuando es necesario impedir desviaciones de recursos de quienes tienen la responsabilidad del Gobierno, o encauzar demandas justas que no son atendidas con la debida profundidad.

En suma, deberían dar un paso atrás las y los suspirantes que anhelan formar parte de la vida pública de nuestro estado, reflexionar si su agenda se construye a partir de una contribución en favor de una causa social, si sus acciones responden a las dificultades de las minorías o enarbolan los problemas de las mayorías. Los "me gusta" y los corazones que se emiten en las redes sociales no son votos. Dicen los que saben que esos se consiguen con suela, sudor y saliva. ¿Será?

@eduardguezh

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