No culpes a la noche, no culpes a la playa, no culpes a la luna...

La zona de confort es un aparente estado de comodidad que te lleva a la muerte en vida, es la justificación perfecta para no crecer, para no arriesgarse y vivir, es un lugar hermoso, pero nada crece ahí. En esta zona las personas, aprenden a vivir en piloto automático, con el enemigo y el dolor, con insomnio, colitis y gastritis.

Su potencial se encuentra adormecido y lleno de cadenas de miedo y excusas, van por la vida sin cuestionar, solo sobreviviendo de manera zombi, sin renovarse o muriendo en el intento. Viven rodeados de situaciones, limitadas, toxicas, poco amorosas e indefinidas. Culpan a la sal, a las harinas, el azúcar, el gluten, el colchón, el sol, el frio y hasta la lluvia.

En la vida no hay culpables sino responsables, pasados los 18 años tus padres ya no están en la obligación de darte nada, la pareja que tienes tú la escogiste, nadie te puso un arma para que te casaras, asume tu responsabilidad, el gobierno es responsable de la economía nacional, pero no de tu economía personal, no quieres calles sucias, no las ensucies, no quieres delincuencia, educa bien a tus hijos, quieres que tu país cambie, empieza contigo, deja de quejarte y toma las riendas, la mala suerte no existe, todo es causa y efecto, si nunca lees un libro, inviertes en tu salud física, emocional y espiritual, si no escuchas consejos, no ahorras y te alimentas mal, pues ¿así como?

Yo me pregunto: ¿cuándo suficientes es suficiente? Hipócrates decía: "antes de curar, pregúntale si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron". El plan maestro que te hace volver a la vida, se llama tomar decisiones, pero, a veces el inconsciente te tiene atrapado y no te deja tomar las decisiones correctas, a veces ni si quiera están listos para soltar el dolor.

La incertidumbre mata de ansiedad y angustia, sin embargo, son las decisiones las que determinan nuestro destino ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que pusiste límites con una contundente basta, no más?

Quizá alguna vez has tenido duda ante una decisión y es lógico porque una vez que tomas una decisión eliges un camino, no hay ningún camino equivocado, todos son buenos, solo que con cada uno tendrás una experiencia distinta.

Hay decisiones que son pequeñas y otras que necesitan pensarse más, yo te diría, ¿por qué no dejas la cabeza y sientes el cuerpo? si te dejas llevar por tu intuición, sentirás lo que tu alma te está diciendo y eso te va a llevar a tener paz, si te dejas llevar por tu cabeza verás todos los pros y los contras que tu Ego te está imponiendo y sobre todo lo que va a ocurrir es que el ego ante una decisión, le de miedo y vuelva para atrás y es cuando te pierdes.

Pregúntate ¿qué te está ocurriendo que no te deja avanzar? escucha tu cuerpo, cuando algo se mueve en tu interior deja que deshaga su nudo, pregúntate, en las condiciones más ideales ¿qué harías? si tuvieras todo económicamente, materialmente, familiarmente, saludablemente, si todo estuviera arreglado ¿qué elección tomarías? porque solo así lograrás ver, lo que tu alma te dice. Solo así, podrás sacar eso de tu interior, ponerlo en el exterior y materializarlo, con diciplina constancia y fuerza de voluntad. Solo cuando miras dentro de tu propio ser, despiertas y construyes mejores caminos que te llevan a un bien superior y te convierten en una versión mejorada de ti mismo.

A veces tenemos que soltar lo que duele y salir de la terrible zona de confort tomando decisiones drásticas, pero solo así, sacamos el poder interior de saber que merecemos algo mejor.

Hasta que no lo decides con todas tus fuerzas y empiezas a tomar decisiones más claras, sanas y amorosas, se te abren las puertas al Sí.

Así que todo es simple: toda elección son solamente caminos a elegir, procura elegir los caminos que tengan corazón, que importa si estas en la librería, en un café, el aeropuerto o en un centro de kabbalah, en cualquier sitio menos en tu zona de confort.