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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Omar, jeque de Córdoba, se enamoró de una cristiana, y ella de él.

El nombre de la mujer era María, pero él le decía Myriam. Ella a él no lo llamaba Omar, sino Amor.

Se veían a ocultas en una casa atrás de la Mezquita. Ahí se amaban y luego oraban juntos, cada uno a su Dios, para pedir perdón por su pecado, pues él tenía esposa y ella padres que la habían prometido en matrimonio a otro hombre.

Cuando los moros fueron expulsados de España María siguió a Omar disfrazada de gitana. Juntos escaparon a Argel. Ahí él trabajó como alfarero, oficio que había practicado por afición de rico, y ella se hizo tejedora.

Nadie los encontró; vivieron en la felicidad su amor. Tuvieron hijos, tres niños y tres niñas. Acordaron que los niños serían musulmanes y cristianas las hijas. Uno de ellos llegó a ser jefe de la guardia del sultán de Marruecos; una de ellas llegó a ser superiora en un convento sevillano.

A los 90 años de edad murió Omar. Un día después lo siguió María. Los sepultaron en la misma tumba. En ella nació un rosal que daba en la misma rama rosas blancas y rojas. Cervantes narró esto en una novela ejemplar, pero su relato se perdió.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador ella, Omar,, llegó, misma

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