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De Política y Cosas Peores

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ARMANDO CAMORRA

La recién casada le contó a su madre: "No sé qué hacer con Leovigildo. Tiene una fuerte carga erótica. Me requiere para hacer el amor todos los días, y en ocasiones dos y hasta tres veces en el mismo día". Suspiró la señora: "Lo que son las cosas. Tú sufres por el acoso sexual de tu marido, y yo por el ocaso sexual del mío". Don Avaricio abordó el autobús con su hijo de 12 años, y pagó solamente su boleto. Le reclamó el chofer: "Los niños viajan gratis únicamente hasta los 5 años de edad". Declaró don Avaricio: "Son los que tiene mi hijo". Opuso el otro, atufado: "Se ve bastante mayorcito". Explicó el cutre: "Es que es muy preocupón". El defensor le preguntó a la demandante: "¿Es cierto que fue usted a un hotel con mi cliente?". "Si -admitió ella-. Pero fui engañada. Le dijo al recepcionista que yo era su esposa". Tres psiquiatras iban por un oscuro callejón y vieron a un infeliz que yacía en el suelo quejándose lamentosamente y echando sangre por los nueve orificios naturales de su cuerpo. Evidentemente alguien lo había golpeado hasta dejarlo así, tundido y lacerado. Dijo uno de los analistas: "Busquemos de inmediato al golpeador. Necesita ayuda". La joven esposa habló con su ginecóloga. "Pienso que tengo alguna deficiencia hormonal -le dijo preocupada-. Mi marido no me excita". "Tráemelo" -pidió la médica. Después de estar 15 minutos con el tipo la doctora tranquilizó a su paciente. "No tienes ninguna deficiencia -le informó. A mí tampoco me excitó tu esposo". El conocido mago Zauberer fue a comer en restorán. Pidió el conejo a las finas hierbas. El chef le ordenó a su ayudante: "Haz una salsa con los chiles más picantes que tenemos: habanero, de árbol, sietecaldos, miracielo, serrano, jalapeño y piquín, y pónsela al conejo". El asistente, aunque asombrado, obedeció la orden. Le llevaron el platillo al mago y éste lo probó. Nunca lo hubiera hecho: se enchiló en tal manera que se levantó de la mesa, colorado como un tomate -así decía el Piporro-, tosiendo y echando lágrimas, y salió corriendo del lugar en busca de algo que le quitara la horrible picazón. El ayudante del chef le preguntó a su jefe: "¿Por qué hizo usted eso?". "Me gusta lo insólito -explicó éste-. ¿Habías visto un conejo que hiciera desaparecer a un mago?". El agente de la actriz de cine le dijo a su representada: "Te conseguí el papel principal en la película 'El cántico de Santa Cunegunda'. La produce una compañía católica, de modo que en los seis meses que durará la filmación deberás llevar una vida ordenada, sin emborracharte y sin incurrir en escándalos sexuales". Preguntó la artista: "¿Qué no puede hacer eso mi doble?". Babalucas fue a la farmacia a comprar unas aspirinas. El dependiente, buen vendedor, observó que el cliente tenía el cabello ralo, y le ofreció un tónico capilar. "Es infalible -le aseguró-. Podría hacer que le saliera pelo a una bola de billar". Replicó Babalucas: "¿Y yo pa' qué chingaos quiero una bola de billar con pelo?". Una solitaria mujer bebía su copa en la barra. Le preguntó la que se hallaba al lado: "¿Qué te pasa?". Dijo la mujer: "Hace una semana me dejó mi esposo". Exclamó la otra: "¿Y te esperaste hasta ahora para celebrar?". Ulpiana era abogada. Trabajaba en el despacho del Lic. Ántropo. Su novio Portañuelo fue a pedir su mano. El severo genitor de la muchacha le preguntó al solicitante: "¿De cuánto dispone usted para cubrir los gastos de su futuro hogar?". Respondió el pretendiente: "De 50 mil pesos al mes". Consideró el señor: "No está mal, si se cuentan los 45 mil pesos mensuales que gana mi hija Ulpiana". Declaró Portañuelo: "Ya están contados". FIN.

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