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LETRAS DURANGUEÑAS

Semilla de Durango

Rubén Ontiveros Rentería

Yo tuve un barrio

que no me pude sacar del pecho.

No me lo marqué

a fuego de palabras,

se me fue encostrando de tanto

de tanto ponerle la lengua

a las heridas de cada hora,

a tanta primavera tardía,

a todo invierno cotidiano.

Yo tuve en el pecho un barrio

bullicioso, sonoro,

con esperanzas que trepaban

cada mañana al campanario.

Yo tuve un barrio

con perro salchicha atropellado

medalla que lustraban los vecinos:

esa cojera respetada y el ojo gacho

por las batallas blancas de la calle.

Yo tube un mayate

amarrado con hilo negro

de regalo en cada mayo,

que llenaros mis sueños de vuelo,

sobre naranjos de lágrimas blancas

y perfume jazmín del tiempo.

Yo tuve en mi barrio un caballo flaco

con palo de escoba y rienda

lazo de ropa tendedero.

pasaron mis horas de olor a pan blanco,

geranios y hueledenoche.

Yo tuve un barrio

que se me nota luego en la cara,

son lágrimas que se arrastran

sobre la mejilla quitando el polvo,

entre los tejidos del adobe

que hospeda vecinos de aguijón y cañutos.

Yo tuve una novia y una abuela juntas,

eran mi único amor

frente a una taza de atole,

tortilla dura, caldo de frijoles,

y un cuento de aparecidos

que me arrullaron en la cama.

Yo tuve un barrio de músicos,

peluqueros, ricos mineros de quincena,

abogados, cobradores de rentas,

maestras de catecismo zapateros,

embazadores de mezcal,

una calle de tierra blanca

ring de campeones de fin semana.

Yo tuve un barrio de tortilleras,

de hornos perfumados con pan de mujer

olores a cerdo en bronce,

cantos de gallo amanecido y verdura fresca.

Yo tuve un barrio de cantores eternos

que siguen siendo los tenores de aguamiel,

menudo, tierra pa macetas, leche fresca

y el silbato largo del afilador.

Yo tuve un barrio con luna propia

Y regadera al aire libre.

Yo tuve un amor que se fue

un amanacer en ruina,

una radio chiquito al oído

y un adiós al despertar.

Yo tuve un barrio atorado

siempre en el pecho

que no me pude sacar.

No me lo grabé con el fuego

de palabras, sino de cuchillas

que asesinan de nostalgia

los viernes de cuaresma.

Yo tuve un barrio

que hoy me llena la mirada de viejo nuevo,

de niño enfermo y cucharada a las seis.

Yo tuve un barrio,

semilla germinal de una joven ciudad

con media carga

y cuatro centurias

sobre largas alamedas.

Yo tuve un barrio que me lleva

en sus espaldas de ladrillo

y adobe fresco cada amanecer,

canteras labradas y cornisas de agua,

ciudad de un solo techo

con cielo de añil enorme,

mirador espejo del mar.

Yo tuve en el pecho un barrio

fundido en hierro y oro de alacrán.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS tuve, barrio, cada, barrio que

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