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Nuestra solidaridad, respeto y aprecio al personal hospitalario

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Nuestra solidaridad, respeto y aprecio al personal hospitalario

VÍCTOR HUGO CASTAÑEDA SOTO

Entre la indolencia y la incapacidad del Gobierno Federal para conducir la crisis de la pandemia, el mundo y en especial los mexicanos tenemos que prepararnos a vivir en una nueva "realidad", que sin duda constriñe nuestras libertades de tránsito, de reunión y en general de convivencia social.

Todo indica que el Covid-19 llegó para quedarse un buen rato entre nosotros y robarnos, no solo vidas, sino tranquilidad, armonía, convivencia y la paz física y mental.

Ahora vivimos bajo la zozobra de ser infectados y de infectar a nuestros seres queridos. El confinamiento parece ya no ser la alternativa o por lo menos la gente está harta de seguir atendiendo el llamado del "quédate en tu casa" que parece no tener fin y que ya acumula más de 120 días.

Asombroso resulta escuchar que el nuevo ciclo escolar iniciará de forma virtual y aquel meme que nos mostraba un cubre boca con motivos decembrinos se convertirá en una realidad y las reuniones familiares, las fiestas y las posadas navideñas parece que las viviremos en el marco de esa nueva realidad que nos impide el acercamiento y el abrazo con los seres queridos.

Frente al discurso oficial de la evasión, en nuestro México, se presenta una realidad que nos habla de más de 42 mil muertos y poco más de 380 mil contagiados. Ambos indicadores seguirán creciendo, por lo que debemos acostumbrarnos a la nueva realidad, esa de la sana distancia, del cubrebocas, del gel antibacterial, de los tapetes satinizadores, entre otras medidas de seguridad a efecto de evitar ser contagiados y contagiar.

Por otro lado, preocupa la desinformación, la ignorancia y las agresiones que algunas personas lanzan hacia el personal del sector salud; médicos, enfermeras, enfermeros y camilleros pues los consideran fuente contagio y no valoran que son agentes que están permanentemente arriesgando su vida para salvar la de nuestros pacientes.

No se explica cómo existen personas dispuestas a causarle daño al personal profesional que tiene bajo su responsabilidad el tratamiento de un paciente contagiado de Covid-19.

Los médicos, las enfermeras, enfermeros y camilleros son seres humanos que están arriesgando su vida y lo menos que merecen es nuestra solidaridad, nuestro apoyo y nuestro reconocimiento a su extenuante y extraordinaria labor de curar el dolor ajeno.

No se entiende cómo algunas personas agregan más dolor a una sociedad que de por sí padece los estragos de esta impresionante pandemia, la división y la confrontación constante por el estrés del confinamiento y el desatino con que el Gobierno de la República administra la crisis y lejos de solidarizarse y convocar a la unidad le atizan más al fuego lanzando la gasolina del odio y la discriminación.

Más duele y alarma la amenaza verbal y escrita en muros, en el sentido de aniquilar y quitar la vida a los profesionales de la salud, para "evitar que sigan propagando el virus", como si un cadáver dejara de esparcir el virus, además de que nadie tiene el derecho de quitar la vida a otra persona. Eso es un crimen y se castiga con años de prisión.

¿Qué pasa por la mente de esos ciudadanos que quieren atemorizar y aniquilar al personal médico y llegado el caso exigen a gritos ser los primeros en ser atendidos por los doctores y enfermeras de los diversos hospitales? ¿Qué nos está pasando como sociedad y como ciudadanos?

Nuestro reconocimiento a la familia Mares, pues con acciones demostró su solidaridad para con una enfermera que fue amenazada y sufrió daños en su vivienda, mismos que reparó la muy conocida y apreciada familia Mares, encabezada por el buen amigo don Juan Ignacio Mares Monreal. Ojalá y todos actuáramos así de contundentes.

Por otro lado, se habla, con cierta desinformación, de que ya viene la vacuna; algunos sugieren que ocurrirá entre octubre y diciembre. Inclusive, ya algunos presidentes han dispuesto de partidas presupuestales para comprar las suficientes dosis para sus respectivas poblaciones. Qué bueno que así sea, pero eso no nos dará derecho a relajar la disciplina, a olvidarnos de la sana distancia, a evitar salir si no es necesario, a no usar el gel antibacterial o los tapetes satinizadores y a evitar los espacios concurridos. Si relajamos la disciplina crecerá el número de infectados, colapsaremos los hospitales e incrementaremos el número de defunciones.

Seamos responsables de nuestras acciones de prevención y seamos respetuosos y agradecidos con los profesionales de la salud que ya muestran signos de cansancio y hartazgo, pues su lucha no ha sido nada fácil, nada sencilla, por lo que ningún derecho tenemos a complicarles su existencia y entorpecer su trabajo.

Cuando crucemos el túnel de la pandemia, entraremos a una nueva realidad; a la realidad de la crisis económica, del desempleo, de la pobreza y el hambre, por lo que más vale convocar a la unidad, a la solidaridad de todos, para juntos resarcir los daños materiales, restaurar la patria y los corazones de aquellos que han perdido un ser querido en esta fulminante e histórica pandemia.

Escrito en: Bajo Palabra vida, personal, realidad, nueva

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