Iba la lechera con su cántaro al mercado.
Por el camino pensaba que con el dinero que sacaría de la venta de la leche compraría pollas que se harían gallinas; vendería las gallinas y se compraría una vaca; la vaca le daría terneros que vendería para comprarse una casa, y ya dueña de una casa no tendría problema para encontrar marido.
En eso iba pensando cuando tropezó, cayó al suelo, se quebró el cántaro y se derramó la leche. ¡Adiós pollas y gallinas; adiós vaca y terneros; adiós casa y marido!
La lechera se echó a llorar desconsoladamente. La vio un hombre joven y apuesto y acudió a ayudarla. De ahí nació una amistad que se convirtió en amor. El joven y la lechera se casaron y fueron felices.
Hay quienes no gustan de que las personas tengan sueños, y escriben entonces fábulas morales en las que reprueban a los soñadores.
La vida muestra, sin embargo, que los sueños pueden volverse realidad. Y la vida sabe más que los fabulistas.
¡Hasta mañana!...