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El menos común de los sentidos

Entre la nostalgia y el adiós

El menos común de los sentidos

EDUARDO RODRÍGUEZ

El ser humano es un animal que añora. De las muchas formas en las que podríamos concretar la vivencia de una ausencia o de una falta, la nostalgia se destaca como una experiencia singular. Las personas tenemos un poder extraño para transformar el profundo dolor y encontrar todavía espacio para amar, espacio para reír, para luchar, trabajar, caminar por días enteros bajo el sol buscando con la esperanza de encontrar.

Desde el nacimiento como primera dolorosa separación, viajamos a lo largo del ciclo de nuestra existencia en un continuo pasar de uniones y desenlaces; la vida de cada uno de nosotros se convierte entonces en la acumulación de pérdidas y separaciones, desde el trompo o la muñeca favoritos cuando somos infantes, el primer amor de la adolescencia, el "gran" trabajo cuando llega la adultez...hasta la última y probablemente más temida, que es la propia muerte o de algún ser querido. Todas estas pequeñas o grandes separaciones que vamos viviendo, no solamente nos recuerdan la provisionalidad de todo vínculo, sino que nos van preparando para el gran y definitivo adiós.

Pero, ¿qué añoramos? Creo que todo. Hoy conceptualizamos el pasado como aquel momento en que todo era placentero y nada dolía, vivimos en retrospectiva porque somos culturalmente más nostálgicos. Ha habido una capitalización de ese "sentimiento" que ha hecho que no sólo la música, las películas, los libros o libretos sean nostálgicos; incluso las experiencias y movimientos sociales que imaginan cambios a futuro lo hacen mirando hacia atrás. Hoy soñamos con hacer la revolución de nuestros abuelos, construir lo que les faltó a nuestros padres.

La nostalgia es aquello que sentimos dentro del alma motivado por el deseo de regresar. Es un sentimiento agridulce por el hecho de recordar una época pasada y relativamente feliz a la cual se desearía volver; en ocasiones es imposible y nadie nos enseña a lidiar con eso. Entender el adiós.

Es difícil asimilar que alguien se va, que el tiempo lo alcanzó y que ya no hará lo que tanto le gustaba, su rutina cambió. Ojalá nunca nos alcanzara esta circunstancia, pero es inevitable. Después del adiós viene el duelo, ese lapso que define Vivanco como una conversación con el pasado, con ese universo que se creó entre quien se fue y quien se queda. Y en eso estamos, recordando la alegría que nos brindaba la compañía de esa persona, el abrazo fraterno y la sonrisa sincera, la espontaneidad de sus palabras y las risas a carcajadas, la pureza del alma representada en la nobleza de la mirada. Aquí seguiremos pues, entre la nostalgia y el adiós, buscando paz. Nadie sabe, puede que la vida sea el final, y el final, el comienzo.

Con todo mi respeto y cariño, a mis entrañables amigos Eder y Rosel.

Escrito en: El menos común de los sentidos nostalgia, somos, alma, quien

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