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ARTURO SARUKHÁN

Terminó el kabuki; empieza la lucha en lodo

ARTURO SARUKHÁN

Es alarmante que el presidente haya utilizado espacios emblemáticos del país con fines político-electorales

Han concluido las convenciones nacionales partidistas en Estados Unidos y estamos ya en la antesala del arranque de la campaña general y las diez semanas críticas que definirán el futuro de la democracia estadounidense.

Tanto Demócratas como Republicanos parecen haber obtenido lo que necesitaban de sus respectivas convenciones. Hace diez días los Demócratas y Joe Biden hilaron una narrativa eficaz y demoledora de lo que ocurrirá si Donald Trump se reelige, convirtiendo su convención en un referéndum sobre el presidente. Por ello, el objetivo de Trump y el GOP la semana pasada era apremiante y simple: que el mayor número de votantes posibles olvidasen que más de 180,000 estadounidenses han fallecido a causa de una pandemia bajo la gestión -o ausencia de ella- de este presidente y que el país encara una dislocación económica y social inédita. En un intento por recuperar votantes suburbanos y mantener incólume su voto duro con votantes blancos en zonas rurales, querían proyectar imágenes de ciudades gobernadas por Demócratas como convulsas y caóticas, cosa que las manifestaciones y disturbios en respuesta al tiroteo a otro afroamericano en Kenosha, Wisconsin (estado en el cual Biden tiene la ventaja más estrecha sobre Trump de los 5 o 6 estados bisagra clave en juego para la elección de este año) ayudaron a enmarcar. Con su deleznable alcahueteo de una ceremonia de naturalización de inmigrantes y un desfile de más diversidad étnica a lo largo de cuatro días de discursos que la que contiene su gabinete entero, buscaron que Trump sea más potable para votantes indecisos en los suburbios que podrían sentirse repugnados por su retórica, pero a quienes les gustan algunas de sus políticas: que se tapen la nariz y se sientan con menos remordimiento pensando que al final del día están votando por alguien que quizá no sea tan racista o misógino como sugiere el tufo que despide el mandatario.

Es realmente alarmante que el presidente haya utilizado de manera facciosa y bananera monumentos y espacios emblemáticos del país con fines político-electorales y partidistas en un quiebre con la tradición, las normas políticas y el marco legal. Y, ¿plataforma? ¿Cuál plataforma? El partido de Lincoln por primera vez no tiene una propuesta de política pública para la campaña: la plataforma es Trump y lo que diga Trump. El GOP es hoy como el Dr. Frankenstein: a ver qué hacen con su monstruo.

Con el paso del verano, se ha ido volviendo más viable que Biden pueda vencer al presidente en las urnas, y arrancará la campaña general con moméntum y tracción en las encuestas nacionales. Pero lo que parece probable en este momento no elimina la posibilidad de que Trump pudiese dar de nuevo el campanazo y quedarse con la presidencia por un segundo periodo, ni que el pasado -los comicios de 2016- pueda ser prólogo. Ninguna de las dos campañas puede controlar los eventos que han alimentado una potencial primavera estadounidense, repleta de disturbios y descontento social en el país, por lo que están tratando de controlar la narrativa. Y la elección se cerrará más de lo que ya está. Así arrancará la campaña general y será a partir de septiembre que habrá que seguir, ahora sí de cerca y de manera más granular, las encuestas (particularmente las que son a nivel estatal) para ver cómo se decanta ese 13% determinante del electorado que a estas alturas parece no haber tomado aún una decisión sobre cómo votará el 3 de noviembre.

Escrito en: Arturo Sarukhán Trump, presidente, votantes, campaña

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