Julia Sigala: detrás de cámara
Al imaginar las luces, los escenarios, el glamour y la fama que significan una carrera artística, poco nos detenemos a pensar en aquellos que se atreven y quienes los acompañan a perseguir sus sueños de farándula. Hay que tener valor, determinación, coraje, fuerza y hambre por sobresalir. Los más débiles e inseguros se quedarán en el camino y se conformarán con un éxito mediano para adornar la sala de la casa. Por tanto quien se atreve a probar suerte en el mundo del espectáculo, debiera ser alguien que además de los atributos antes mencionados, sea capaz de renunciar a todo y tenga una fuerza física y moral a costa de toda prueba.
Es por eso que resulta difícil creer la historia de Julia Sigala, una mujer de mediana edad, madre soltera, con limitaciones y discapacidades físicas evidentes, que se atreve a dejar la tranquilidad provinciana para acompañar a su única hija -Taisia- en la búsqueda del sueño de ser artista en la Ciudad de México.
Es de admirarse la fortaleza que esta madre ha reunido después de vivir una vida tan compleja como la suya. Julia pudiera ser una mujer débil, la buena salud ha sido una moneda en el aire desde que estaba en el vientre materno. En ese entonces, su madre fue diagnosticada con leucemia y ante la agresividad de los tratamientos, la vida de Julia estuvo siempre en constante riesgo. El pronóstico fue duro: en el mejor de los casos, Julia seria prematura y traería consigo una serie de discapacidades físicas que le impedirían sobrevivir una vez nacida.
El embarazo transcurrió no sin contratiempos, el parto también fue complicado. Al nacer Julia, su padre se encontró ante la difícil disyuntiva de elegir a quien salvar. El angustiado hombre imploró hacer lo posible para que ambas mujeres -madre e hija- tuvieran una oportunidad de vida; milagrosamente las dos sobrevivieron al parto. La alegría de una nueva vida llegada a casa no duró mucho, la madre de Julia falleció cuando ella apenas tenía tres meses.
Esa bebé guerrera que se aferró a la vida una y otra vez en el vientre de su madre, a la que se le pronosticó una muy escaza esperanza de vida, esa niña que deambuló en busca de amor por casas de distintos familiares, se convirtió en la Julia que con el paso del tiempo se enamoró, tuvo una hija, se quedó sola ante la maternidad, se graduó de enfermera, y hoy nos da lecciones de vida.
Julia es el nombre detrás del rostro de una mujer que aunque creció con una discapacidad se sabe fuerte; y lejos de mirar atrás alimentando odios o rencores contra quienes pudieron haber tenido culpas, ella prefiere seguir adelante disfrutando cada momento sin juzgar el actuar de otros.
Julia no es un nombre imaginario y su historia aunque difícil no es inventada, es por eso que su testimonio adquiere más valor cuando se trata de servir de ejemplo. ¿Cuántas Julias han quedado en el olvido sin poder cumplir sus sueños?
Nuestra protagonista no oculta sus lágrimas que se tornan de alegría cuando habla de Taisia su hija: "Mi niña es una fracción de mi corazón, es un anhelo de sentir un pedacito mío que se formó en mi ser, aunque la ciencia decía que no podía tenerla ella se aferró a mí vida y transformó todo".
Julia me compartió alguna vez tener dos sueños: el primero, tener salud y una buena calidad de vida ya que es consciente de que sus discapacidades y limitantes irán en aumento; el segundo es ver crecer a su hija y verla convertida en una buena mujer desarrollando lo que más ama.
Para muchos podría resultar fácil cumplir estos sueños, no para Julia. Sin embargo ella está segura de lograrlo porque ahora tiene a su hija y es ella el principal motivo para no decaer y seguir adelante.
Así como Julia existen otras muchas historias, testimonios de heroínas anónimas que no buscan ser reconocidas pero que sin duda al saber de su existencia nos dejan grandes enseñanzas.