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JOSÉ ANTONIO CRESPO

Maximiliano de Habsburgo; primero los pobres

JOSÉ ANTONIO CRESPO

 Dado que al presidente López Obrador le gusta comparar la actual situación política con la del siglo XIX, para así dividir cómodamente a liberales (los buenos de Morena) frente a los conservadores (los perversos adversarios y críticos), una de las figuras emblemáticas que utiliza para ese fin es la de Maximiliano de Habsburgo, símbolo del conservadurismo, la aristocracia y la vulneración de la soberanía nacional. Paradójicamente, Maximiliano, se apegaba más a las ideas liberales y progresistas de la época que otros gobernantes incluso liberales. Así, por ejemplo, el nuevo emperador, lejos de revocar las leyes de Reforma que habían promulgado los liberales las ratificó; más aún, pretendió subordinar a la Iglesia a la autoridad imperial. Tal política hizo exclamar al nuncio apostólico, monseñor Meglia, que "no podía creer que el gobierno imperial consumaría la obra iniciada por Juárez". A partir de lo cual surgió un adagio popular, que decía de Juárez y Maximiliano: "Uno indito y el otro güerito; los dos igualitos". En este tema, el Archiduque fue más liberal que el propio AMLO.

En materia social, Maximiliano mostró mayor preocupación por los campesinos e indígenas de la que jamás mostraron los gobiernos liberales. Al llegar al país intentó dar algún tipo de protección a los indígenas, habiéndose percatado de su desesperada situación y de la total indiferencia que por ellos mostraban las clases acomodadas de México, liberales incluidos. Maximiliano solía visitar personalmente instituciones como hospitales, hospicios, escuelas y cárceles, y en la noche llegaba a presentarse ante diversos establecimientos -incluyendo panaderías- para comprobar la situación de los trabajadores.

También redujo la jornada de labores para los peones de las haciendas; los niños menores de doce años sólo podrían trabajar media jornada en faenas menos pesadas, y los hacendados tendrían que pagar los sueldos en efectivo, teniendo prohibido obligar a sus peones a comprar en las famosas tiendas de raya (que subsistían en los gobiernos liberales, incluido el Porfiriato). Además, dicha legislación obligaba a las haciendas que hubieran empleado a más de veinte familias a establecer una escuela primaria gratuita para los hijos de los peones, prohibía el establecimiento de cárceles dentro de la hacienda y proscribía el castigo corporal. Fue el príncipe Habsburgo el primero en decretar que entre los indígenas debía ofrecerse educación bilingüe (disposición abolida por Porfirio Díaz, quien instauró un plan nacional para todo el país, en español). De este modo, bajo el II Imperio México se convertía así en el primer país del mundo que creaba una ley protectora del campesino y el indígena. Otra ley, promulgada en septiembre de ese mismo año, señalaba que "los pueblos que carezcan de fundo legal y ejido tendrán derecho a obtenerlo". No deja de ser paradójico que haya sido un gobernante de origen extranjero y de noble cuna quien más preocupación mostró en el siglo XIX por las clases campesinas e indígenas de México, ante el enfado y la decidida oposición de los sectores acomodados -incluidos muchos de ideología liberal- de la sociedad mexicana. Maximiliano -quién lo diría- fue un precursor de "primero los pobres". No, la historia no es un cuento infantil de buenos y malos, como el que narran AMLO y los textos de primaria.

Profesor afiliado del CIDE

@JACrespo1

Escrito en: JOSÉ ANTONIO CRESPO Maximiliano, liberales, indígenas, situación

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