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De Política y Cosas Peores

De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

En la habitación número 210 del Motel Kamawa tuvo lugar aquel lúbrico trance de pasión. Afrodisio Pitongo le hizo un trabajo espléndido a la linda Rosibel. Se lució lo mismo en el foreplay que en el subsecuente performance; la llenó de inéditas caricias que no es posible describir aquí. Al terminar el deliquio -los dos llegaron al final al mismo tiempo- Rosibel preguntó, extática: "¿Será igual cuando estemos casados?". Respondió Pitongo: "Depende de con quién nos casemos". Un amigo de Babalucas comentó: "No me gusta la comida enlatada". Quiso saber el badulaque: "¿En dónde te gusta?". Esa mañana don Chinguetas se puso corbata de moño. Le dijo a su mujer: "Con esta corbata siento el cuello más enhiesto, más rígido, más firme". Repuso con acritud doña Macalota: "¿Entonces por qué no te la pones allá donde te platiqué?". (No le entendí). Conocemos muy bien a don Augurio Malsinado: es un irredento pesimista. Ahí donde unos ven el vaso medio lleno, y otros lo ven medio vacío, él sostiene que ni siquiera hay vaso. Y sin embargo niega ser un pesimista. Dice: "Soy nada más un optimista bien informado". Pues bien: este señor, especialista en predecir catástrofes, vaticina que Trump ganará la elección y que López Obrador se alzará con el triunfo en el proceso electoral del próximo año. Ominosas profecías son las dos, tanto para los Estados Unidos como para México. Si Trump resulta vencedor eso será confirmación de que una buena parte del pueblo norteamericano ha perdido tanto la conciencia política como los valores de libertad, justicia y democracia en que se ha fincado la vida pública de ese gran país. Y si Morena -o sea AMLO- gana la elección en el 2021 el régimen de López Obrador se fortalecerá, y eso abrirá el paso a mayores males derivados de este sistema de populismo caudillista y demagógico que mucho daño ha hecho ya. Yo espero que no se cumplan las predicciones de don Augurio, y para mostrar esa esperanza le aposté una comida de cabrito en alguno de los famosos restoranes que la laboriosa familia Cárdenas Cantú tiene en Saltillo, y otra de mariscos en "Los Arcos", de Monterrey. Si falla el sombrío pronóstico de Malsinado seremos tres los ganadores: Estados Unidos, México y -más modestamente- yo. Londres. 1940. Las bombas de la Luftwaffe hitleriana caían sobre la heroica ciudad, y las sirenas sonaban una y otra vez para anunciar a la población que debía guarecerse en los refugios. Se escucharon también aquella noche en que lord Highrump bebía sus copiosos whiskies en la biblioteca de su casa. James, el mayordomo, le avisó: "Milord: las sirenas". Con tartajosa voz respondió el azumbrado señor al tiempo que se calaba el monóculo: "Que pasen". Don Rugardo tenía 80 años, y 75 su esposa doña Pasita. Lo que pasó con ellos fue noticia que dio la vuelta al mundo. He aquí que el provecto señor embarazó a su mujer, y cumplido el término de gestación la señora dio a luz un robusto bebé de 4 kilos. ("Uno por cada vez" -acotaría orgulloso el feliz padre). Jamás la ciencia médica había registrado un caso igual, y tampoco las demás ciencias. Cumplidos los 40 días del parto, según uso del pueblo, la numerosa parentela de los flamantes papás y los amigos de la familia en general fueron a la casa de los maduros cónyuges a fin de conocer al bebé. "Ahora se los traigo" -ofreció doña Pasita. No lo hizo. "Esperen un poco" -les pidió don Rugardo. Los visitantes se cansaron de aguardar. Después de transcurrida media hora uno de ellos preguntó, impaciente: "¿Por qué no traen al bebé?". Con mucha pena explicó doña Pasita: "Es que no podemos recordar dónde lo dejamos". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores doña, pesimista., mismo, señor

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