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MARCO LUKE

Ahora sé por qué me da tanto miedo la muerte

Recuerdo la primera vez que supe de ella viendo detrás de un cristal a uno de mis seres queridos dormido para siempre.

Sus manos sobre su pecho, su piel plisada por los años y su silencio, me hicieron preguntarme: ¿A dónde va?

A pesar de mis pocos años por este mundo, no me refería a la sepultura, sino, a dónde quedaba todo lo que fue ella en vida.

Me dio pavor entonces pensar que no había ningún "dónde", sino que, probablemente, el féretro no sólo se quedaba con el dolor que le había torturado en vida, además de ello, se llevaba su sonrisa, su esencia y su historia, para guardarlas como un libro en una vieja librería donde nadie más leería sus páginas.

Pero nada comparado como cuando escuché a alguien decir que después de la muerte nos esperaba la nada.

Entonces, el alma quiso renunciar, el suicidio se hizo latente, al fin de cuentas si no había nada, nada había que temer.

Sentí el peso de lo absurdo que sería darme cuenta, al morir, que haber nacido no tendría ningún sentido

De igual manera, el temor hizo presencia cuando la vida me daba algo de alegría, se burlaba con su efímero y pasajero aspecto, entonces me obligaba a extrañarla para evitar que su ausencia hiciera vicio en mis recurrentes búsquedas en una botella de vino.

Pero dentro, había algo que sostenía la esperanza, a la fe que también es precaria de sentido, ahora la historia estaba en algún punto del universo. Así fue como encontré de dónde deseaba sostenerme.

Justo cuando el miedo a la incertidumbre del fin de mis días estaba a punto de hacerme soltar, el espíritu, como una serpiente de cascabel, mudó de piel dejando el zurrón enganchado en la infinita ignorancia de la ciencia para dejarme flotando en la certeza que me dieron tus defectos.

TU ERRORES TAN LEGÍTIMOS

En aquel momento comprendí que no era la muerte lo que me causaba miedo, sino la distancia que se anteponía entre los años que subsistí sin conocerte y la fortuna de enseñarme a vivir tomado de tu mano.

No tuve que creer en la eternidad cuando la conocí durante esas primeras noches sin ti a mi lado.

Por esa razón, fui capaz de entregarte lo que soy, lo que pude haber sido y todo lo que podía apostar.

Dentro de todo eso, sin darme cuenta, te entregué mi miedo a morir, para morir por tí aunque no fuera necesario hacerlo.

Ya no me daba temor el tiempo, porque existe la misma distancia en un siglo por venir, que un instante antes de besarte.

Siempre será mejor escuchar el tic tac de tu corazón, que el latido de un reloj sin alma.

No era miedo a la muerte, sino terror de separarme de tu cuerpo, de no sentir cómo hierve mi sangre al tocarte, pavor de no volver a sentir a mi corazón deshaciéndose cuando tú vientre me envuelve

Hoy, mi fe no me permite dudar que estaremos juntos en la eternidad... Lo que me condena, es el miedo de caminar por esta vida sin tu compañía.

Escrito en: Sorbos de café miedo, dónde, sino, daba

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