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SORBOS DE CAFÉ

Río sin puente

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MARCO LUKE

Caminaba cauteloso para no tropezar, sin quitar la vista de la lectura un solo segundo.

El impetuoso deseo de cumplir el propósito de ser un buen profesionista, lo mantenía casi todo el día pegado a los libros.

De niño, caminando descalzo sobre las piedras ardiendo de las callejuelas de su pueblo, usando el mismo pantalón roído, soportando el verano asfixiante o los inviernos fracturando su piel, se repetía a sí mismo la promesa de algún día obtener un título profesional que le quitara de esa vida de hambre.

Mientras luchaba con sus pocas fuerzas para cargar una cubeta de nopales recién cortados, destinados tanto para que su numerosa familia malcomiera, observaba la primera piedra de un puente que nunca se construyó sobre el río que se llevó la promesa del exgobernador junto a la recolecta que con tanto sacrificio pagaron los vecinos.

El recuerdo interrumpió su lectura percatándose que llevaba ya varios minutos caminando bajo el sol de mediodía. La sed le exigió buscar algo de beber.

Cerró su libro, buscó una sombra, y con la mirada, un establecimiento dónde comprar una botella de agua helada.

Metió sus manos a los bolsillos y pescó con sus dedos la morralla suelta que jugueteaba como los salmones en rio revuelto.

Una vez que se aseguró de tener todas las monedas en su puño, las sacó para contarlas, y aunque no conocía el precio exacto del producto, el dinero en su mano no era suficiente siquiera para el producto más barato.

Levantó la cabeza, chasqueó los dientes buscando una solución paseando la mirada por todos lados.

Y en su búsqueda, como un imán, un par de monedas dentro de un sombrero propiedad de un invidente cantando sentado sobre la banqueta, le atrajo poderosamente.

La boca seca y pastosa le aconsejaba tomar una moneda. La conciencia, aunque acalorada, reclamó la sugerencia, pero de inmediato, un pretexto deshidratado prometió devolver el doble de la cantidad al ciego a la primera oportunidad que el sediento hombre tuviera.

Se aseguró que nadie le viera y en un movimiento ágil tomó el pequeño capital del pobre discapacitado.

Cuando salió del establecimiento bebiendo el resto del líquido en la botella, el remordimiento satisfecho intentó clavar la culpa de su acto.

Miró de lejos a su víctima, pero aquel hombre continuaba cantando sin el mínimo disgusto, al mismo tiempo tres personas respectivamente dejaban caer una moneda dentro del sombrero.

«"Ese hombre no paga impuestos por el dinero que recibe"» pensó él. «Entonces, si yo sí los pago, no le he robado, simplemente hice justicia» Sonrió, dio el último trago y tiró en el basurero la botella, y con ella, cualquier rastro de culpa.

Hoy, su vocación de seguir haciendo "justicia" lo ha llevado a su pueblo y ha prometido construir el puente que tanto anhelan.

Por supuesto, primero se deben cobrar los impuestos...

Escrito en: Sorbos de café tanto, puente, mismo, hombre

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