Creerle a la víctima
Esta semana los programas de espectáculos se han centrado en los problemas familiares de la cantante Alejandra Guzmán con su hija Frida Sofía, quien en declaraciones recientes dijo haber sido víctima de abuso sexual por parte de su abuelo, el también reconocido actor y cantante Enrique Guzmán.
Se trata, por supuesto, de un asunto delicado que, más allá del simple morbo y chisme, debería servir para reflexionar acerca de un problema cotidiano que afecta lo mismo a famosos que a desconocidos y del cual es complicado hablar: el abuso sexual infantil.
Ya lo dijo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es el primer lugar en abuso sexual infantil; la mitad de estos delitos se cometen en el hogar y, en un 60 por ciento, los niños y niñas son abusados por sus primos, hermanos, cuidadores, abuelos, padres o padrastros.
Cada año, según las estimaciones, en nuestro país alrededor de 5.4 millones de menores de edad son víctimas de este delito que en la mayoría de los casos queda en el silencio. Las víctimas, personas indefensas tanto física como emocionalmente, prefieren callar precisamente porque su agresor les asegura que nadie les creerá y, por desgracia, así sucede.
La organización Aldeas Infantiles SOS señala que solo el 2 por ciento de los casos de abuso sexual son denunciados y a eso se unen los deficientes sistemas de procuración de justicia en donde la impunidad alcanza niveles vergonzosos.
Las víctimas tardan varios años en procesar el trauma producto de un abuso o violación sexual, sobre todo si carecen de un apoyo profesional. De manera que no debe extrañar que compartan su experiencia hasta que ya son adultos, aunque algunos otros se llevarán el secreto a la tumba.
En el 2019, la periodista, columnista de la BBC y exministra del gobierno de Ghana, Elizabeth Ohene, a sus 74 años de edad, compartió por vez primera que había sido violentada sexualmente cuando tenía siete años y también a los 11 años: su agresor fue un familiar. Muchos se disgustaron con el asunto, la criticaron y cuestionaron por haber escrito este episodio de su vida en un diario de circulación nacional en su país. ¿Por qué revelar ahora un asunto tan desagradable y sucio?, le reclamaron. Su respuesta fue tajante: "Temo porque otros niños de siete o incluso tres años pasen por lo que yo experimenté hace ya tanto tiempo".
Por desgracia, lo que le pasó a Ohene hace más de 60 años sigue ocurriendo en el mundo entero y aún continúa como tema tabú, es incómodo y evadido. Pero si se quiere combatir no hay otra opción que hacerlo visible.
Es muy difícil aceptar y asimilar que un familiar o un ser querido fue quien abusó de un infante; es una realidad tan dolorosa que es preferible pensar que se trata de una mentira, un malentendido, un mal sueño, pero cuando un niño o una niña decide compartir su experiencia, o incluso cuando una persona adulta rompe el silencio, es importante creerles y brindarles el acompañamiento que requieran.
PUNTO Y APARTE.- Desde hace varios años, los consultorios en las farmacias se han convertido en un sistema de salud alterno en donde acuden miles de personas, sobre todo porque representan la opción más barata para atenderse de cualquier dolencia.
Las y los doctores que atienden estos consultorios atienden desde bebés hasta adultos mayores y sus servicios son requeridos tanto por aquellos que carecen de seguridad social como de los afiliados al IMSS, ISSSTE u otros.
Ahora con la pandemia de la Covid-19 están vulnerables a contagiarse y exponer a sus familias; sin embargo, en todo este tiempo no han dejado de trabajar.
Seguramente si la vacuna estuviera a la venta, los propietarios de estos negocios ya los hubieran vacunado pero dado que solo es facultad del Gobierno su distribución, no les queda más remedio que esperar a la buena voluntad del Presidente, quien no considera prioritario incluirlos en el proceso de vacunación a corto plazo.
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