Kiosko

Yo elijo mis infiernos

SORBOS DE CAFÉ

Yo elijo mis infiernos

Yo elijo mis infiernos

MARCO LUKE

Voy y me siento a la mesa donde descargo mi furia en un plato de una insípida decisión, saboreando por obligación las cucharadas de las advertencias perdidas entre el tumulto de las ilusiones extasiadas.

Elegí mi infierno, y sigo haciéndolo para que no mueran las buenas costumbres. Elijo mi tortura y así, se mantiene la tradición de seguir cargando una cruz que nadie nos dijo debíamos llevara sobre los hombros.

Te eximo de cualquier culpa, solamente sigo eligiendo mis infiernos y te pido perdón si acaso yo he sido tu elección.

Por si acaso lo soy, quisiera ser menos denso para darte la posibilidad de dejar de arrastrar los eslabones unidos con las sonrisas de nuestra farsa.

Me gustaría, en tal caso, convertirme en sombra, para estar, pero no estorbar, para flotar sin que interrumpa tu futuro, para tocarte, pero nunca dejar huella.

Ojalá todos fuéramos sombras por el bien del espíritu, quien agradecido no se vería en la necesidad de evaluar los sentimientos, no podría distinguir entre sonrisas y llanto, entre hipocresía y diplomacia.

Qué fácil sería entonces para él, dejarnos a todos en el infierno, de cualquier manera, no habría gestos de dolor, lo único que podría ver el alma sería cómo los pecados huyen de la tortura mientras el cuerpo forcejea por desatarse de las cadenas unidas con los mismos eslabones de las farsas.

Pero sigo ahí. Sentado en la misma mesa donde compartimos hace años el pan y la sal, y en el mejor de los casos, la condena en el averno.

En silencio hacemos oración, porque ya no nos apetece hacer el amor, ahí fue donde comenzó nuestro infierno.

Que no mueran las viejas costumbres, esas que nos permiten rezar, pero seguir pecando, o esa que obliga a estar, pero no amar. Y por supuesto, la favorita del aprecio social: tomarte de la mano frente a los demás para que no muera nuestro paraíso superficial, mientras, arden nuestros corazones en las llamas de amores platónicos.

No hay nadie a quién culpar, no hay nadie ejerciendo fuerza sobre mi espalda para mantenerme sentado en esta silla, no hay nadie que me obligue a acostarme a tu lado para dormir con el apetito que me despierta alguien y con la rabia de que tú no me puedas saciar.

Veo tus ojos cerrados y el escote frustrado de tu camisón de seda blanca diciendo: "una noche más durmiendo sola"

Nos conocemos de sobra para fingir lo que sentimos mutuamente, pero fingimos por educación, por esa maldita urbanidad que nos mantiene dormidos, pero con insomnio.

Nos decimos buenas noches, aunque en nuestros adentros nos mandamos al infierno.

Mañana será otro día... y seguiremos eligiendo nuestro infierno.

Escrito en: Sorbos de café nadie, sigo, estar,, infiernos

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Kiosko

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas