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El Ángel de Zafón: Sobre Isabella Gispert

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El Ángel de Zafón: Sobre Isabella Gispert

El Ángel de Zafón: Sobre Isabella Gispert

SAC

'No sé de dónde ha sacado la niña ese carácter. Yo creo que de leer tanto', dice Odón Gispert sobre su hija, en el décimo capítulo de El Juego del Ángel, de Carlos Ruiz Zafón. En la escena sobresalen, sin duda alguna, unos padres desesperados (que bien pudieron ser los míos) y que ya no saben qué hacer con 'la niña', que ha decidido no dedicarse al negocio familiar para convertirse en escritora.

Hoy, en el Día del Libro, decidí escribir sobre la heroína zafoniana por excelencia: Isabella Gispert.

Sobre la otra heroína zafoniana por excelencia, Marina Blau, ya escribí en otra de estas columnas, pero es importante mencionar que, desde mi perspectiva, Marina funciona como una antepasada de Isabella (o descendiente, si atendemos la cronología ficticia de las novelas), por lo que mucho de lo que escriba hoy sobre Isabella, aplica también a la personalidad de Marina, construidas con mayor profundidad que la de simplemente ser dos adolescentes amantes de los libros.

Isabella Gispert, (uno de esos personajes que a los 17 años te lleva a decidir que así se llamará una de tus hijas si algún día te conviertes en madre), aparece por primera vez en El Juego del Ángel, la segunda entrega de la saga del Cementerio de los Libros Olvidados.

Isabella es terca, astuta y, para dolor de David Martín, el protagonista de la novela, profundamente sarcástica. La relación entre ambos crece y se transforma con el tiempo, hasta convertirse en la más importante (desde mi punto de vista) de toda la saga. Eso no es casualidad. En el 2008, en una entrevista con Sergio Vila-Sanjuán para La Vanguardia, Carlos Ruiz Zafón menciona que 'Isabella es la heroína moral del libro, un personaje más complejo, visto ya desde la perspectiva adulta. En realidad ella es el verdadero ángel de la historia, su carta al protagonista es la que la ancla en la realidad'.

Esa representación de Isabella como 'ancla hacia la realidad' para David Martín no es un recurso fugaz, al contrario, se vuelve más fuerte a medida que avanza la saga, sin importar lo que ocurra en la vida de ambos.

Una de las primeras interacciones entre David e Isabella ha sido siempre una receta contra mis propias inseguridades:

'-Yo no sé si tengo talento. Sólo sé que me gusta escribir. O, mejor dicho, que necesito escribir.

-Mentirosa.

-Muy bien, tengo talento, y me importa un comino si usted cree que no lo tengo.

-[...] Creo que tienes talento y ganas, Isabella. Más del que crees y menos del que esperas. Pero hay muchas personas que tienen talento y ganas, y muchas de ellas nunca llegan a nada. Ese es sólo el principio para hacer cualquier cosa en la vida'.

Pienso en las adolescentes -y mujeres de cualquier edad- de todo el mundo que día tras día se encuentran por primera vez con Isabella o con Marina (usar el hielo de García Márquez aquí sería un cliché muy barato, así que no lo haré). Más que una heroína o un carácter idealizado, ese tipo de personajes femeninos, fuertes, sin miedo a mostrar su inteligencia, sin miedo a ser vulnerables, abren el camino a formar tu propia opinión sobre el mundo, a respetar tus principios, a cuestionar si quieres o no trabajar en el negocio familiar y a perderle el miedo a adentrarte en cualquier misterio.

Escrito en: ITINERANTE Isabella, heroína, David, Marina

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