Durango

Túneles de Durango

Túneles de Durango, una historia del romanticismo

Túneles de Durango, una historia del romanticismo

Túneles de Durango, una historia del romanticismo

JUAN M. CÁRDENAS

Las últimas generaciones de duranguenses han crecido entre relatos populares de la existencia de túneles construidos en diferentes tiempos bajo los principales edificios de la ciudad, supuestamente para escapar de situaciones de peligro y resguardar a los acaudalados.

Sin embargo, las investigaciones realizadas por los historiadores duranguenses son concluyentes en el sentido de que no existe evidencia documental ni física de la existencia de construcciones que comuniquen de un edificio a otro del Centro Histórico de la capital; mucho menos una red de túneles.

Miguel Vallebueno, quien integra una prestigiada generación de historiadores duranguenses y dirige actualmente el Archivo Histórico de Durango, explicó que uno de los factores principales que contrarían el mito popular de los túneles del Centro Histórico radica en la excesiva humedad que todavía hace unas décadas había en el subsuelo, incluso pantanoso.

Los mantos freáticos podían encontrarse, en algunos casos, a un metro de profundidad. Es decir, para poder hacer un túnel de las magnitudes que la creencia comparte se requería una obra de ingeniería demasiado sofisticada, pero sobre todo muy costosa.

En segunda instancia, las versiones de que los túneles se construían como vías de escape rápido ante grupos de forajidos o de tribus salvajes que asolaban recurrentemente la Villa del Guadiana, o posteriormente la ciudad de Durango, permitiendo así que sus ubicaciones salvaran a sacerdotes, religiosos y a los acaudalados comerciantes y mineros, bajo la premisa popular de que la Catedral es el epicentro de todos los túneles a manera de red subterránea, habría ocasionado que toda la sociedad tuviera conocimiento de esas estructuras. Y, por el contrario, no se ha encontrado un solo documento que mencione los túneles.

Luis Carlos Quiñones, reconocido investigador e historiador duranguense, resaltó que el trabajo de un historiador profesional se basa en la consulta de fuentes primarias.

En este sentido, dijo haber consultado documentos del Archivo General de la Nación, el Archivo estatal e incluso de los archivos eclesiásticos y en ninguno hay referencia alguna de la existencia de túneles en Durango.

Otra consideración mencionada por el historiador es que la población durante el siglo XVII apenas alcanzaba una veintena de vecinos, pues fue a partir del siglo XVIII cuando se empezó a dar un paulatino crecimiento poblacional.

CRIPTAS, CISTERNAS Y BAÑOS

Cabe enfatizar que sí existe una cantidad importante de edificaciones subterráneas en el Centro Histórico de la ciudad. La que pudiera considerarse la más extensa y quizá importante es precisamente la cripta de la Catedral, consistente una cámara subterránea destinada al enterramiento de obispos y canónigos que morían. Pero lo que está comprobado es que no tiene soluciones de continuidad para convertirse en un túnel.

"En Catedral existen las catacumbas, que es donde descansan los restos de los Obispos y algunos misioneros que pasaron por aquí y sobre todo es el camposanto donde se guardan sus restos para tener en cuenta la historia que realizaron para prestar su servicio en la Arquidiócesis de Durango", relató el Martín del Campo, párroco de Catedral.

Sin embargo, dijo conocer las versiones que indican que durante la Guerra Cristera hubo religiosos que se escondían de los perseguidores y no descartó que hubiera familias que pudieran haber construido una estructura de ese tipo como medida de protección, pero fue contundente en el sentido de que en la Catedral no hay un lugar que sea acceso a un túnel o pasadizo.

El Director del Archivo Histórico de Durango ejemplificó que cuando el gobierno estatal de Páez Urquidi introdujo el drenaje profundo en la capital, lo que exigió excavaciones que rebasaron los tres metros de profundidad. Precisamente, la Catedral fue rodeada en sus cuatro flancos por estas obras de excavación y nunca se encontró evidencia alguna de un túnel.

La explicación concluyente en este sentido radica en que las casas particulares en la Villa del Guadiana tenían excusados de sótano o comunes, que se construían en la parte de atrás de cada vivienda y consistían en excavaciones amplias estructuradas con arcos de cimentación para que no colapsara. Sobre esto, existe evidencia recopilada por el investigador Javier Gómez, plasmada en su libro "¿Qué sé sobre Durango?", de que incluso había un señor de apellido Mota que se dedicaba a lavar los comunes de aquella época, en algo que se tornaba en todo un espectáculo porque para ello los habitantes de la casa se tenían que salir y la generación de olores era insoportable.

"La generación de antes de los 30s estaba completamente segura de qué eran y para qué, esas oquedades que existen en toda la ciudad y obviamente en todas las casas importantes tienen clara la idea de que el común estaba en la parte de atrás. Cuando entró el sistema de drenaje muchos de estos comunes fueron tapados con escombro, con otros materiales, pasan los años y la gente piensa que está descubriendo la orilla del túnel cuando empieza a hacer la casa",

Actualmente, Miguel Vallebueno ha entrado a todos estos espacios de las casonas más importantes de Durango: del actual Palacio Municipal, del Palacio de Zambrano, de la Casa del Conde de Súchil, de Catedral, por mencionar algunos, y la conclusión es que se trata de excusados de sótano o comunes, y no de túneles.

Incluso durante una investigación para la elaboración de su libro "Civitas y Urbs", sobre el desarrollo urbano de Durango, Miguel Vallebueno encontró un diagrama de los comunes que se construían en Madrid, características y sistema; son exactamente como los que existen bajo el suelo de Durango con arcos que hacen creer que, al estar bloqueados, eran la continuidad de un camino.

Otro tipo de estructuras utilizadas anteriormente y que pudieran confundirse con los túneles eran las cisternas, las cuales eran fundamentales en las viviendas ubicadas en la parte norte de la naciente ciudad de Durango debido a que era recurrente la falta de agua; lo que, aunado a que las acequias llegaban hasta lo que hoy es la calle de Aquiles Serdán, complicaba hacer llegar el agua potable hacia las cuadras posteriores rumbo a lo que era la estación del ferrocarril, pues el declive es evidente hacia el sur con destino a lo que era la Acequia Grande.

NI DINERO NI FORMA

En todos los documentos explorados en los diferentes archivos históricos de Durango, incluso de la capital del país, no existe una sola referencia a algún túnel en la Villa del Guadiana o en lo que es hoy la ciudad capital. La lógica también apunta, como ya se ha mencionado, a la gran complejidad que implicaba la excesiva humedad en el subsuelo, que en alguna época carcomía la mitad de los muros principales de las casas.

Para ofrecer otro comparativo basta mencionar que para poder construir los túneles en aquella época debían haberse hecho de piedra cuando, por ejemplo, ese fue uno de los grandes obstáculos para concluir la construcción de la Catedral Basílica Menor por su alto costo; esto hacía totalmente inviable una red de túneles.

La evidencia también exhibe que en la Villa del Guadiana o la ciudad de Durango no hubo dinero circulante hasta el siglo XIX; la única disponibilidad era el mineral que se extraía de las diversas minas de oro y plata que ya eran muy explotadas, pues no había moneda disponible. Esto exhibe que, por lo tanto, en caso de que los túneles hubieran existido, no pudieron haber sido construidos por los primeros colonizadores para huir de las tribus rebeldes que atacaban a la primera población.

Durante el proceso de demolición de lo que fue el templo de San Francisco de Asís, donde actualmente se ubica el multifamiliar Francisco Zarco, se generaron diversas versiones sobre el hallazgo de una cavidad subterránea en la que localizaron una gran cantidad de osamentas; esto a su vez derivó en diversas versiones sobre un túnel que conduciría hacia el Arzobispado y al Palacio Municipal. Pero los investigadores concluyeron que se trataba de una cripta.

Por aquel entonces, todos los templos franciscanos tenían su propia cripta y el derecho a su sepultura era comprado por quienes deseaban descansar en esa tierra consagrada. Fue el destino que tuvo, por ejemplo, el Conde del Valle de Súchil, entre otros acaudalados de la época. El sistema de enterramiento subterráneo previo al Romanticismo implicaba introducir el cadáver en una preparación de cal, para luego extraerlo después de unos ocho meses cuando ya se trataba prácticamente de huesos que posteriormente eran colocados todos juntos. Estas criptas pueden ser apreciadas en criptas similares de diversas ciudades de Europa con múltiples cráneos y fémures acumulados sobre los muros.

"Todos me dicen: es que nos íbamos rumbo a Catedral pero pasó algo, nos dio miedo y nos regresamos. Nadie dice: yo entré y salí por Catedral", ironizó entre risas Vallebueno Garcinava.

 ¿POR QUÉ CREEMOS?

Pero, si no existe evidencia documental ni testimonio alguno vívido de alguien que haya recorrido los supuestos túneles, ¿por qué se sigue propagando la idea de que existen?

"Es el romanticismo. Es un movimiento cultural que parte de la idea de que el pasado siempre ha sido mejor que el presente, que en el pasado se vivía con una abundancia que actualmente no existe; entonces se cree que si en el pasado había mucha abundancia pues había tesoros que nos gustaría recuperar. Por eso es un movimiento que nace en el siglo XIX", explicó Miguel Vallebueno.

Luis Carlos Quiñones coincide en que se trata de una historia romantizada que hace creer en historias que pudieron ser y que se tratan meramente de crónicas orales.

Escrito en: Túneles de Durango túneles, Catedral, eran, Histórico

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Durango

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas