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El elector racional

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JESÚS MENA VÁZQUEZ

Después de una jornada electoral que transcurrió en relativa calma y con participación ciudadana mayor a la de otros ejercicios intermedios, los datos preliminares que comenzaron a darse a conocer al término de la jornada electoral se están volviendo oficiales con las declaratorias que han hecho los consejos distritales del INE y los distintos organismos públicos locales encargados tanto de la organización de la jornada electoral como de la certificación de los resultados en las elecciones locales.

Así, en estos momentos tenemos información más precisa, aunque puede haber cambios derivados de sentencias judiciales, sobre la composición de la Cámara de Diputados a nivel federal, sabemos que partidos que aumentaron y cuáles disminuyeron el número de curules respecto a la anterior legislatura, los distritos en los que los actuales diputados se reeligieron y aquellos en los que hubo alternancia, quién ganó en las quince entidades federativas en donde se hubo renovación de poder ejecutivo local, que alcaldes se reeligieron y cuáles perdieron la elección, etc.

Lo que quisiera abordar en esta entrega, más allá de los resultados electorales, es un fenómeno que ha comenzado a notarse con mayor claridad en elecciones recientes, incluida la que acaba de pasar: una especie de banalización de la política. Al igual que en algunas otras elecciones recientes, algunas de las decisiones que han tomado la mayoría de los electores respecto de quienes ocuparán puestos ejecutivos (gobernadores o presidentes municipales) o representarán en los cuerpos legislativos a nivel local o federal, no necesariamente están ligadas al análisis de propuestas, reconocimiento al currículum, los antecedentes en funciones previas de gobierno u organismos sociales, además de la perspectiva general de la sociedad respecto de la ética con la que manejan su vida pública las y los candidatos.

Al parecer estos elementos van perdiendo fuerza ante un escenario en que lo más importantes es contar previamente (o lograr en el transcurso de la campaña) con un perfil que signifique un reconocimiento social tan amplio, además de llegar a representar un modelo aspiracional, que permita a los electores obviar los méritos o carencias en las otras áreas que mencione anteriormente.

Es cierto también que el pasado 6 de junio no ganaron muchos de los candidatos que tienen un perfil público, como actores, actrices o personas que no tienen antecedentes políticos, pero que son ampliamente conocidos por el electorado. Tal vez ese conocimiento del que gozan no estuvo acompañado de un grado de valoración social tan elevado por parte de los electores, como para convertirse en modelos aspiracionales, pero este tipo de hipótesis seguramente habrá de ser objeto de estudio por parte de científicos sociales en algún momento en el futuro, que ayuden a definir y a entender la racionalidad de los electores al elegir o no a estos perfiles.

Por ahora, y para efectos de este artículo, solamente quiero comentar que esta tendencia me parece preocupante porque puede tener impacto en nuestra vida pública, al tener a gobernantes y representantes populares que es muy posible (aunque seguramente habrá excepciones) no estén a la altura de las exigencias del cargo para el que fueron electos, ya que llegaron a él no por los méritos de su trayectoria de servicio público o social, sino porque gozan de un amplio reconocimiento social por la actividad que desempeñan y además es muy posible que sean vistos por una parte importante del electorado como modelos aspiracionales.

Twitter: @jesusmenav

Escrito en: Vida pública reconocimiento, electoral, elecciones, estos

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