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El primer pato

EL VIAJERO DEL BEISBOL

El primer pato

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ARMANDO ESQUIVEL

Quizá tendría unos nueve años.

No me refiero a mí; yo todavía no nacía.

Hablo de un muy joven Vicente Romo. Tan joven que ese día el "huevo" era un niño, de diez, nueve, ocho o quizá hasta siete años.

Vivía en Santa Rosalía, un municipio que se ubica en la parte central de Baja California Sur, asentado junto al Golfo de Baja California o Mar de Cortés.

Aquella tarde su papá le había encomendado una misión muy importante, así que había que cumplirla porque "donde manda capitán no gobierna marinero".

Sería por ahí de 1950 más o menos, cuando el pequeño Vicente inició un recorrido de entre dos o tres kilómetros hasta llegar al "monte" para buscar la leña que sus padres usaban para la estufa y para calentar la casa.

No era la primera ocasión en que Vicente hacía este recorrido, pero ese día quedó grabado en su mente y aún lo recuerda "como si hubiera sido ayer".

Mientras se encargaba de su tarea, Vicente escuchó ruido entre la yerba y pronto descubrió que a lo lejos caminaba un pato -ahora asegura que se trataba de un pato canadiense- y buscó darle alcance.

En pocos segundos se dio cuenta de que sería imposible atraparlo corriendo, pero se le ocurrió una idea mejor.

Justo a su lado encontró una piedra redonda y de la medida de su mano, especial para lo que ahora tenía en mente.

Nunca había jugado beisbol, pero era un buen momento para intentar pasar el primer strike de su carrera.

Así lo hizo.

Tomó el improvisado proyectil y se dio impulso.

No había que cuidarse de corredores en base ni tomar las señales del receptor. Su único objetivo era pasar la piedra por la zona de strike, que en este caso era el pato que lo veía desde lejos.

La piedra tomó buena velocidad y dirección. Llegó tan rápido que el objetivo no pudo evitar el impacto, mucho menos emprender el vuelo.

Le dio en la cabeza y, cuando Vicente llegó, el animal hacía sus últimos movimientos.

Lejos de un festejo o la euforia por el golpe tan certero, para Vicente el resultado del incidente se convirtió en tristeza y miedo.

Como pudo completó su tarea de recolectar leña y regresó a casa lo más rápido que pudo, sin dejar de pensar en lo ocurrido.

Caminó sin descanso los casi tres kilómetros hasta llegar a su casa.

Pronto, sus padres se dieron cuenta que algo había ocurrido. La expresión de Vicente era diferente y el niño tuvo que contarles lo que había hecho en el "monte".

Su padre escuchó la historia y lo reprendió pero no por lo que había hecho, sino por no haberse traído el botín a casa, así que el pequeño Vicente volvió sobre sus huellas al lugar del incidente y para su fortuna pudo encontrar al pato muerto. Lo tomó y con él regresó a casa.

Esa noche en Santa Rosalía, en la casa de la familia Romo Navarro hubo pato para la cena.

"Ve por él", le dijo su padre "Son muy buenos esos patos para comer".

El recuerdo de ese día lo ha seguido a lo largo de setenta décadas y no es porque se haya arrepentido de haber matado al pato o porque la cena de aquella noche haya estado muy sabrosa. Vicente siempre ha ligado este incidente y siente que fue el primer mensaje de que su brazo tenía algo especial.

La piedra de aquel día era redonda como una pelota de beisbol y la distancia era similar o quizá un poquito más amplia de la que hay entre la lomita y el pentágono.

Dio en el blanco como lo hizo por décadas en México y Estados Unidos, además de varios países del Caribe.

"Yo no sabía que se comían; solo agarré la piedra y le pegué en la cabeza", comentó.

Si algo tuvo Vicente Romo fue control sobre sus lanzamientos.

Como dicen por ahí, "3 Doritos después" Vicente Romo Navarro ganó 182 juegos en catorce temporadas de carrera en Liga Mexicana de Beisbol (LMB) y su efectividad de 2.49 es la mejor de todos los tiempos.

Ponchó a mil 857 enemigos. Sin incluir al pato.

Es un privilegio hablar todas las mañanas con Vicente Romo.

Hoy juega Generales y va contra Toros de Tijuana y su constelación de estrellas, empezando por el manejador Omar Vizquel. De eso hablaremos la próxima semana.

Cuídese mucho.

Hoy es viernes, que le vaya bien.

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