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YAMIL DARWICH

Cuando analizamos y diferenciamos al humano del resto del reino animal, lo primero que le reconocemos es su inteligencia: su capacidad de pensar, que lo hace distinto ante todos los animales.

Que el humano sea inteligente, se debe al desarrollo de una nueva capa de neuronas en la parte superior de la masa cerebral: la llamamos Neocortex.

Los viejos estudiosos de la neurología lo hacían apoyados en una ilustración de la nueva corteza, representándose en ella sus funciones. Recuerdo una lengua enorme, para referirse a la actividad motora del habla, que luego requiere de otras estructuras y relevos cerebrales.

La masa cerebral pesa entre 1,300 y 1,500 kgs -según edad y sexo- y su reorganización estructural requirió mecanismos de adaptación importantes; dos de ellos fueron: la genética con la herencia y la reorganización evolutiva, ahora llamada Epigenética, que incluye la influencia del medio.

Requerimos más o menos 6 millones de años para diferenciarnos del chimpancé, -primo más cercano- eso se escribe fácil, pero habrá que dimensionar la medida del tiempo en términos sociológicos, considerando que una generación de humanos se cuenta cada 20 años.

El cerebro posee la fascinante capacidad de "plasticidad", lo que le permite crear, fortalecer y reparar neuronas, redes neuronales y sus conexiones. En neurología se reconoce que está permanentemente activo, formando nuevas interconexiones que nos amplían posibilidades de observar, comprender, conocer, definir y decidir; en conjunto aporta los procesos inteligentes del pensar.

Esa plasticidad -construcción, eliminación de deshechos y reconstrucción- nos da, entre otras funciones, la capacidad de tomar decisiones entre lo considerado bueno o malo, correcto o incorrecto para nuestro bien y de la comunidad al generar "cognitos"- conocimientos- y usarlos para decidir, utilizando aprendizajes y memoria en nuevas situaciones.

Requiere del ejercicio mental, entre otras cosas leer, lo que desarrolla las capacidades que llaman "habilidades intelectuales superiores". Estudiar es un gran ejercicio cerebral.

La evolución del humano es un fenómeno maravilloso que nos genera grave responsabilidad con esa habilidad animal: la inteligencia.

Somos cuerpo, mente y sociedad y el equilibrio entre esas tres esferas nos da salud; caso contrario, padecemos enfermedades.

Quise que en esta ocasión dialogáramos sobre la inteligencia y buen pensar, cuando conocí la opinión de una senadora por Morena, llamada Jesusa Rodríguez, con dos años de estudios teatrales y antecedentes laborales impartiendo clases en talleres de teatro a universitarios.

Afirma que "ser católico no es inteligente", seguramente intentando reforzar lo declarado por su jefe, refiriéndose despectivamente de los "clasemedieros", definidos como egoístas, aspiracionistas, universitarios y católicos.

Ella, ofrece un excelente ejemplo del hablar sin pensar -pudiera tener deficiencias de interconexión con sus áreas de Broca y la de Wernicke-; tal vez, se motivó con su ansiedad de hacerse notar y, al no usar las interconexiones con la memoria y medir las consecuencias sociales, erró brutalmente, al señalar a los católicos como no inteligentes, impensado que representan, al menos, un 80% de sus electores de Guanajuato.

El caso nos vino "como anillo al dedo", para dialogar sobre nuestro cerebro y encontrar la aplicación práctica en nuestras vidas como personas no profesionales de la salud: estamos siendo gobernados por sujetos que no utilizan adecuadamente sus redes neuronales y ¡en ellos estamos confiando nuestros destinos! Cuando se equivocan por no pensar, frecuentemente, todos sufrimos las consecuencias.

Habrá que identificar a politiqueros que están ocupando puestos de importancia nacional -aunque todos la tienen en distinto grado- debido a que, simplemente, estuvieron en el lugar que los colocó en el cruce de hechos -partidaria, meritoria de algún movimiento político- y las circunstancias -rechazo mexicano a la corrupción. En ese cruce resultaron propuestos, apoyados, empujados, hasta ser electos.

Desafortunadamente, son incapaces de ejercer -con eficiencia neuronal- el puesto, pero son fácilmente manipulables, como peones de ajedrez, lo que les da un valor utilitario; desafortunadamente, desplazan a quienes pudieran servirnos mejor: resultado doblemente errático y dañino.

Todos somos responsables por padecer tal parasitismo: lo fuimos, quienes no le explicamos al que no sabe; sufriendo de parálisis paradigmática y hasta desenfadada despreocupación por la sociedad en general; cuando dejamos de participar en nuestro medio, apoyando en alguna institución de servicio no gubernamental; o simplemente por la negligencia y flojera ciudadana.

Del caso, los definidos peyorativamente como "clasemedieros", somos ejemplo y responsables de resultados.

Si Usted, ideológicamente es de izquierda o de derecha, cumpla su parte responsablemente y defienda su manera de pensar; de no hacerlo, los ineficientes oportunistas ocuparán lugares donde son altamente peligrosos; "como darle un arma de fuego a un niño".

Nuestro cerebro es maravilloso y debemos cuidarlo, atenderlo y mantenerlo en condiciones eficientes de servicio; es beneficio recibido, reflejado en términos de calidad de vida como pensantes.

Espero que el "Diálogo" haya contribuido al fortalecimiento en el aprovechamiento del pensar; el propósito es compartir información útil.

¿Está de acuerdo?

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Escrito en: Diálogo capacidad, todos, humano, otras

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