Son muchas las personas que vacían impulsivamente el refrigerador cuando padecen un episodio claro de estrés, ya sea por el trabajo, las relaciones sentimentales o problemas económicos. Y es que este tipo de ansiedad no resulta nada beneficiosa para el organismo, ya que no solo desestabiliza nuestra salud mental, sino que también genera síntomas tan variados como el dolor de cabeza, la falta de apetito o el estreñimiento. Sin embargo, este sentimiento es consecuencia directa de una hormona que el cuerpo produce en situaciones de emergencia para ayudarnos a enfrentar los problemas.
Cuando atravesamos una situación de estrés, en nuestro organismo se disparan los niveles de cortisol, conocido también como la hormona del estrés.
Al ser el único proveedor de glucosa del cerebro, tratará de conseguirla por diferentes vías: destruyendo tejidos, proteínas musculares, ácidos grasos y cerrando la entrada de glucosa a otros tejidos. De esta forma, todas las funciones anabólicas de recuperación, renovación y creación de tejidos se paralizan y el organismo cambia al metabolismo catabólico para resolver esa situación de alarma. A su vez, el cortisol provoca un aumento de insulina, que suele ir acompañado de un incremento del apetito.
¿Cómo afecta este cambio a nuestro cuerpo? Uno de sus efectos más llamativos es el almacenamiento excesivo de grasa como método de supervivencia. Más concretamente, los pacientes experimentan obesidad troncular, es decir, la redistribución de la grasa desde las extremidades hasta la zona abdominal. En la mayoría de ocasiones, se trata de un hecho aislado.
Sin embargo, frente a este problema está la buena alimentación, y es que según expertos, para mantener a raya esta hormona, hay que ingerir magnesio, presente en el arroz integral, los garbanzos, las judías, los guisantes; también el Omega-3, ácido graso del pescado azul y el salmón; y triptófano, un aminoácido esencial que estimula la producción de serotonina, conocida también como la hormona del bienestar. ¿Dónde podemos encontrarla? En los huevos, la leche, el chocolate negro, la levadura de cerveza, los frutos secos, la carne de pavo y pollo, entre otros alimentos.