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Descomposición social, mal de nuestros días

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Descomposición social, mal de nuestros días

Descomposición social, mal de nuestros días

IGNACIO ESPINOSA

Uno de los grandes problemas por los que atraviesa nuestro país, sin duda, es la inseguridad que prevalece ya no sólo en las grandes ciudades, sino también en pequeñas comunidades rurales, donde organizaciones criminales se han encargado no sólo de reclutar a jóvenes para engrosar sus filas, pues además los han despojado de sus viviendas y de algunos bienes materiales como vehículos, dinero y de cuanto pueden quitarles, una situación que, por supuesto, debería preocupar y, sobre todo, ocupar a las autoridades estatales y federales, dos órdenes de Gobierno que tienen los recursos para proteger a la población en esas y otras circunstancias.

Recordemos, amable lector(a), que los gobiernos municipales, principalmente aquellos donde los recursos económicos son tan reducidos, difícilmente podrían hacerles frente a esos grupos delictivos que hasta tienen mejor armamento que las corporaciones municipales y que en muchos casos superan en cantidad a los policías locales, con lo que los ayuntamientos se ven imposibilitados para tratar de detener las acciones de esas organizaciones criminales que previamente ya estudiaron la capacidad de respuesta de esas autoridades locales que poco o nada pueden hacer para contrarrestar a las bandas delictivas que agobian a los habitantes de la zona urbana y del medio rural.

Me viene a la mente un libro reciente en el que, aunque no recuerdo el título, una valiente periodista detalla la forma en que los grupos del crimen organizado, y que llegan a constituirse en cárteles que tienen presencia en buena parte del territorio nacional, atraen a sus filas a jóvenes con el "gancho" de que van a ganar grandes cantidades de dinero si se unen a ellos, cometiendo delitos que van desde la distribución y venta de drogas, hasta ilícitos donde se requiere mucha sangre fría como el secuestro y el homicidio.

Uno de los aspectos más importantes que resalta la periodista en su obra es que los encargados de reclutar a los potenciales aspirantes a ingresar a sus organizaciones investigan a sus candidatos, a los cuales seleccionan tomando en cuenta un perfil muy específico, partiendo del hecho de que se trate de jóvenes de 16 a 29 años (en promedio) y que tengan la particularidad de que no estudian debido a que pertenecen a familias de muy escasos recursos económicos y cuyo núcleo familiar se encuentra en franca descomposición, ya que esta característica los hace más vulnerables y los convierte en los blancos ideales para convencerlos de que se integren al cártel que buscan ampliar en determinado territorio.

Una vez que esos jóvenes se incorporan a ese ambiente, muchos de ellos se dan cuenta de que ese mundo no es lo que esperaban, ya que primero deben pasar por varias pruebas a las que son sometidos para saber si son aptos para cometer todo tipo de delitos a los que se dedica ese grupo delictivo, y luego de que aprueban satisfactoriamente esos exámenes comienzan a recibir mejores pagos, lo que depende del valor de los ilícitos y los dividendos que arroje para la organización criminal.

No obstante, también existe el otro lado de la moneda, es decir, aquellos jóvenes que, una vez que se enteran de que ese ambiente no es lo que esperaban, se arrepienten de haber ingresado a ese grupo delictivo o cártel, aunque saben, como se les advierte desde el principio, que una vez que entran a ese mundo, ya sólo salen muertos, de ahí que ese pensamiento de desertar se convierte en un plan que en ocasiones se convierte en una obsesión y una prioridad en virtud de que viven en un infierno por las atrocidades que presencian todos los días.

El libro de la periodista narra también los testimonios de algunos jóvenes que lograron su objetivo de abandonar las filas de la delincuencia organizada, aun cuando casi les cuesta la vida una vez que sus superiores se enteraron de que abandonaron sus actividades.

Además, según la investigación, quienes pudieron zafarse del grupo delincuencial tuvieron la oportunidad de organizar su salida, pues pudieron avisar a su familia para que huyeran y así no pudieran ser dañados en represalia o como castigo por haber desertado de sus filas.

Como hemos observado, estimado(a) lector(a), la descomposición social es el principal factor que ha originado que los grupos delictivos cada vez ganen más adeptos, además de los que se allegan por la fuerza a través del secuestro, de ahí la importancia de que la familia se mantenga unida, ya que mientras existan amor y armonía en este ámbito difícilmente sus miembros se van a separar o a dividir.

Es cierto que muchas familias no tienen la oportunidad ni los medios de salir adelante sin carencias económicas, toda vez que nacieron en un entorno de restricciones en factores como la alimentación, el vestido y la educación, lo que los convirtió en personas muy vulnerables para ser atraídas por la delincuencia organizada.

Cada día, los padres de familia tenemos la invaluable oportunidad de afianzar esos vínculos de amor, afecto y cariño, esos sentimientos que se transmiten cada vez que el momento lo amerita, e incluso no se requiere un motivo especial para hacerlo, para dar un abrazo o expresar un mensaje espontáneo y auténtico, impregnado de ese amor, por lo que todo eso, combinado, genera una fortaleza tal que es a prueba de todo, hasta de la influencia de cualquier elemento externo que intente dañar, de ahí que la misión cotidiana es fomentar ese ambiente de unidad y amor dentro de la familia.

Escrito en: Padres e hijos jóvenes, esos, tienen, oportunidad

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