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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Planté el membrillar hace muchos años. Lo puse en torno del estanque grande y a lo largo de la acequia, porque sé que el arbusto de membrillo pide mucha agua, como en el rancho dicen.

Las varitas las traje de la villa de General Cepeda, donde mi madre pasó su niñez y juventud. Ahora que veo los membrillos la recuerdo.

El membrillo es fruto agridulce, lo mismo que la vida. Quizás así lo ven en el Potrero, porque acompañan con él la copa de mezcal. Trago de alcohol y mordida al amarillo fruto.

Mi señora y las buenas mujeres que la ayudan le quitan la cáscara a los membrillos y los ponen a cocer. Después azucaran la pulpa, la ponen al fuego en un cazo de cobre y menee y menee la convierten en la riquísima cajeta -así llamamos por acá a lo que en otras partes nombran ate- que nos endulzará el paladar durante todo el año.

Ahora estoy viendo el membrillar. Sus ramas parecen llenas de monedas de oro. Miro los membrillos y me acuerdo de mi madre. Quizás alguien los mirará después y se acordará de mí.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador membrillos, membrillo, Quizás, ponen

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