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Un reconocimiento a su desempeño

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IGNACIO ESPINOSA

Generalmente, cuando caminamos por calles céntricas de la ciudad, observamos cómo los agentes de Vialidad realizan su trabajo regulando el tráfico vehicular en aquellas calles y avenidas donde no existen semáforos y que, debido a la intensa circulación de unidades motrices, es necesaria su presencia, con la finalidad de agilizar el tránsito y, al mismo tiempo, prevenir accidentes que, en ocasiones, arrojan saldos de lesionados y, en el peor de los casos, con víctimas fatales que se pudieron evitar con sólo tomar las suficientes medidas de precaución y de atención.

Es entonces cuando valoramos el papel que juegan los elementos de Vialidad que son asignados a los cruceros conflictivos y a quienes no siempre les reconocemos el esfuerzo y el esmero con que desarrollan sus actividades todos los días pues, al contrario, hay conductores de vehículos automotores que, en lugar de, por lo menos, agradecerles por su trabajo, les suenan el claxon hasta el cansancio para que agilicen la circulación y así puedan continuar la marcha a su destino, sin ponerse a pensar que esos agentes son quienes saben cómo regular el tráfico vehicular precisamente para que no se formen esas largas filas de unidades motrices.

Y a propósito del trabajo que desempeñan esos servidores públicos municipales, hay quienes se burlan de su actividad comentando que si hay un excesivo tráfico vehicular se debe seguramente a que hay un agente de Vialidad de por medio, como si él o ella fueran los causantes del problema en cuestión, cuando son ellos quienes se encargan de agilizar, lo más que se pueda, la circulación de unidades motrices que se acumulan a determinadas horas, sobre todo en las llamadas "pico", o en ciertas calles, avenidas y bulevares que se congestionan en virtud de que por esos sectores confluyen quienes acuden a sus centros de trabajo o a algunos planteles educativos.

Lo anterior vienen a colación, amable lector(a), debido a que esos agentes de Vialidad pocas veces reciben un agradecimiento por parte de los conductores de vehículos automotores o, incluso, de los propios peatones, quizá porque tenemos la idea y la certeza de que ese es su trabajo y que para eso les pagan. Y este concepto tiene algo de verdad, pero también algo de ingratitud, pues si bien es cierto que es una labor por la que reciben una remuneración económica, no por ello están obligados a soportar el maltrato de algunos automovilistas o de los transeúntes que les faltan al respeto.

Quizá no nos hemos puesto a pensar que se trata de un trabajo complicado para el que no cualquiera está capacitado, ya que para ello se requiere soportar no sólo el mal humor y las palabras altisonantes de algunos conductores de vehículos o peatones, sino que también deben soportar las inclemencias del clima, que en ocasiones se traducen en largos periodos bajo el sol o de lapsos prolongados de lluvia intensa y que deben aguantar para regular la circulación vehicular de los conductores que no se ponen a pensar que se trata de servidores públicos que no se quejan de su trabajo a pesar de todos los inconvenientes que este puede tener.

Por este motivo, hace unos días, quise agradecerle a un agente de Vialidad por su trabajo, así que mientras me cedía el paso en un céntrico crucero de la ciudad de Durango, me detuve un momento a su lado y le dije: "Señor agente, gracias por su trabajo; valoro mucho todo lo que hace en su labor". Sorprendido, el servidor público municipal sólo alcanzó a expresar: "Gracias", e inmediatamente extendió su puño para chocarlo con mío, como una mezcla de saludo y agradecimiento al mismo tiempo.

Seguramente, ese gesto lo ha de haber reconfortado y lo hizo sentir que alguien sí aquilata su trabajo cotidiano y que vale la pena soportar horas de intenso calor, frío, viento fuerte y hasta lluvias fuertes, ya que, aunque no siempre se los transmitamos, sí hay personas que valoramos y agradecemos su actividad.

Sin embargo, y como casi siempre hay un prietito en el arroz, días después, sufrí un incidente desagradable con un agente de Vialidad que manejaba una patrulla pick-up por el centro de la ciudad, ya que ese elemento, a pesar de que tenía el semáforo en rojo, no detuvo la marcha de su vehículo para dar vuelta a la derecha, lo cual está permitido, siempre y cuando no haya un peatón que vaya a cruzar la calle en ese momento (en este caso, fui yo), ya que, si es así, el transeúnte tiene la preferencia de paso y el conductor debe cedérselo.

Ante esta circunstancia, y ante mi evidente molestia, le grité al conductor de la patrulla: "¿Qué no te puedes esperar?", a lo que, sin pensar su respuesta, me dijo: "No, no me puedo esperar". No esperé una reacción de ese tipo, pues si ellos, como agentes del orden, hubieran sorprendido a un chofer particular en esas circunstancias, de inmediato lo hubieran detenido para infraccionarlo. Sin embargo, algunos de esos malos elementos se sienten con todo el derecho de pisotear los derechos de automovilistas y transeúntes porque nadie les dice nada ni se les denuncia.

No obstante, quisiera pecar de optimismo y pensar que son los menos en las corporaciones del orden esos elementos negativos que ponen por los suelos el prestigio y la imagen que deberían tener esas dependencias encargadas de velar por la seguridad de los ciudadanos, aunque sí es necesario agradecer y reconocer el esfuerzo de quienes sí se esfuerzan por servir y proteger a la sociedad.

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