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Desde la frontera

Durango inaccesible

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Durango inaccesible

Romen García Arteaga

Los quince minutos que tardo caminando desde mi casa al trabajo, en la zona centro de la ciudad de Durango, son para mí un paseo. Pero cada vez que lo hago, no puedo dejar de pensar en quien vería durante ese trayecto una auténtica carrera de obstáculos.

Durango no es ciudad para las personas en silla de ruedas. Quienes tienen en ésta su único medio para trasladarse, no es que tengan dificultades, es que simplemente no pueden moverse en buena parte de la ciudad. Las banquetas son intransitables en la mayoría de los casos para ellas y ellos, el suelo de la ciudad es abrupto y las vías peatonales están llenas de obstáculos. Donde la mayoría vemos un árbol o una farola, las personas en silla de ruedas perciben un cartel que indica "no hay paso".

Es cierto que existen numerosas rampas que permiten descender con sillas de ruedas o carritos desde las aceras, pero lanzarse a una carretera en la que no hay un paso de peatones no parece una buena opción. En muchos casos, la única alternativa para una persona en silla de ruedas es transitar por la calzada. Y esa, desde luego, tampoco es la mejor opción para salvaguardar su seguridad.

Durango tampoco es ciudad para las y los adultos mayores, que precisan de una andadera o un bastón para moverse, por las mismas razones. Estas personas con movilidad reducida no siempre pueden ir acompañadas, con lo que se ven en muchas circunstancias con la imposibilidad de trasladarse en su propia calle.

Esta no es una ciudad segura para los peatones. Es frecuente verlos corriendo para cruzar una calle, por las escasez de pasos para peatón. Además, las alcantarillas sin tapa y huecos en el suelo son un peligro público muy habitual de encontrar en cualquier colonia y hasta en el centro. El acto de caminar sin mirar al suelo se convierte en una temeridad.

Invertir en un carril bici, como proyecta la actual corporación del Ayuntamiento, está bien y va en consonancia con el objetivo de reducir la contaminación que debe tener cualquier administración en la crisis climática que atravesamos. Pero invertir en accesibilidad está aún mejor. Pues se trata de una necesidad, una urgencia, para miles de duranguenses que durante demasiado tiempo han sido ignorados. Por más que no sea una mayoría, por más que no definan el sentido del voto en unas elecciones, la democracia consiste también en el respeto y la defensa de las minorías.

El próximo o la próxima alcaldesa de Durango tendrá que afrontar de una vez esta cuestión tan importante para miles de personas. Hay que repensar la ciudad, hacerla accesible para todas y todos. Hay que construir un Durango para las personas, para todas las personas. Para eso hace falta inversión, presupuesto y voluntad política. Que tomen nota los futuros candidatos y candidatas.

Escrito en: Desde la frontera ciudad, ruedas, Durango, suelo

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