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Nada personal

Tediosa cadena de mando

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JUAN MANUEL CÁRDENAS

La logística militar para aplicar vacunas ha exhibido lo excesivamente larga que es su cadena de mando, tornando un protocolo tan simple en un verdadero dolor de cabeza. Lo digo por experiencia.

A cinco grados centígrados pero con sensación térmica menor, un grupo de personas fue citado en el campo militar 5 de Mayo para que, previa resolución judicial, llevara a sus hijos a vacunar contra Covid-19 el pasado viernes.

Aclaro: la cita fue convocada por la Secretaría de Salud para estar a las 8 de la mañana en la puerta de acceso. Al comentarle a mis conocidos, coincidimos en el tanteo de que para las 10 de la mañana mi hijo y yo ya estaríamos degustando unas gorditas y platicando de la experiencia. Qué ilusos.

Diez minutos antes de la hora programada ya había una docena de personas avisando a los soldados de guardia los motivos de su presencia y pidiendo permiso para entrar. Ahí apareció el primer problema, porque resulta que el jefe militar encargado nunca fue notificado de que habría civiles para acceder a vacunación; por lo tanto, no había autorización para permitir la entrada.

En esa explicación estaba cuando, a bordo de un vehículo, llegó un militar vestido de civil con quien se puso a dialogar y le explicó la situación. Tras recibir instrucciones y la lista de sólo 34 personas que programadas para recibir el biológico, el encargado del acceso pidió a los menores y sus tutores regresar una hora después para preparar la logística de su vacunación y su acceso. Una hora.

Transcurrido ese plazo, una persona de la Delegación de Bienestar salió a notificar sobre la papelería que deberían llevar para poder aplicar las vacunas a los menores a los que se les concedió el amparo. Evidentemente, no todos la llevaban. Algunos lograron que se los enviaran por Whats, otros de plano no entraron.

Minutos después de las 9 de la mañana, cerca de 15 menores y sus tutores acompañantes ingresamos al patio del Batallón 62 y ahí vino otra sorpresa; al menos un centenar de militares y elementos de la Guardia Nacional estaban debidamente formados en espera de ingresar al comedor para ser vacunados. Así que nos formaron a un costado de este contingente para esperar a ser llamados.

Tras casi media hora bajo el sol, una señora se acercó con el militar encargado del control del personal en espera para ver si había la posibilidad de que pudiéramos llevar la espera en la sombra. El soldado accedió y bajo un gran pino, a las afueras del comedor a donde entraban filas y filas de personal castrense, porque obviamente se les privilegió inicialmente, transcurrieron poco más de dos horas de espera.

Impaciencia, dudas, molestia, hambre, prisa, ganas de ir al baño, frío, cansancio. Probamos de todo en el lapso de espera, pero lo que fue concluyente entre los diálogos de los adultos fue una cosa: el desinterés de este Gobierno por vacunar a los menores de 15 años. Lo que en otros países es actualmente una política en marcha, en México es una molestia.

A la par, estar tan cerca del comedor del Batallón 62 permitió conocer otras causas de la excesiva demora en la vacunación. En primera, la falta de comunicación entre el personal de la Décima Zona Militar que debía tener conocimiento de que habría civiles para recibir vacuna, que se les debía conducir al lugar destinado para este fin y, por consecuencia, tener las vacunas listas; en segunda, que uno tenía que pedir la autorización de un superior, que a su vez tenía que pedir autorización a otro y luego este igual. Y las respuestas fluyeron en este mismo orden.

Cerca de las 11:30 de la mañana los menores y sus tutores estábamos en fila para su registro con el personal de Bienestar, que por cierto eran sólo cuatro personas, y luego vino otra espera. Y es que resulta que para vacunar a militares, guardias, menores y adultos con segunda dosis había sólo una hielera guardando las dosis, que eran preparadas en las jeringas por dos personas, pero que eran aplicadas sólo por un elemento castrense. Es más, había más militares con tablas de control tomando nota del flujo de personas que el personal destinado a preparar y aplicar las vacunas. Inaudito, ahí estaba el cuello de botella.

15 minutos antes del mediodía, mi hijo recibió su vacuna. Después de que el encargado de aplicarla fue y vino a dejar las jeringas y agarrar otras, porque increíblemente no podía agarrar más de una ni nadie podía ayudarle a trasladar más a las sillas en la fila de vacunación.

La trompeta tocaba la Diana de Silencio cuando tomamos el camino de salida del campo militar, con hambre y fastidiados. A ver cómo nos va con la segunda dosis.

Twitter: @Juanma3009

Escrito en: Nada personal menores, militar, personal, encargado

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