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YAMIL DARWICH

Los mexicanos ya no somos los inmaduros democráticos del siglo anterior; ahora nos enteramos por las redes sociales, aunque también nos confunden con desinformación. Finalmente, tomamos nuestra decisión basándonos en información seria, obtenida en medios de comunicación éticos y fuentes oficiales confiables, caso de la Ratificación de Mandato.

La participación de 15 millones 700 mil, de 92 millones 823,326 mexicanos registrados, representó casi el 18% de todo el padrón electoral, claro reflejo de la inconformidad por la imposición de un proceso inútil, no solicitado, viciado desde el inicio, violando nuestra Constitución.

Los supuestos de obtener votos repartiendo dinero resultaron errados, aunque nueve de cada diez votantes dieron el sí, no participaron todos los 21 millones de "abonados".

Fue evidente el error de los asesores gubernamentales, quienes olvidaron analizar tropicalizando sus propuestas enajenantes a nuestra realidad; fallaron al aplicar la teoría izquierdista, las hipótesis mercadotécnicas populistas y la difusión de propaganda.

Erraron al evaluarnos como otros latinoamericanos -en Venezuela lograron el 70% de votantes acudiendo en 2004 y en Bolivia, en 2008, 83% en su proceso de ratificación-. Definitivamente nos diferencian cuestiones de educación y cultura, hechos que no tomaron en cuenta.

El cohecho aplicado entre los más pobres de México, fue ineficiente para despertar su interés por votar. Olvidaron que somos mucho más suspicaces e inquisitivos que otros con menor educación escolarizada y menor influencia cultural norteamericana.

Fue evidente la influencia del deterioro económico padecido, aún considerando al coronavirus y la economía mundial.

Disminuye la aceptación de AMLO, cayendo constantemente por el encarecimiento de la vida, la canasta básica familiar, combustibles, hasta la corrupta inseguridad. Imposible ocultar realidades y falsedades.

El costo del proceso se acercó a los 1,500 millones de pesos, un gasto exagerado, aún más cuando lo confrontamos contra la falta de medicamentos, reducción de presupuestos en distintos renglones -casi todos-, el deterioro educativo y el malestar general por la mala estrategia contra la inseguridad ... ¿complacencia? Simple: sin resultados tangibles no hay votos.

Quedó desenmascarado el equipo del presidente, con personas inadecuadas para ocupar puestos de alta dirección, mostrando sus debilidades como politiqueros oportunistas, hasta incapaces para capitalizar la repartición de dinero. Definitivo: no es lo mismo protestar que gobernar.

Quedaron en evidencia sus ministros y gobernadores; ninguno pudo alcanzar la cantidad de votos presupuestada, a pesar de los "empujones" presidenciales que quizá fueron tardíos, medidas urgentes y desesperadas al conocerse los números que pronosticaban fracaso.

El no votar más del 80% de los electores, puede interpretarse como "abstención de castigo" por la mala dirección del país; al menos indiferencia y carencia de interés ante las impopulares imposiciones.

Es otro abono al precio de elegir leales por encima de capaces y, desde luego, reclamo por los cambios políticos que los mexicanos no deseamos. Olvidaron aquello de "a fuerzas ni los zapatos entran".

Imposible continuar desoyendo denuncias de ladrones y abusadores, aún tratándose de familiares y cercanos. No olvidamos su campaña basada en combatir la corrupción y abuso de poder de neoliberales. Promesas vanas.

AMLO, debe analizar las causas del fracasado intento de fortalecer imagen y partido; comprender que, trascender positivamente en la historia nacional, debe construirse con trabajo eficiente a favor del "pueblo bueno y sabio" y atender su dolorosa realidad. Mantener la disparatada ruta hacia el utópico populismo puede ser su "Waterloo".

Sus declaraciones son de políticos de experiencia: "La democracia tiene que convertirse en México en un hábito. Eso nos tiene que ayudar a que nadie, en ningún nivel de la escala, se sienta absoluto. Que nadie olvide que el pueblo es el que manda, el pueblo pone y el pueblo quita, porque el pueblo es el soberano". Temo que "del dicho al hecho hay mucho trecho".

Otra declaración que desnuda al subconsciente: "Voy a seguir sirviendo hasta el último día de mi mandato y no me voy a pasar porque soy un demócrata y no estoy a favor de la reelección".

Ciro Murayama, enunció lo que consideró irregularidades del proceso: Incumplimiento del Congreso para expedir en tiempo la Ley de Revocación de Mandato. Asfixia presupuestal al INE y pretensión de la SHCP de dictar cómo debía recortar el INE su presupuesto para cubrir costos. Denuncias penales del presidente en contra de seis consejeros. Firmas falsas de "Que siga la Democracia" -unas 18 mil corresponden a fallecidos-. Decreto para modificar la Constitución y permitir a funcionarios hacer propaganda. Opacidad en la compra de espacios en espectaculares y promoción de revocación de mandato. Impugnación del Presidente ante la Corte, saltándose al Tribunal Electoral, sobre una medida cautelar dictada por el INE. Indebida intromisión de Morena en la difusión de la revocación, aún cuando la Corte prohibió a partidos hacerlo y el Presidente, el gabinete, gobernadores y legisladores atentaron contra el deber de neutralidad electoral.

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