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PADRES E HIJOS

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Cuando tenemos hijas o hijos que apenas cumplieron los 15 años, nos llegamos a cuestionar si a esa edad hemos hecho lo correcto para que nuestros vástagos crezcan y se desarrollen en el ambiente más adecuado y, sobre todo, con los valores que les servirán para salir adelante y hacerle frente a todo tipo de problemas sin nuestro apoyo y sin nuestra presencia en caso de que las circunstancias así se presenten, ya que no siempre será posible estar cerca de ellos o ellas, así que confiamos en que tendrán las herramientas para afrontar cualquier incidente o eventualidad.

Lo anterior viene a colación, amable lector(a), a raíz de una reflexión que escuché durante una ceremonia religiosa en la que el sacerdote oficiante hacía hincapié en la forma en que los padres nos esforzamos y damos la vida todos los días para que a nuestros hijos e hijas no les falte nada y que, principalmente, su existencia esté regida por normas dentro y fuera del hogar, ya que mientras los progenitores no impongamos o no fijemos límites difícilmente nuestros pequeños, pequeñas, adolescentes y adultos no aprenderán a valorar esas reglas y restricciones que no siempre son bien recibidas, en virtud de que se sienten atados o asfixiados porque no gozan de libertad total.

Y es que, según lo relataba el sacerdote, él se ha enterado de casos en los que jovencitos y jovencitas hasta se pelean con sus padres debido a que estos no les conceden permisos para salir con sus amigos o amigas a divertirse a los antros de moda, donde muchos de los asistentes no miden las consecuencias de sus actos ya que ingieren bebidas alcohólicas sin moderación, lo que en ocasiones -lo sabemos todos- no termina bien, sobre todo si alguno de ellos conduce un automóvil al salir del antro y en esas circunstancias, es decir, como se señala coloquialmente, "hasta las chanclas".

El religioso comentaba que es triste observar cómo algunos de esos adolescentes o apenas adultos no son objeto de regaños ni de llamadas de atención por parte de sus padres, una situación, dijo, que llega a afectar a los hijos e hijas cuando estos observan cómo a algunos de sus amigos o amigas los buscan sus progenitores al grado de que los esperan en el exterior de los antros para llevarlos sanos y salvos, con la tranquilidad de que llegarán con bien al hogar, donde estarán más seguros, lejos de los riesgos a los que se exponen cuando andan en la calle hasta altas horas de la madrugada.

Los padres, subrayaba el sacerdote, somos los encargados de que nuestros hijos e hijas se conviertan en personas responsables, en el sentido de que si se les cuida hasta con medidas que pueden llegar a parecer exageradas, lo cierto es que los progenitores saben lo que hacen porque han atravesado por un largo periodo de experiencias que les ha dejado la vida para aprender que es necesario imponer límites con el objetivo de prevenir accidentes y desgracias que pueden enlutar a una familia.

Mientras los adolescentes y adultos jóvenes que tenemos como hijos e hijas pueden llegar a pensar que somos unos tiranos y autoritarios que abusamos de la autoridad (discúlpenme por la redundancia) cuando les negamos un permiso para salir a divertirse hasta altas horas de la noche, lo cierto es que, en el fondo, los padres sabemos que el hecho de no dejarlos salir con algún amigo o amiga tiene razones de peso que no siempre pueden entender los vástagos, pues a estos lo único que les interesa en ese momento es estar con sus mejores cuates.

Además, los padres de familia tenemos un sexto sentido que se llama intuición y el que nos hace prender las alarmas cuando deducimos que cierta amistad es perjudicial y de mala influencia para nuestros hijos o hijas; sin embargo, ellos difícilmente entenderán nuestras razones para negarles un permiso, a pesar de todos los argumentos que nos puedan plantear nuestros vástagos para que cedamos ante la presión y sus berrinches para así salirse con la suya e ir a divertirse con sus amigas o amigos, al margen del lugar del que se trate.

Por todas las anteriores consideraciones, respetable lector(a), vale la pena reflexionar en que, más allá de todo lo que les podemos dar a los hijos en el aspecto material, el legado más valioso que les podemos dejar a los hijos e hijas son todos esos valores y principios morales, todas esas reglas y normas que en ocasiones les podrán parecer absurdas y exageradas.

Sin embargo, conforme vayan creciendo, les irá cayendo "el veinte", como se dice coloquialmente, de que todas esas restricciones tienen su razón de ser y su fundamento en la misión que tenemos los progenitores para cuidar y proteger a los que más queremos de todos los riesgos y peligros que ellos no siempre perciben porque carecen de la malicia y la experiencia que nosotros hemos acumulado a lo largo de nuestra vida.

Una vez que ellos contraigan matrimonio y formen un hogar, se darán cuenta de que todos esos regaños y todas esas negativas de los permisos que pidieron tenían un fundamento muy sólido, de tal forma que, seguramente, a ellos les tocará aplicar esas restricciones y límites que no tienen otra finalidad que no es otra que cuidarlos y mostrarles una mejor manera de disfrutar la vida, lejos de los excesos y de los peligros que los acechan lejos del hogar.

Escrito en: Padres e hijos hijos, esas, hijas, nuestros

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