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AMLO y Vidanta: amor con amor se paga

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AMLO y Vidanta: amor con amor se paga

AMLO y Vidanta: amor con amor se paga

CARLOS LORET DE MOLA

En México, las remuneraciones de asalariados han representado una proporción baja del PIB con una tendencia a empeorar. Según datos de INEGI, la participación de los salarios en el PIB cayó de casi 32% en 2003 a 28.6% en 2013 y a 26% al inicio de la presente administración. Durante 2019 se mantuvo, e incluso creció un poco hasta llegar a representar 31% en el segundo trimestre de 2020, probablemente como reflejo del importante aumento de los salarios mínimos.

Como en otras partes del mundo, en México, el deterioro de los ingresos de los trabajadores ha ido en paralelo con la instauración del modelo neoliberal y las crisis que este mismo propició. La apertura de la economía a finales de los años ochenta trajo empresas transnacionales innovadoras, que trastocaron derechos laborales para ganar competitividad. Las crisis económicas de esa década usaron como principal herramienta de política económica la contención salarial para reducir la inflación. Esto menguó el poder de negociación de los sindicatos, y a los pocos que se resistieron los aplastaron con la fuerza del Estado.

Al principio de los años noventa se formalizó la apertura económica a través del Tratado de Libre Comercio, donde el atractivo para la inversión extranjera era la mano de obra barata y el debilitamiento de los sindicatos. En estas dos décadas se intentó reformar la LFT a gusto de los empresarios sin lograr llevarla a cabo de manera completa.

Sería hasta los años 2000, bajo los gobiernos panistas que se avanzó en dicha Reforma, (Ley Abascal, Ley Lozano.) Toda la estructura del Estado funcionó para lograr concluir con la Reforma, desde los propios líderes sindicales corrompidos, el poder ejecutivo a través de la secretaría del trabajo, el poder legislativo, el judicial y los tribunales laborales. La nueva ley se basaba en los principios de la productividad, flexibilidad, movilidad y polivalencia.

Así mismo, redujo de manera significativa los principales derechos laborales, como son: una jornada determinada, organización sindical y protección ante el despido. También se avanzó en la privatización del retiro y se complicó la firma de contratos colectivos.

Se trataba de reducir costos para las empresas para hacerla competitivas en los mercados mundiales.

Uno de los efectos de esta embestida fue la reducción de la tasa de sindicalización de la PEA activa y el aumento de sindicatos de empresa. La PEA sindicalizada pasó del 17% en 2005, al 12.4% en 2020, manteniendo una alta fragmentación sindical, para impedir que sectores tan combativos como el minero, lograra unificar demandas.

En este contexto es importante destacar dos acciones en materia laboral que están en curso para fortalecer la capacidad de negociación de los trabajadores y mejorar sus ingresos y condiciones de trabajo. Uno, la reglamentación del outsourcing, mediante la cual sólo se permitirá la subcontratación de servicios especializados que no formen parte del objeto social ni de la actividad económica preponderante de la beneficiaria de estos, y siempre que el contratista esté registrado en el padrón público (artículo 15 de la Ley) y, dos, el impulso de una reforma laboral que permite que los agremiados voten de forma directa y libre por sus representantes, además de otras medidas que buscan fortalecer la representación sindical.

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En uno de los momentos más difíciles del sexenio, el empresario Daniel Chávez, dueño del gigante turístico Grupo Vidanta, lanzó un salvavidas al presidente López Obrador: días después de que se reveló que su hijo José Ramón vivía como millonario sin que se le conociera empleo, una empresa de la familia de Chávez emitió un comunicado diciendo que trabajaba para ellos en Texas.

Muy pronto se descubrió que se trataba de un empleo hechizo en una empresa hechiza: su página web tenía unas horas de haberse creado, se habían "pirateado" las fotografías de los proyectos inmobiliarios que promocionaba como propios, sus supuestas oficinas despertaron polémica por inconsistencias y no había registro de que el abogado José Ramón López Beltrán contara con la licencia de la barra texana para ejercer.

Daniel Chávez no logró lo que buscaba: desacreditar el reportaje que exhibía los lujos del primogénito del presidente. Pero lo intentó. Y para un presidente que le gustan tanto los "dichos", la intención es lo que cuenta.

Se ve que quedó muy agradecido con Daniel Chávez Morán, un hombre de negocios verdaderamente cercano a López Obrador: lo apoyó en sus aventuras de campaña y cuando finalmente ganó, AMLO lo invitó a la significativa cena privada en su departamento la noche del triunfo, lo integró a su consejo asesor empresarial y le encomendó supervisar el Tren Maya.

Así que bajo el manto del "amor con amor se paga", López Obrador ha correspondido a Chávez Morán su esfuerzo y lealtad en el caso de la "casa gris". Se ha emprendido desde Palacio Nacional una campaña de desprestigio contra los dos principales competidores de Grupo Vidanta: Grupo Xcaret y Grupo Palace.

Tan sólo en las semanas recientes, López Obrador ha atacado seis días a Xcaret en su conferencia mañanera, acusándolo de devastación ecológica. Incluso el vocero presidencial, Jesús Ramírez, tuiteó el 27 de abril acusando a Xcaret de "ecocidio". "La empresa perforó cenotes, desvió ríos subterráneos y creó canales artificiales", publicó el portavoz del primer mandatario mexicano.

En el mismo sentido, el pasado 25 de abril, un reportero de la conferencia mañanera del presidente acusó -muy al estilo de la mañanera- al dueño de Grupo Palace de haber recibido contratos por 178 millones de pesos en el sexenio de Felipe Calderón para hacer obras que nunca entregó. El reportero remató: "este empresario hotelero es uno de los ambientalistas altruistas que denunciamos hace 15 días y el cual aporta dinero a los que están en la campaña de oposición del Tren Maya". El presidente, quien le pidió repetir el nombre del dueño de Palace como para machacar, sentenció de inmediato: "es que se dedicaban a saquear, a robar y había impunidad". El empresario hotelero aclaró después, por su lado, que su negocio es meramente turístico y que jamás ha tenido contratos de obra porque no se dedica a la construcción. Nada que le importe a López Obrador: el golpe estaba dado. No faltará quien, con dos gramos de malicia, diga que pasó de presidente a cabildero de Vidanta.

Escrito en: historias de reportero López, Grupo, presidente, Chávez

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