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YAMIL DARWICH

Nayib Armando Bukele Ortez, de tan solo 40 años -nació el 24 junio 1981- es presidente de El Salvador desde junio del 2019. Considerado autoritario por sus opositores, ha tenido logros que le matienen con alta aceptación en su país.

De empresario a político, en unos cuantos años ocupa el primer puesto público de El Salvador y ejerce liderazgo con firme propósito: restablecer el orden.

Al ganar la presidencia, El Salvador, tenía la más alta estadística mundial de homicidios dolosos, con el permanente asedio de bandas criminales -sobresaliendo los "Maras" y "Barrio 18"-. Bukele lanzó el "Plan Control Territorial", estrategia de seguridad que redujó los asesinatos.

Es la cabeza del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional y el primer presidente que llega al poder sin pertenecer a los partidos tradicionales -ARENA y FMLN-, es señalado por intentar alcanzar el control total del poder político y utilizar métodos que atentan contra los derechos humanos. Recuerde que anteriormente los gobernantes fueron acusados de aliarse con grupos criminales.

Las quejas han resonado en el ámbito internacional, entre ellas, en la Comisión de Derechos Humanos y ante las recomendaciones recibidas, les responde que, ciertamente, se entienden como radicales, ganándose reproches al interior y exterior del país; sin embargo, no cede y combate con firmeza a los criminales, utilizando la fuerza del estado como arma contra la inseguridad y respondiéndole a la oposición.

La discusión del actuar del presidente salvadoreño está abierta, considerando aquello del "mal menor por el bien mayor", del filósofo cristiano Agustín, que disertó sobre "la naturaleza del bien".

Hasta ahora, su política antiviolencia ha dado resultados y ha encarcelado a miles de pandilleros, muchos de ellos traficantes de drogas, también a servidores públicos que, al parecer, transgreden la ley con ilegales componendas.

Vale la pena reflexionar su postura en el ejercicio de poder y liderazgo y contrastarlas con la mexicana, que ciertamente ha resultado desastrosamente ineficiente. Actualmente, nos acercamos a los casi cien muertos diarios por violencia y la cifra no sólo disminuye, sino que tiene tendencia a la alza.

Bukele es radical, sí; ¿firme?... también, aunque siempre apegado a las leyes de su país y sabe perfectamente que cualquier fallo de su parte dará oportunidad a la oposición para tratar de deponerlo -sin proceso revocatorio-.

Repasemos algunos de sus decires y actuares.

Acusa a los políticos de las administraciones pasadas: "En los gobiernos anteriores no solo les dieron armas a los pandilleros, sino que los entrenaron y les enseñaron a matar"- refiriéndose a los jueces que liberaban a detenidos.

Luego, sobre los terroristas que mantenían el temor: "¿Quién iba a decir que los que se jactaban de tener el control ahora se esconden como ratas?"

Refiriéndose al lema "Mano dura", que aplicó el anterior gobierno, declara haber detenido - en una semana- a seis mil pandilleros, ahora todos encarcelados.

Al recibir amenazas de desatar violencia social -de los criminales, por los arrestados- les responde: "paren de matar o ellos -los presos- también la van a pagar".

Ha calculado que aún hay unos 23 mil delincuentes sueltos y les advierte: "ustedes desatan una ola de criminalidad y nosotros quitamos la comida en las cárceles".

La ración en las penitenciarías es básicamente de tortilla y frijoles; anteriormente incluía proteínas animales -principalmente pollo- y ante las quejas y amenazas de desatar violencia responde: "hagan eso y no habrá un tiempo de comida en las cárceles" (...) "les juro por Dios que no comen un arroz".

A las madres de delincuentes, les advierte sobre el cuidado y control de sus hijos y les dice: "Entrar a la pandilla sólo tiene dos salidas: la cárcel o la muerte" (...) "porque siempre habrá una madre de un pandillero, un familiar, un amigo que no le va a gustar que limpiemos este cáncer". Recuerde aquella madre del Valle de México, declarando sobre la muerte de su hijo al intentar asaltar: "me lo mataron y él solo iba a robar". "¡Nada más!".

La respuesta a los grupos internacionales defensores de los derechos humanos no tiene desperdicio: "no me importa lo que digan los organismos internacionales, que vengan a proteger a nuestra gente, que vengan a llevarse a esos pandilleros si tanto los quieren, los entregamos todos". Sin respuesta.

Vale la pena reflexionar sobre las respuestas dadas por Bukele y las de nuestro presidente López Obrador. ¿Cuál es la mejor acción contra la violencia?; tenemos las dos alternativas: mano firme o ofrecer abrazos y recibir balazos.

¿Cuál es el mejor papel de los organismos defensores de los derechos humanos?, sin duda han quedado en la difícil posición de elegir entre: cuidar la aplicación de la justicia para el bien común y seguridad nacional o defender criminales, porque les pueden aplicar aquel refrán de: "cándil de la calle...".

¿Qué es justo?

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Escrito en: Diálogo presidente, Bukele, control, violencia

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