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Desde la frontera

(No tan) feliz día de las madres

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ROMEN GARCÍA ARTEAGA

El Día de la Madre es siempre una buena ocasión para agradecer lo mucho que nos han enseñado y siguen enseñándonos a quienes tenemos la suerte de que sigan con nosotros. Es una oportunidad para valorar su trabajo por sacarnos adelante, con esos esfuerzos casi siempre invisibles que marcan la diferencia. Una dedicación guiada por el amor, que sustituye muchas veces las necesidades de ellas como madres por la satisfacción y la protección de los hijos. Gracias, madres, por hacer que este sea un mundo mejor.

Sin embargo, me gustaría aprovechar este influjo de amor hacia nuestras madres, que se respira en el ambiente después de esta jornada de reconocimiento, para reflexionar como sociedad en el papel que tradicionalmente se les ha otorgado a ellas. Pues detrás del romanticismo con el que se cubre el reconocimiento a sus esfuerzos, se esconde una realidad terriblemente injusta que reproduce un sistema de cuidados soportado por y sobre las mujeres, prácticamente en exclusividad.

Son ellas quienes afrontan mayoritariamente la carga familiar, en lo que tiene que ver con el cuidado del hogar y sus habitantes. La Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo realizada por el INEGI en 2019, reveló que las mujeres mayores de 12 años dedicaron el 67% de su tiempo laboral a la semana al trabajo no remunerado en los hogares, mientras que esta cifra en los hombres disminuyó hasta el 28%. En promedio, las mujeres habrían aportado en este concepto 39.7 horas a la semana y los hombres 15.2. Sumando las horas de trabajo dedicado al hogar y al mercado, a nivel nacional, las mujeres habrían trabajado de media 6.2 horas más que los hombres. Estadística que se agrava en Durango, donde la dedicación femenina habría sido de casi 8 horas más de trabajo a la semana.

Estos son solo algunos datos que reflejan la enorme brecha que sigue existiendo hoy entre hombres y mujeres en el país. Pero hay muchísimos más y un análisis de indicadores en cualquier ámbito nos llevaría a la misma conclusión: la lucha contra la desigualdad de género es uno de los retos más importantes de la sociedad del presente.

En este sentido, se hace necesario, desde mi punto de vista y en consonancia con las recomendaciones que hace ONU Mujeres, dos cosas. En primer lugar, que ese trabajo doméstico no remunerado pase a ser remunerado. Es posible estimar la aportación económica de esta ocupación y esta debe ser compensada económicamente a las mujeres que la realizan. El segundo paso, quizá más complicado, consiste en la deconstrucción de la masculinidad tal como se ha venido entendiendo desde una visión patriarcal. Las labores de cuidados, tanto del hogar como de los familiares más vulnerables, deben dejar de recaer exclusivamente sobre las mujeres. Fomentar la corresponsabilidad de los hombres debería ser un síntoma de la modernidad. Hay que arrancar de raíz esa idea del pretendido feminista que "ayuda en casa", como si no viviera bajo el mismo techo que aquella mujer a la que supuestamente ayuda y no tuviera, por tanto, idéntica responsabilidad sobre el estado del hogar.

Caminar hacia una sociedad igualitaria exige que ese esfuerzo que con tanto entusiasmo valoramos de nuestras madres -y las mujeres en general- un día al año, empiece a ser recompensado y compartido. Nosotros, como hombres, debemos entender que la mejor manera de ayudarlas es asumiendo la responsabilidad que nos corresponde. Ni más ni menos.

Escrito en: Desde la frontera mujeres, trabajo, horas, madres

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