Cien años celebrando el día de las madres en México
En nuestro país, fue un 13 de abril de 1922 cuando en la primera plana del periódico El Excélsior, en ese entonces dirigido por Rafael Alducín y con el apoyo de la Iglesia Católica y la Secretaría de Educación Pública, se hace la propuesta de destinar un día para conmemorar a las madres de familia, destinando el día 10 de mayo de ese mismo año para tal celebración. Dicha celebración buscaba enaltecer el papel de la madre sufrida, sacrificada y abnegada, la figura del ángel del hogar, aquella cuya más alta función se encontraba en dar a luz y educar a los hijos; de modo que esta "celebración" surge más como un contraataque al fuerte activismo a favor de los derechos de las mujeres que desde 1916 había comenzado a cobrar fuerza en nuestro país tras la realización de la Convención Feminista de Yucatán, donde se buscaba la integración de la mujer en la vida académica, política y laboral, siguiendo los movimientos feministas que desde mediados del siglo XIX habían surgido con gran impulso principalmente en Europa y Estados Unidos y cuya referencia más importante estaba en países como Finlandia y Nueva Zelanda donde las mujeres ya participaban en la vida municipal.
Como es sabido, esta celebración se terminaría arraigando de manera tan exitosa, que con el paso de estos cien años varias generaciones de mexicanos hemos sido entusiastas partícipes de tales festejos.
Durante este tiempo se ha modificado la forma de celebrar a las madres en casa, al principio, lo común eran reunirse en familia y disfrutar de un delicioso menú que, por cierto, la festejada preparaba; conforme crecían las familias, y se adicionaban yernos, nueras y nietos, era mucho mayor el trabajo que había detrás de esa gran comida familiar. Con el tiempo, los ritmos y costumbres cambiaron, de modo que se volvió algo frecuente y bastante considerado, llevar a las mamás a comer a un restaurante. Luego, dado lo concurridos que se veían estos establecimientos, se comenzaron a ver sobrepasados dada la cantidad de comensales, de manera que era frecuente salir inconforme por la comida y el servicio, pues los restaurantes no estaban preparados para atender las grandes cantidades de familias que deseaban agasajar a las numerosas festejadas que, inclusive debían esperar hasta una hora para ser acomodadas en su mesa. Sin duda, este tipo de situaciones ha hecho que muchos regresemos a celebrar en casa, lo que ha hecho propicio voltear hacia nuestra cocina tradicional, y si bien no cocinamos todo un menú para un batallón, ahora buscamos agasajar a nuestras madres con aquellos platillos que tienen un significado especial para ellas, ya sea porque nuestras abuelas los preparaban o simplemente porque a ellas les evocan un buen recuerdo.
Estas costumbres y tradiciones abonan en mucho a la permanencia de nuestra cultura gastronómica, pues como es bien sabido hay platillos que solo se preparan para celebraciones, de modo que desde que somos pequeños comenzamos a relacionar ciertos platillos con determinadas fiestas y esto asegura que permanezcan las tradiciones, pues cuando ya adultos nos toca decidir lo que ofreceremos en una celebración, naturalmente seleccionamos esos platillos que están vinculados con el festejo y tienen un lugar especial en nuestros recuerdos.
Como los aniversarios se prestan para la reflexión, es preciso darnos cuenta cómo cambió el significado de una celebración que en su génesis buscaba el reconocimiento de las madres trabajadoras y que con el paso de los años se convirtió en una oportunidad perfecta para mejorar los ingresos de los diferentes comercios y servicios. De esta celebración, considero que hay que tomar lo mejor, y sí, reunirnos en familia y disfrutar los buenos momentos, pero también, recordar su origen revolucionario.
*Conservatorio de la Cultura Gastronómica Mexicana capítulo Durango.