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YAMIL DARWICH

"Esto es la lucha por el poder, que nadie se sorprenda de que yo haga cualquier cosa que tenga que hacer para mantener el poder", son las palabras que repetidamente pronuncia AMLO, según Salvador García Soto, periodista del Universal.

John Emerich Edward Dalberg Acton, -1834-1902- historiador y político inglés, acuñó la frase "el poder corrompe"; más tarde se agregaría "y el poder absoluto corrompe absolutamente".

La necesidad de limitarles el poder a los grandes líderes del mundo tiene su origen en el conocimiento, por la experiencia, de que siendo personas con una psique que conoce el camino del bien, también saben que a través del actuar mal se obtienen triunfos políticos y placeres de la vida; es eso que le llaman "debilidad humana" y que, a lo largo de la historia, ha creado a grandes abusadores, no solo en la vida pública, también en la religión y en su desempeño en el medio privado.

También en una involución natural; la historia del mundo ha dejado experiencias del cómo puede desviar deseos y propósitos de aquellos que tienen capacidades y llegan al poder.

Los primeros líderes sociales se transformaron en reyes, muchos justificando su "derecho" por ser "descendientes de dioses"; otros, más prácticos, cuando comprendieron que el poder de la fuerza pertenecía a su soberano, encontraron su hueco de oportunidad; así, porque los monarcas o faraones eran descendientes de la divinidad, los astutos, simple y sencillamente se comunicaban con Dios, quien les daba encargos y comunicados sobre qué hacer y a quién obedecer.

Ya desde entonces, los mejor ubicados socialmente supieron encontrar huecos de oportunidad y encontraron en la riqueza el medio para ejercer poder.

Con el dinero podían armar ejércitos que apoyaran o destronaran a favorecidos; la posibilidad de administrar los bienes obtenidos -muchas de las veces con abuso- y repartirlos según fuera su conveniencia; alimentar al pueblo, aunque alguien debía pagar con creces; o sostener al líder en cuestión al frente del grupo social, quedando así un contrato de perversidad entre los poderosos.

Ni caso tiene mencionar quienes pagan el costo de tales contubernios.

Aparecieron muchos movimientos sociales, algunos de ellos armados y con violencia, buscando la justicia social que, en términos simples pretende encontrar cómo "hacer llegar el mayor bien al mayor número de personas" y de nuevo apareció el lado oscuro del ser humano. Recuerde aquello muy politiquero mexicano: el "quítate tú, para ponerme yo".

Desde luego que con la experiencia aparecieron formas de autoridad y gobierno que pretendieron repartir mejor la riqueza; entre los mejores ejemplos del mundo moderno están los movimientos sociales ruso, francés y norteamericano, dándose junto a ellos muchas revueltas que finalmente fracasaron.

Sin embargo, con lentitud y paso de los siglos, se fueron conformando dos sistemas opuestos: el comunismo -URSS y China- y la democracia occidental.

Las diferencias entre comunismo -izquierda- y la democracia -derecha- están en el control sobre la economía, producción y distribución de los recursos. Los comunistas buscan acaparar para después repartir y los democráticos defienden la libertad de poseer y utilizar sus propiedades según convengan a intereses individuales.

De nuevo aparece la ansiedad por el dominio y la búsqueda del poder absoluto; los de la izquierda, estableciendo dictaduras disfrazadas y los de la derecha creando instituciones de control que, por lo común, ellos mismos administran, usufructan y aprovechan para su beneficio. El pueblo siempre pierde.

En todos los casos, los administradores de poder se han contaminado con él y han caído en la tentación de acumularlo para sí mismos; es un mal que impide que uno u otro sistema lleguen a beneficiar con todas sus posibilidades a las mayorías.

Entre todos los sistemas políticos, en nuestra cultura ha quedado establecida la democracia -el poder del pueblo- como medio de organización de la sociedad que busca encontrar la fórmula para impedir el control absoluto.

Así, se ha dividido esa autoridad en tres grandes poderes: el ejecutivo, que administra los bienes comunes procurando la mejor distribución, escuchando, analizando y atendiendo lo que quiere la mayoría; el legislativo, que busca como asegurar que las leyes se cumplan; y el judicial, que mantiene el orden de la sociedad combatiendo lo ilegal.

La mala noticia: como siempre, desde la aparición del hombre, el lado malo de nuestra mente ha logrado corromper a los líderes, quienes, comúnmente, abusan del puesto que les encomendaron y algunos, sin freno espiritual y con poder acumulado, son ejemplo de la llamada maldad. Ellos, generalmente, se han transformado en dictadores sanguinarios, abusadores, empobrecedores de pueblos y capaces de someter con violencia todo intento de cambio o derrocamiento.

Esta entrega del Diálogo, tiene el propósito de reflexionar -juntos- lo altamente peligroso que sería caer en un México con el control del poder acumulado en una sola persona. ¿Usted sabe quién? Actuemos responsablemente.

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Escrito en: Diálogo poder, control, medio, grandes

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