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El menos común de los sentidos

Reflexiones de una elección I

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Reflexiones de una elección I

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EDUARDO RODRÍGUEZ

Hacer política o participar en ella debería de ser sinónimo de ayudar, construir, servir, hacer lo que se tenga que hacer en la búsqueda del bienestar de una comunidad. El poder repre-sentar a las personas debería comprometer a todos los que aspiran a servir a la sociedad ya que su voz habla por todos los que confiaron en ellos.

La encomienda que tienen los gobiernos para regir la vida de las personas en esta sociedad solo puede materializarse porque existe un pacto institucional -y moral- que les delega esa enorme responsabilidad. Quienes deciden que la política es su vocación no deberían dejar de ver a las personas, de conocer sus historias y caminar hombro a hombro con ellas. No deberían de olvidarse de ninguno de los rostros que conocieron en campaña, ni echar en saco roto las palabras y peticiones que escucharon recorriendo las calles. La gente, ávida de una mejora sustancial en sus vidas, ha depositado su esperanza en ellos.

El acuerdo tácito que se crea cuando la gente vota por un gobernante es la voluntad de las personas aceptando dotar al Estado con poder para crear instituciones, para protegernos y, también, para realizar las acciones necesarias que nos beneficien a todos. Quienes ocupen cargos dentro del Gobierno se deben a la misma sociedad; sería un grave error olvidarlos en el ejercicio del poder. Pero sí, muchas veces ha pasado. No hay nadie más desconectado con este contrato social que los políticos en el poder.

El Gobierno debe conformarse por los mejores perfiles y dejar de lado los compadrazgos, ya que son estos últimos -en su mayoría- quienes más fácilmente padecen de amnesia al sen-tarse en la silla principal de las oficinas gubernamentales y dejan al final de su lista de prioridades la actividad más importante; inclusive, pudiese decirse que olvidan su razón de ser: regresar a cumplirles a las personas que los eligieron.

Al caminar las calles de los barrios y colonias de Durango durante esta elección, tuve la for-tuna de platicar con duranguenses que me dieron varias lecciones, pero creo que la más importante de ellas es que la vida sigue, con o sin el apoyo necesario de quienes juraron protegerlos, con o sin la empatía necesaria de quienes nos gobiernan; saliendo adelante solo con la tenacidad que caracteriza a la gente de esta tierra.

Gaby, por ejemplo, es una mujer de unos 40 años aproximadamente; la conocí el día que había ido a concursar para ganarse un lugar en la cocina de una cadena de tiendas de autoservicio próxima a inaugurarse en su colonia. Me platicaba que, junto con ella, por lo menos otras tres vecinas de su misma calle habían participado en las pruebas para seleccionar quién se quedaría con la jefatura para despachar alimentos a los empleados de la tienda. Pero lo que se me quedó más grabado de nuestra charla es que me dijo: "Güerito, ahí lo espero el próximo mes, ahí me va a ver pero si Diosito no me quiere ahí, lo veo aquí en mi casa para prepararle los mejores chiles rellenos que ha probado, a ver qué más venden las vecinas, yo no me voy a quedar cruzada de brazos, mis hijos me necesitan".

Ramón es un señor que tiene más de 30 años queriendo pavimentar su calle, pero no sólo por su comodidad, sino porque el hijo de una vecina suya vive con una discapacidad motriz y utiliza silla de ruedas. "Imagínese lo difícil que es vivir hasta acá arriba, y luego empujando por el cerro una silla entre piedras y hoyos, eso sí esta canijo", fueron sus palabras.

Y así, como las de ellos, hay miles de historías más. Me da mucho orgullo y mucha inspira-ción cómo, desde donde pueden, las personas dan todo de sí para no conformarse con los servicios y políticas del Gobierno. La desconexión existente entre quienes ostentan el poder y quienes sufren sus desatinos no detiene a estas personas a buscar mejorar su comunidad, ayudar a sus vecinos y ponerles el ejemplo a las personas que están dispuestas a escuchar-las.

El reto es muy grande para los gobiernos estatal y municipales próximos a iniciar; la vara está muy alta y no la pusieron quienes "gobiernan". La vara la han puesto aquellos a quienes el Gobierno les falló. Y es solo involucrando a esas personas y seleccionando correctamente a quienes conformarán el Gobierno como se puede empezar a construir una nueva realidad y un mejor Durango.

@eduardguezh

Escrito en: El menos común de los sentidos quienes, personas, Gobierno, silla

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