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Un año lleno de esperanza

PADRES E HIJOS

Un año lleno de esperanza

Un año lleno de esperanza

IGNACIO ESPINOZA GODOY

En cada año que comienza, los padres de familia reflexionamos en torno a lo que nos deparan los siguientes 365 días, con todo lo que representa por nuestra situación en los diferentes aspectos, pero sobre todo por lo que deseamos en el ámbito del bienestar de los hijos. Sin embargo, generalmente, nos invade una sensación que involucra a la esperanza en el sentido de que todo lo que nos acontezca sean hechos positivos y bendiciones, además de que lo negativo o aquello que salga de nuestro control lo sepamos asimilar y aceptar, para reconocerlo como parte de las experiencias que son inherentes a la existencia.

Por supuesto que enfrentamos el inicio del año con una actitud positiva, de optimismo, de confianza en que con base en factores como el amor, la solidaridad, la disciplina, la constancia, la responsabilidad y el respeto hacia los demás es como saldremos adelante de la mejor manera, pues de otra forma, sin este tipo de elementos, no sabríamos cómo afrontar la existencia ya que sólo quien se encomienda a esa fuerza superior, al Todopoderoso, con la intención y el ánimo de que todo resulte bien, seguramente, los resultados serán más favorables que adversos.

Está más que demostrado, amable lector, que sólo quien empieza un día con la idea firme de que, con el respaldo del Creador, recogerá frutos positivos, y con la disposición y la acción para que así suceda, lo más seguro es que obtendrá lo que busca, siempre con esa actitud de esfuerzo, de trabajo y de responsabilidad, pues quien espera a que todo caiga del cielo como por arte de magia lo más probable es que no recoja algo ya que todo lo bueno que se tiene es resultado de la acción, de la actividad constante, lo que se refleja en lo que se cosecha diariamente.

Con cuánta frecuencia vemos y escuchamos a mucha gente decir que no sabe qué esperar del año o del día que inicia, además de lamentarse en el sentido de que todo le sale mal, por lo que mejor decide seguir con esa actitud, contagiando a los demás con ese pesimismo. Sin embargo, no observamos que hagan algo para salir de ese hoyo, así que lo mejor es no engancharse para no ser presas de esa misma actitud que sí puede contaminarnos, de ahí que lo más recomendable es guardar distancia de esas personas después de que ya hicimos lo posible por tratar de ayudarlas y no vimos que pusieran algo de su parte para avanzar.

Quienes, por otra parte, adoptamos una actitud completamente distinta, con la certeza de que nos esperan cosas buenas porque así nos mentalizamos, pero que, además, nos pueden surgir inconvenientes, sabemos que lo que sembramos vamos a cosechar, lo cual se refleja efectivamente en esos resultados positivos que nos confirman, una vez más, que mientras más nos esforcemos por alcanzar las metas propuestas, más pronto lo lograremos, en beneficio personal y de la familia que nos rodea, ya que al final de cuentas son ellos nuestra principal motivación para que así ocurra.

La esperanza, estimado lector, tiene que ir aparejada de una acción, de un ir y venir para que ese objetivo se materialice, pues si estamos con la expectativa de que las cosas sucedan por sí solas nos llevaremos una gran frustración y decepción ya que cada logro es resultado de un esfuerzo diario y constante que le imprimimos a esa actividad para que al final se convierta en el fruto de lo que nos trazamos mentalmente con la intención de que se traduzca en algo posible y tangible en ocasiones cuando se trate de metas materiales.

"A Dios rogando y con el mazo dando" es un refrán muy popular y que se podría aplicar perfectamente al tema que abordamos en esta columna, pues si deseamos algo con muchas fuerzas, no basta pedírselo al Creador, sino que hay que también poner mucho de nuestra parte para que ese objetivo podamos alcanzarlo ya sea en el corto, mediano o largo plazos, ya que por obra divina no se van a conseguir los propósitos que nos hayamos trazado, sino mediante una serie de acciones constantes que, unidas, dan como resultado la consecución de la anhelada meta.

La esperanza en que durante el año al que apenas le hemos descontado dos semanas se traducirá, pues, en que nos forjemos objetivos para que tengamos los satisfactores básicos para la subsistencia pero, además, al mismo tiempo, nos tracemos pequeñas o medianas metas, todas alcanzables, para que ese estado de bienestar familiar sea permanente en la medida de lo posible.

No se vale pensar que la Divina Providencia nos abastecerá de todo lo que necesitamos para salir adelante, sino de encomendarnos al Todopoderoso con la mentalidad de que con su ayuda y nuestro esfuerzo diario, con base en el trabajo honesto y responsable, esa esperanza de un menor nivel de vida lo alcanzaremos sólo a través de nosotros mismos, y no mediante lo que podamos obtener de los demás.

Escrito en: Padres e hijos esperanza, pues, actitud, sino

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