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Vivencias del Francés

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EL SIGLO DE DURANGO

Fue en septiembre de 1959 cuando mi mamá me llevó por vez primera a un colegio muy grande ubicado en

Gómez Palacio. Inició entonces una etapa educativa en mi vida que finalizaría doce años mas tarde en junio de 1971.

¿Qué sentimientos y pensamientos tuve en aquellos primeros años de primaria? Ciertamente de miedo, temor e incertidumbre, por algo que, en mi visión infantil, consideraba cercano a un abandono. Con el paso del tiempo, esta percepción inicial fue transformándose hasta convertirse en uno de los períodos mas felices de mi existencia. El compañerismo, la disciplina y el cumplimiento de los deberes escolares fueron determinantes para ese cambio.

El ejemplo del fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, San Juan Bautista de la Salle, el Himno Lasallista como fuente de inspiración y las enseñanzas del Francés de La Laguna, se grabaron en mí como un tatuaje. Tornándose al mismo tiempo en un faro de luz que con sus principios y valores me ha iluminado un sinnúmero de circunstancias, tanto familiares, sociales, empresariales y en la construcción de grandes amistades. También, fueron claves para establecer en mí, las nociones primeras de un Ser Supremo, creador y rector de los destinos humanos.

Recuerdo especialmente el edificio de la antigua primaria, sus arcos y su campana, sitio que visité con frecuencia por mi comportamiento inquieto que aún conservo. 'Visitas' que en ocasiones hube de sufragar con 'Vales' o con detención por algunas horas o días. De aquella época, son para mí inolvidables los lunes, con todos los alumnos en uniforme de gimnasia: pantalón blanco, cinturón negro, camisa azul y el escudo del IFL; zapatos negros boleados y todos alineados con un brazo de separación entre uno y otro en la llamada 'tercera distancia'. Todo ello bajo un orden absoluto pues, ¡Ay de aquel que hiciera algún relajo!, porque llegaba nuestro prefecto, el Señor Sánchez en primaria, el Señor Sámano en secundaria y el Mate Don Lorenzo González o El Señor Camino en prepa a poner orden y pasarnos lista.

Conservo vivas imágenes de los días en que vestíamos el uniforme de gala, nos sentíamos 'lo máximo'. Este traje servía tanto para el colegio y los recitales como para los primeros bailes ya en prepa, una prenda verdaderamente multiusos, pues era posible quitar los 'golpes' como se llamaba a las insignias y ornamentos para quienes integraban la banda de guerra; las hombreras y la cinta blanca del pantalón, habilitándole así para todo tipo de fiestas: primeras comuniones, confirmaciones, navidades, etcétera.

Grandes recuerdos tengo de los personajes que poblaron el entorno escolar sin ser parte de la planta docente: de Don Ciri, el Croc, el Garras, Don Cosme, Doña Jose y su hijo Chuy, Inés y Licha, todos ellos con la venta de chuchulucos típicos de aquella época: motitas, totitos, toficos, jícamas, cocos, burritos, nieve de garrafa, donas y un sinnúmero de golosinas más. En esa época de primaria, fui por un tiempo medio interno, permaneciendo en el colegio al mediodía y haciendo ahí la comida con la mamá de la señorita Carmelita, a quien llamábamos 'La Abue', que nos ofrecía comida corrida, muy rica, más aún cuando el puchero tenía tuétanos.

La escuela primaria fue también el momento de inicio de otro tipo de adiestramiento: el de las actividades deportivas. Aprender a jugar basquet, futbol, futbolito y otras aficiones no tan refinadas, pero igual de divertidas: trompo, balero, yoyo, canicas en sus distintas modalidades - el Pocito o el Círculo que, jugado con tu tirito, por lo general la canica preferida - ésta, como consecuencia del uso, mostraba las huellas del uso quedando cascada de tantos golpes. Cada canica tenía una denominación: había de flor, las pericas, las matalas, y su valor específico fue la base para aprender a contar mentalmente y a negociar con los compañeros

Así mismo, la famosa Rayuela, esa si, sólo para campeones. Todos estos juegos tenían su época o temporada que no duraban más de dos meses. Terminaba cuando venía la siguiente ronda. Recuerdo también las mochilas de cuero que regalaba el chocolate Milo. En formación, nos ofrecían un vasito con hielo frapé, leche condensada y ese polvo con sabor riquísimo. Los ganadores de las mochilas eran los mas aplicados del salón, situación que me causaba envidia, pues solamente Zepeda, Félix, Meza y el Pitillo eran los merecedores de ellas. Aunque debo confesar que siempre obtuve ¡10 en recreo!

La formación para abordar los camiones era todo un evento cotidiano, así como las mil aventuras vividas en el trayecto. Las diferentes rutas para quienes vivíamos lejos de la escuela partían del lugar en donde existió un frontón y al lado, una tienda estratégicamente ubicada con venta de dulces y donas. El equipo de choferes era coordinado por el Señor Careaga, popularmente conocido como 'Pito Careaga', pues portaba un silbato con el que nos propinó memorables cocos. Estoy convencido que gracias a esos recordatorios que me conminaron a portarme bien 'estoy como estoy'. De tantos de ellos que fui merecedor, se desconectó mas de una neurona. De ahí mi comportamiento errático y fuera de lo normal en acciones personales, que el resto de mis compañeros jamás se atrevieron a hacer.

El mismo Señor Careaga llegó a ser conductor sustituto cuando Mundo - el chofer titular - se ausentaba para traer de México a Torreón vehículos de alguna agencia automotriz. El Caperuzo fue el chofer del autobús número 6 que cubría la ruta a Torreón Jardín. Recuerdo que en el camión 'chato' designado con el número 2 teníamos la costumbre, al pasar el ultimo bordo del puente naranja, de levantarnos todos y gritar: ¡Aaaaay!, para inmediatamente después, permanecer en silencio sentados, hasta llegar a las paradas de destino correspondientes.

Hoy, 60 años después, aún conservo a entrañables amigos, a quienes conocí desde el primer día de ingreso con quienes tengo un trato frecuente. En nuestros reencuentros, evocamos múltiples recuerdos de aquella época. Algunos de ellos tienen un tinte trágico y doloroso, como el de aquel accidente funesto en el que nuestros compañeros Zúñiga y Calleros perdieron la vida al ahogarse en el Nazas. Varios de nosotros fuimos testigos de este fatal episodio. Vaya para ellos y sus familias una oración. Que en paz descansen.

Una circunstancia especial de aquellos años tengo también en la memoria. Fue entonces cuando llegó a la escuela un compañerito llamado Mario Díaz Díaz. De origen cubano, su familia se vio obligada a abandonar la isla de Cuba huyendo del régimen comunista instaurado por las fuerzas revolucionarias encabezadas por Fidel Castro. En realidad, no teníamos la mínima idea de lo acontecido en aquella tierra. Lo mismo me sucedió cuando estando en 4º o 5º de primaria corrió la noticia del asesinato de John F. Kennedy. Por alguna razón que aún desconozco, me impactó muchísimo.

Entre las 'proezas' de aquellos años existió una que realizábamos para emular y sentirnos uno de los héroes de la infancia: Tarzán. Consistía en transitar desde la primaria hasta la secundaria por los pinabetes plantados entre el estadio y el campo de futbol número uno. Quien lograra recorrerlo en menor tiempo era el triunfador. No está de sobra señalar que varios compañeros sufrieron fracturas de brazo o descalabros. No obstante, era de las actividades mas desafiantes y buscadas.

Fue en ese corredor donde estuvieron instalados los tubos para el espiro. Nuestros nudillos y manos quedaron 'peladas' de tanto golpear esa dura perilla de cuero y la correa que sujetaba el balón ¡Tremendos machucones sufrimos también golpeándole para ponerla a dar vuelta! El Chinchilaguas o el Belit, ¿quien no recuerda haberlos jugado? En el primero, una contusión en la columna era el riesgo si un gordito caía encima, y en el Belit, una severa lesión en el ojo. Y finalmente, la memoria de una de las sanciones mas temidas: limpiar los campos de futbol de toritos, las diminutas plantas silvestres secas con múltiples picos que se adherían a los calcetines y pantalones clavándose en la piel. La cuota era recolectar entre cien y doscientas de ellas como castigo. Por algo, el césped de los campos lucía mas limpio que el del Estadio Corona.

LA SECUNDARIA

Una nueva etapa, diferente e intensa, inició al entrar a la secundaria a la par de un sentimiento diferente: sentirnos grandes, dueños de un espacio educativo inmenso y flamante. Dos pisos al centro y tres niveles en los costados en donde se alojaba la enfermería. Un escudo de la escuela entre las jardineras del patio donde nos formábamos al sonido del timbre o del silbato del Señor Sámano. Corríamos para estar formados, y si todo nuestro grupo era el primero, el eventual premio con 'vales' o con 'minutos'. Con la acumulación de estos 'premios', podíamos, en un momento determinado, realizar un canje por distintos beneficios para todo el salón.

Grata memoria conservo de nuestros maestros de entonces: 'El Biólogo' Juan José Álvarez Muñiz y su hermano 'El Geógrafo', quien en una ocasión me propinó sonora cachetada, lanzándome contra el filo de una ventana y ocasionándome una apertura en la ceja. Aun llevo una cicatriz como recuerdo. En esos años, descubrí las matemáticas, impartidas por el Señor Becerra, un gran maestro y educador a quien recuerdo con gran aprecio, de igual forma que al Señor Magallanes, al Señor Saucedo, al Señor Grandío y a las 'Misses' Arellano y Ortiz.

Otros memorables personajes nos acompañaron en nuestras andadas de esa época: Secundino, quien fungía de cobrador en la escuela; 'El Plástico', famoso personaje con su bolería a la entrada de la secundaria; Mike, el peluquero del internado; Rodolfo, quien sacaba los esténciles y copias en mimeógrafo. En alguna ocasión, confieso ahora, pudimos ver donde tiró los usados para los exámenes y conocer con antelación las preguntas y por supuesto sacar excelentes calificaciones.

Junto al edificio de la secundaria, cruzaba una acequia de la peluquería al establo y a la parcela cultivada bajo la supervisión del Señor Villalba y del Señor López. Ahí se desplataban las bardas de adobe que circundaban estos predios, tanto de los campos de futbol de tierra por la alberca, como en los linderos con el colegio Villa de Matel. Tenían una altura no mayor a un metro y ochenta centímetros. Nunca nos faltó ingenio para saltarlas e irnos 'de pinta', ya fuera al barrio de Trincheras o a Lerdo.

PREPARATORIA

Pertenezco a la tercera generación educada ya, en un programa de tres años para el bachillerato. Fue entonces cuando iniciamos el largo camino de ir a tardeadas y bailes. Formábamos grupos por cada salón o por cada colonia donde vivíamos. Asistimos muy frecuentemente a estas actividades 'en bola'. En octubre de 1968, se realizaron los Juegos Olímpicos en nuestro país. De nuestros compañeros, asistieron solamente quienes eran miembros del grupo de los 'Boy Scouts'. Los que nos quedamos - la inmensa mayoría -, tuvimos la oportunidad de ver esos Juegos en las primeras trasmisiones televisadas a color, pues en esa época se puso a funcionar en toda la República la trasmisión por microondas. Un mes antes, una enorme creciente del Nazas, producto de una inusual temporada de lluvias, había causado serios estragos en la Comarca.

En segundo de preparatoria, como consecuencia de una riña, mis papás decidieron que lo mejor era que estuviera interno. Creo que fue una de mis mejores épocas en el IFL, ya que hice muy buenos amigos y compadres como Juan Fernando Barraza, Goyo Muñoz, Luis Garza Verástegui, Gustavo Dávila del Real, Curro Borrego, Pepe Torre, Jorge Gil San Román, Neto Balderas, Los Medrano, Milton Ballesteros y muchos queridos amigos mas que afortunadamente conservo hasta el día de hoy.

Practicamos todos los deportes: en futbol, entrenados por el Sr. Sepúlveda, basquetbol con Chon Muñoz, natación con el Sr. Saucedo, tumbling con el Señor Magallanes y aunque no jugué jamás futbol americano, presencié con gusto los entrenamientos dirigidos por el Teacher Ríos. Asimismo, pude realizar las actividades de atletismo bajo la mirada y conocimientos del Señor de Pablos. Toda una amplia e intensa actividad deportiva.

Para quienes estuvimos internos, las actividades deportivas fueron una oportunidad de salir del colegio frecuentemente a distintas competencias y ver a las chavas, pues la salida programada y permitida era únicamente los domingos para ir al cine, debiendo regresar, a más tardar, a las 8.30 p.m., tiempo escaso pero suficiente para ir también a la Morelos. Asistimos, bajo un pretexto u otro, a los bailes de coronación o kermeses de otros colegios. No quiero excluir de este espacio de remembranzas las actividades organizadas para las campañas de elección de la Sociedad de Alumnos, que nos permitieron triunfar con la Planilla Roja. Finalmente, el baile de coronación y después la organización de la graduación.

Un sin fin de recuerdos que ahora comparto con los lectores de este espacio, gracias a la amable invitación de El Siglo de Torreón por conducto de Yeye Romo, en esta columna que ahora celebra y conmemora los 80 años de la fundación de mi Alma Mater. No tengo otra cosa más que agradecer a Dios, a mis padres, a todos mis maestros, Lasallistas o seglares y a mis compañeros. Lo hago con el orgullo de ser un alumno egresado del glorioso Instituto Francés de La Laguna.

¡Indivisa Manent!

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Coordinación de la serie: Yeye Romo Zozaya

Escrito en: SIGLOS DE HISTORIA Señor, todos, quienes, actividades

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