Durango

El Jardín Surrealista de Edward James

Vínculo entre naturaleza, arquitectura y surrealismo

El Jardín Surrealista de Edward James

El Jardín Surrealista de Edward James

Abraham Esparza Velasco

El plan fue bastante pasional desde el principio: se trataría de un santuario personal, no pensado para ser abierto a la visita de gran cantidad de personas. La excentricidad del escultor y poeta inglés era el móvil y es lo que permitió que se convirtiera en una obra tan única.

La Huasteca Potosina es reconocida por su exuberante vegetación selvática, sus cascadas escalonadas y cuevas, e incluso por su importancia arqueológica; sin embargo es el lugar insospechado donde se cierne una obra de la modernidad que salta a la vista y al interés de visitantes tanto nacionales como extranjeros: el jardín escultórico de Edward James, una construcción que denota una influencia de la vanguardia surrealista, donde el arte, la arquitectura y la naturaleza confluyen para mostrar un espectáculo contemplativo que es único en su tipo en América Latina.

En la década de los cuarenta había grandes convulsiones en el mundo debido a la Segunda Guerra Mundial, y en algunos países de occidente tenían un desarrollo económico que les proporcionaba cierta estabilidad. Esto pasó con México, cuyo crecimiento se vio también en lo cultural, lo que resultó en una confluencia de actividad artística, tanto desde el interior del país, como proveniente del exterior. Creadores de diversas disciplinas visitaban México e incluso algunos, ahuyentados por el clima de posguerra que vivía Europa, hallaban residencia en el país y se reunían para compartir ideas y continuar su labor creativa. Tal fue el caso de las pintoras Remedios Varo y Leonora Carrington, el poeta Benjamin Péret, el cineasta Luis Buñuel, entre otros. Así fue como Edward James se vio atraído por tierra azteca.

El escultor y poeta inglés provenía de una familia acaudalada, que guardaba relación estrecha con el rey Eduardo VII y otros miembros de la realeza europea. Sus posibilidades económicas e intereses lo llevarían a apoyar la creación artística y a desarrollarse en este mismo ámbito.

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Foto: Flickr/Rafael Saldaña

A inicios de los años veinte, James se interesó por la poesía, y comenzó a escribir avanzando hacia su primer éxito en este género literario: el premio Geoffrey Gunther Memorial Drawing. Para 1930 continuaría con su carrera, pero ahora vinculado con el movimiento surrealista, una vanguardia que hallaba inspiración en lo onírico y en la locura. En esta época su influencia fue tal, que se convertiría en mecenas de personalidades como René Magritte o Salvador Dalí, apareciendo en tres cuadros: Para no ser Reproducido y El principio del placer (retrato de Edward James) por el primero, y Cisnes que se reflejan como elefantes del segundo autor.

LA OBRA

En 1939, James decidió alejarse de Inglaterra. Recibió algunas invitaciones, pero la del filósofo Erik Fromm fue la que lo llevó a México, donde comenzó la búsqueda de un espacio para cosechar y coleccionar orquídeas, flor por la que James guardaba fascinación.

Su amiga Leonora Carrington, pintora surrealista y escritora, le recomendaría el municipio de Xilitla, San Luis Potosí, para tal efecto. Su nombre, “lugar de los caracoles” en náhuatl, ya dejaba entrever lo “mágico” que la artista veía en él. Tal fue la admiración de James por el lugar que comenzó su proyecto lo antes posible, en un terreno que halló en venta. Durante algunos años, el poeta vivió ahí con su familia, sembrando orquídeas y poblando el lugar con animales como ocelotes, flamencos, venados, tortugas, entre otros. El plan fue bastante pasional desde el principio: se trataría de un santuario personal, no pensado para ser abierto a la visita de gran cantidad de personas. La excentricidad del escultor y poeta inglés era el móvil y es lo que permitió que se convirtiera en una obra tan única.

Puesto que el jardín no resistió una helada anormal hacia el año de 1962, continuaría el proyecto ahora con una idea diferente: un santuario ya no para su colección de flores, sino escultórico, que se basaría en figuras inspiradas en la naturaleza, en las formas de la orquídea y de la vegetación silvestre de la Huasteca Potosina. Tendría, como primer propósito, la protección de los árboles y plantas ante las condiciones adversas propias de Xilitla: la lluvia y el granizo.

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Foto: EFE/Amanda Holmes/Fundación Pedro y Elena

A partir de ahí, James se encomendó a transformar la selva en lo que probablemente sería su obra más impresionante, pasando los años consecuentes en ese propósito hasta su muerte en 1984. Continuó siendo una producción de carácter personal, pues cada estructura fue haciéndose sobre la marcha, conforme a lo que James iba teniendo en mente y con base en una bitácora en la que escribía sus reflexiones sin una conclusión planteada. Era posible que supiera que estaba ante una obra maestra, pues financió la construcción vendiendo parte de su colección de pinturas.

GENIALIDAD

Los bocetos que hacía el inglés eran producto de una mente sumamente creativa, pero no de un estudiado de la arquitectura; los más de 100 trabajadores, que en ocasiones empleaba por vez, tuvieron que ingeniárselas para adaptar estructuras que no era posible traer a la realidad tal como eran concebidas en la imaginación. Se realizaron así 36 estructuras de concreto, abarcando un área de 37 hectáreas.

Una cortina de esculturas de bambú simboliza la buena suerte, como es considerado en el extremo oriente, e inicia el recorrido donde caminos de piedra y escalones en subida en zig zag, nos llevan directo a otras obras.

“El anillo de la reina o de compromiso”, un arco con 8 flechas de hierro en la parte superior, posiblemente recuerde el matrimonio fallido del autor y el anillo de 8 diamantes que entregó para concretarlo. A través de él, se pasa a un camino empedrado donde serpientes revestidas de piedras verdes de río, aluden a los siete pecados capitales; representan el inicio del viaje creativo de James, que en su caso se emprende a partir de decepciones y cambios importantes en su plan de vida. En oposición, nos encontramos con esculturas compuestas de figuras florales, que logran formas de hongos y dragones; los primeros dispuestos como símbolo de buena suerte, y los segundos como representación del arquetipo onírico que Jung atribuía a la lucha entre el “yo” y las fuerzas del inconsciente.

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Foto: Flickr/Paula Soler Moya

Pasando de la lucha a una representación de la actividad y el poder, tal vez de sí mismo, nos encontramos con “La mano del gigante”, entre otras estructuras concernientes al logro y a la virtud, como “La escalera al cielo”, que une dos caminos. Resultando así, un complejo donde existe un orden poco visible, una disposición laberíntica que confunde al espectador, donde arcos góticos, escaleras de caracol y columnas con capiteles en forma de flor, se elevan. De concreto y, en algunas partes de hormigón colorido, cada pieza muestra un eclecticismo que nos deja notar una importancia ya no centrada en lo técnico, sino en la capacidad expresiva.

Las Pozas, como se le llama coloquialmente, es una obra arquitectónica que sin necesitar de la lógica, acude primero a las emociones de quien la admira. La influencia surrealista de James hizo que el jardín escultórico guardara una relación estrecha con el entorno, que lo nutriera y se constituyera como un lugar propio de la fantasía. Sus estructuras aparecen sin orden aparente, pero manifestando una profunda armonía, como lo hacen los paisajes naturales.

El jardín se yergue de manera orgánica, expone creaciones de una modernidad donde el ímpetu de romper todo y renovarlo, era el móvil para crear. Debido a esto nos hace pensar en ruinas misteriosas, pertenecientes tal vez a una civilización perdida, porque el intelecto humano es capaz de lograr mundos nuevos que no serían posibles si no los imaginara alguien con un deseo enorme de dejar una huella, y su mente lo suficientemente libre para lograrlo.

Escrito en: James, obra, poeta, estructuras

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