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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Generalmente, cuando fallece una persona muy allegada, ya sea por parentesco o por algún vínculo muy especial (amistad, laboral, de escuela, etcétera), una de las primeras reacciones es ofrecer el pésame a los familiares y lamentar su partida, además de exaltar sus virtud y recordar esos momentos que se compartieron con quien ya dejó este plano existencial así como ese tiempo que se dejó pasar sin recordarle la importancia que tenía y que no hubo la oportunidad para expresárselo de manera personal.

Sin embargo, habría que reflexionar en el sentido de que tiempo quizá siempre hubo, pero a lo mejor lo que faltó fue organización y voluntad para encontrar ese momento que permitiera hacer posible ese encuentro, esa reunión informal e improvisada tal vez para compartir tantas cosas, desde ponerse al día en lo que ocurre en la vida de ambos, hasta los planes en el corto, mediano y largo plazos.

No obstante, por una u otra razón, generalmente, ese tipo de encuentros los dejamos para después, ya que pensamos que tiempo es lo que nos sobra, a pesar de que nos engañemos pues nadie tiene la vida garantizada por una plazo determinado, y así dejamos que pasen los días, las semanas, los meses y en ocasiones hasta los años sin que concretemos esa reunión con quienes nos une un nexo muy especial.

Viene a mi mente una reflexión en la que se hace alusión a que cualquier cosa que deseemos expresarle a alguien debe ser en vida, cuando aún nos puede escuchar, ver y sentir pues ya cuando falleció no tiene sentido que se lo digamos a un cuerpo inerte, cuando tuvimos la oportunidad de buscarlo o buscarla para externarle cuán importante es, lo que significa y ha significado su presencia en nuestra existencia. De otra manera, y al menos ese es mi punto de vista, no tiene razón que se lo digamos cuando está dentro de un ataúd.

Yo soy de la idea de que, al menos por teléfono (no comparto el uso de las redes sociales para este tipo de casos), les expresemos a las personas que, según nosotros, somos las que más queremos, cuánto valoramos el hecho de que hayan aparecido en nuestra vida y que les agradezcamos todo lo que han hecho por nosotros en este lapso de la existencia que nos ha tocado vivir y tener el privilegio de conocerlas por el tiempo que el Creador nos lo ha permitido.

De cualquier manera, también valdría la pena buscar la oportunidad para concertar una reunión, un encuentro aunque sea de poco tiempo (quizá para compartir un café) donde el contacto físico sea una realidad ya que con los avances tecnológicos tal pareciera que hemos perdido la capacidad de comunicarlos y ya todo lo queremos resolver a través de las redes sociales (Facebook, sobre todo) y de las aplicaciones (el whatsapp, principalmente), cuando lo que deberíamos hacer es promover más el diálogo directo y propiciar una relación más directa y menos virtual, con el pretexto de que tenemos mil y una ocupaciones que no nos permiten reunirnos para saludarnos de mano y darnos un cálido y sincero abrazo.

Desde hace años me vengo preguntando en qué momento hemos perdido esa capacidad para relacionarnos ya que todo lo queremos ventilar por esas vías, cuando siempre hay la oportunidad para, por lo menos, hacerlo vía telefónica. Sin embargo, insistimos en que para eso están facebook y whatsapp, con lo que le restamos importancia al hecho de hacer una llamada telefónica o de buscar ese tiempo que nos permita vernos y compartir tantas cosas que nos hemos perdido por estar tan ocupados en el trabajo, en la familia y en otras cuestiones que a veces no son tan relevantes.

Luego sucede que cuando dejamos de ver, hasta por años, a algunas personas que están muy cerca de nuestros afectos, resulta que nos enteramos de noticias desagradables y trágicas como su fallecimiento, y es entonces cuando nos lamentamos de no haberle buscado para saludarle o para algo más amplio como compartir un desayuno, una comida o tal vez un café. Sin embargo, volvemos al eterno círculo vicioso de posponer esos encuentros que son aliento y alimento para el espíritu, porque se trata de gente que ha dejado huella en nuestra vida.

Entonces, ¿por qué esperar a que pasen los días, las semanas, los meses y hasta los años para buscar a esa o a esas personas y expresarles la importancia que tienen en nuestra vida? No tenemos que aguardar a que transcurra tanto tiempo para propiciar ese encuentro que seguimos difiriendo con el pretexto y el argumento de que nuestras múltiples actividades nos lo impiden.

Encontremos, pues, ese tiempo, esa oportunidad de reunirnos. Busquemos y propiciemos esa reunión, aunque sea breve, con esa o esas personas que forman parte importante en nuestra existencia y expresémosles nuestro cariño, amor, admiración y toda esa clase de sentimientos que nos inspiran, pero ahora que estamos vivos, no cuando nos enteremos de que ya partieron de este mundo sin saber que ocupan un lugar muy especial en nuestra vida.

Lo más importante, amable lector, es que lo hagamos en vida, no cuando ya sea demasiado tarde.

Escrito en: Familia tiempo, nuestra, oportunidad, personas

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