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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

En ropas muy menores encontró don Astasio a su mujer en la recámara. "Es que no tengo nada qué ponerme" -explicó ella. Don Astasio fue hacia el clóset y lo abrió. "¿Dices que no tienes nada qué ponerte? -le reclamó airado a su mujer al tiempo que empezaba a descorrer los muchos vestidos que había en él-. ¿Y esto? ¿Y esto? ¿Y esto? ¡¿Y éste?!". El novio de Glafira, la hija de don Poseidón, habló con el rudo labriego. "Vengo a pedirle la mano de su hija". "¿La mano nada más? -replicó, desdeñoso, el vejancón-. Ya me sospechaba yo que es usted un pendejo". Simpliciano, joven varón sin ciencia de la vida, contrajo matrimonio con Pirulina, muchacha sabidora. Al día siguiente de la noche de bodas comentó ella ante el azoro de su flamante maridito: "Qué buen hotel es éste. No te están tocando la puerta a cada rato para que ya dejes el cuarto". Nos hallamos en la Edad Media, que algunos llaman "edad oscura" siendo que es una de las más luminosas en la historia humana. Todos los señores feudales se han ido a la Cruzada. Y dijo el herrero del pueblo: "La verdad es que pierdo en los cinturones de castidad. Donde gano es en las llaves que me piden las señoras al día siguiente de que se fueron sus esposos". Soy el segundo mexicano más asombrado por el abucheo y silbatina que recibió AMLO en la inauguración del estadio de beisbol que merecidamente lleva el nombre de don Alfredo Harp Helú. El primero debe haber sido el propio López Obrador. Todo auguraba, en efecto, que sería no sólo aplaudido, sino ovacionado. El Presidente se proclama gran aficionado al beisbol (lo cual es cierto). Se ufana de su cercanía con el pueblo (lo cual es cierto). Piensa que está haciendo un buen gobierno (lo cual no es cierto). Esperaba seguramente, entonces, una gran recepción por parte de los aficionados. No sucedió así. Se le recibió con gritos de "¡Fuera! ¡Fuera!" y con gritos y silbos de rechazo que, según datos fehacientes, se oyeron hasta San Luis Potosí. (Claro, había viento favorable). No sabría yo explicar esas manifestaciones a las que AMLO no está acostumbrado. Para él han sido siempre los apapachos del pueblo bueno y sabio; las reverencias de su corte; el aplauso continuo de sus feligreses. Por tanto esa ocasión debe haber sido muy ingrata para él. ¿Por qué sucedió lo sucedido? Ignórolo. ¿Es que la gente se percató ya de que los yerros de López Obrador son más grandes que sus aciertos y le están costando mucho al país? ¿Quizá sus sermones contra el neoliberalismo, la mafia del poder, los conservadores, la prensa fifí, etcétera, no calan ya como antes? ¿Acaso su popularidad empieza a decrecer por obra de esa terca señora que es la realidad? Sabrá Dios; uno no sabe nunca nada. El juez de lo familiar le dijo al acusado: "Lo declaro absuelto de la acusación de bigamia que pesaba sobre usted. Puede irse a su casa con su esposa". Preguntó el sujeto: "¿Con cuál de las dos?". Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, iban por un ameno prado y vieron a un hombre que se bañaba desnudo en un riachuelo. Confuso, el tipo acertó sólo a cubrirse la entrepierna con el sombrero. Ellas se echaron a reír. Les dijo muy ofendido el individuo: "Si fueran ustedes unas damas no se burlarían de mí". Replicó Himenia: "Y si fuera usted un caballero se quitaría el sombrero". Hubo en un estado del norte tres comunidades ejidales cuyos caseríos crecieron de tal modo que se juntaron. De eso resultó un villorrio al que se puso por nombre Tres Ejidos. A una señora de ese lugar alguien le preguntó: "¿Su esposo es de Tres Ejidos?". "Uh, no -respondió ella-. Ya ni uno completa". FIN.

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