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Jaque Mate

Vendimia y agua

Jaque Mate

Es una fiesta prolongada que surge de una tradición milenaria. Empieza poco después del mediodía con una misa de agradecimiento. Continúa con la bendición de la primera molienda, una cata de vinos y una competencia de pisado de uvas en que las faldas vuelan pícaras en el esfuerzo por extraer de la uva hasta la última gota de mosto.

El festejo se muda de la planta vinícola a una plataforma elevada entre los viñedos que tiñen de verde este desértico valle de Guadalupe. Ahí se realiza la comida, bañada por vinos blanco, rosado y tinto, y una corrida de cuatro toros. Después viene un concierto popular, en este caso del cantante argentino-venezolano Ricardo Montaner, y a las 11:30 de la noche los viñedos se iluminan con fuegos de artificio que son el preludio de un baile que habrá de prolongarse hasta las dos de la mañana.

Yo me marcho agotado cerca de la medianoche. Don Luis Cetto, de 85 años, el patriarca de esta familia productora de vinos, sigue todavía desde su mesa el baile de los jóvenes. Alrededor de 1,200 personas participan en esta fiesta de la vendimia, quizá la más popular de las que se realizan en el valle de Guadalupe en este mes de agosto. Yo llevo viniendo unos 20 años.

En ese tiempo el consumo de vino en nuestro país ha aumentado significativamente. El número de productores en el valle y otros lugares del municipio de Ensenada se ha expandido de manera espectacular. Los vitivinicultores mexicanos, cada vez mejores, acumulan medallas en competencias internacionales que se dirimen en catas ciegas. El valle de Guadalupe ya no es solamente agrícola. La ruta del vino, con sus decenas de pequeños restaurantes y hoteles boutique, ha convertido al valle en un imán turístico.

El viejo problema del agua, empero, sigue afectando a la región. El valle recibe lluvia en unos cuantos episodios muy intensos, usualmente en el invierno, pero mucha del agua del subsuelo es extraída del acuífero y transportada al puerto de Ensenada donde se utiliza para consumo urbano. No es suficiente para las necesidades de la ciudad, pero priva a los productores de vino de mucho del líquido que necesitan para su trabajo. Una planta desaladora de agua de mar, inaugurada en 2018 y con una capacidad de 250 litros por segundo, ayuda a resolver el problema de falta de agua del puerto, pero no ha impedido que la ciudad se siga llevando el agua del valle.

Una propuesta de solución es la construcción de un acueducto que lleve agua tratada de Tijuana al valle de Guadalupe. Para ello es preciso superar un prejuicio enorme ante la calidad del agua, pero los especialistas señalan que, adecuadamente filtrada y tratada, y después de recorrer un centenar de kilómetros en un acueducto, esta agua debería ser más limpia que la del río Colorado que ha nutrido tradicionalmente a buena parte de Baja California. No deja de ser paradójico, sin embargo, que el puerto se lleve el agua del valle solo para que desde un punto más lejano de la costa se le mande agua al valle para reemplazar la que entrega. Las redes de acueductos son testimonio del irracional uso del agua en nuestro país. Por lo pronto, los productores de vino han venido recurriendo a otros valles, como el de San Vicente y el de Ojos Negros, al sur del puerto de Ensenada, para producir la uva que necesitan.

Los problemas no borran el hecho de que el valle de Guadalupe es un testimonio de cómo la seguridad en la tenencia de la tierra, el trabajo intenso y el riego por goteo pueden transformar un desierto en un centro de productividad y de prosperidad.

Las matanzas en Uruapan, Veracruz y Guanajuato lastiman al país, pero el gobierno solo se preocupa por la de El Paso, Texas. La muerte también tiene intereses políticos.

Twitter: @SergioSarmiento

Escrito en: Jaque Mate agua, valle, vino, puerto

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