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LETRAS DURANGUEÑAS

Vicente Lombardo Toledano en la UJED

Vicente Lombardo  Toledano en la UJED

Vicente Lombardo Toledano en la UJED

ENRIQUE ARRIETA SILVA

Fue en el año de 1964, durante los primeros días de agosto, cuando un grupo de estudiantes progresistas invitó a Vicente Lombardo Toledano, a nombre de la Sociedad de Estudiantes de la Escuela de Derecho de la Universidad Juárez del Estado de Durango, para que sustentara una conferencia en la UJED. El grupo estaba constituido por dicha agrupación estudiantil, de la que el suscrito formaba parte con el carácter de presidente.

Nos entusiasmó la idea, por tratarse de una de las mentes más esclarecidas del México de aquel entonces, no sin ignorar las turbulencias a que nos enfrentaríamos dado el ambiente conservador de Durango, para el cual Lombardo Toledano podría ser considerado el mismísimo demonio por su ideología socialista.

Fue así como viajamos a la ciudad de México para hacer la invitación formal a tan reconocido intelectual, que desde sus tiempos estudiantiles había cimbrado el ambiente intelectual de la Universidad Nacional Autónoma de México y del país, considerado por eso mismo uno de los Siete Sabios.

Ya en la capital de la República, nos trasladamos, creo recordar, a la calle de Artistas número 55 de Coyoacán, en donde a la puerta de la residencia señorial, nos saludó el durangueño Dr. Santiago Fierro y nos hizo entrar Marcela Lombardo, hija de nuestro personaje. Una vez adentro, nos recibió amable y jovialmente Lombardo, ataviado con su característico traje color gris, y desde luego que aceptó de muy buena gana viajar a Durango, para dictar no una conferencia sino dos sobre El desarrollo económico de México y sus perspectivas, lo que nos hizo regresar a Durango satisfechos, con la fecha de tan ilustre visita.

Acercándose la fecha programada, recibimos el aviso de Lombardo, de que cancelaba dicha fecha por compromisos supervenientes; pero perseverantes como éramos, volvimos a insistir en la invitación. Y así dos o tres veces, pues nuevamente cancelaba, llegando a pensar nosotros que su visita ya no tendría lugar, tanto así que cuando ésta se dio, ya ni lo esperábamos. Pero he aquí, que un buen día, próximo a la última fecha fijada, en la Universidad se me dijo que urgía me presentara con don Fermín Núñez, conocido maderero durangueño benefactor de la Universidad, del que yo ignoraba que fuera muy amigo de Lombardo y algunas veces su anfitrión en actividades cinegéticas. Don Fermín, hombre afable, me informó que venía Lombardo Toledano, a cumplir su compromiso con la Sociedad de Estudiantes de la Escuela de Derecho. Al preguntarle cómo le mandábamos el importe del boleto de avión y sobre el hotel en el que le reservaríamos habitación, dijo que no había ninguna necesidad, toda vez que Lombardo viajaría en un avión de línea a Mazatlán, que en Mazatlán una de sus avionetas lo recogería y que se hospedaría en la casa de su hijo Leonel, siendo su regreso de la misma manera.

Nos dimos a la tarea de mandar imprimir las invitaciones con la urgencia debida. En ese momento surgió una duda importante, siendo la siguiente: fijaríamos en las invitaciones como lugar de las conferencias el Aula Laureano Roncal o los pasillos de la Universidad. Por aquel entonces, rara vez se llenaba el aula en las escasas conferencias que se organizaban ¿y si ante la personalidad de Lombardo resultaba insuficiente? O bien si convocábamos a los pasillos del viejo caserón ¿Qué tal si por sus grandes dimensiones se vieran medio llenos?

Tomamos la decisión de convocar en el aula, pero a la vez tener todo preparado como bancas y templete, si minutos antes de la hora programada advirtiéramos que la concurrencia fuera numerosa, como así ocurrió, por lo que con la celeridad requerida dispusimos el cambio al escenario de los dos corredores, que por primera vez se vieron llenos de pared a pared, en una conferencia.

Como media hora antes del inicio, arribaron miembros del Partido Comunista a repartir volantes en contra de Lombardo, acusándolo de colaborador con el Sistema, mismos que no hicieron efecto alguno en el público ni en Lombardo, pues acostumbrado estaba a la polémica y a ser Ave de tempestades. Baste recordar el debate que sostuvo con Antonio Caso sobre el fin de la Universidad y sus arduos debates parlamentarios cuando fue miembro del Congreso de la Unión.

De pie, sin fatigarse, Lombardo, próximo a los setenta años de edad, habló por dos horas en cada una de sus conferencias programadas en dos días seguido por la tarde. Su tono no fue doctrinario, sino académico y cautivó la atención del público en general, por su claridad y dialéctica.

Las conferencias fueron todo un éxito, recibiendo como era de esperarse algunas críticas ácidas, como la del Director de la Escuela de Derecho, quien comentó que ¿cómo se ponía Arrieta a traer gente que perjudicaba a la Universidad? (el director no atendía la dirección dejándola en manos de la secretaria, así que había que ver quién perjudicaba más a la Universidad); un agente de Gobernación que estaba sentado en una de las bancas sudando, tomando nota, me reclamó que no le hubiera avisado para conseguir una grabadora y no faltó quien dijera que ya me había quemado para toda la vida por haber traído a Lombardo Toledano y otras críticas más que afronté con orgullo y mirando al horizonte.

Al siguiente día de la primera conferencia, llevamos a Lombardo a visitar la Escuela Preparatoria, subiendo la escalera nuestro ilustre visitante, desde el primer escalón hasta el último sin tomar ningún descanso, asombrándonos de su condición física. Al abandonar el edificio, él criticó la falta de estética de la escultura que allí permanece todavía, por lo que tuvimos que explicarle que los que habían tenido a su cargo la construcción la habían colocado, lo que no le pareció, sobre todo nos dijo, teniendo con nosotros a un artista de la calidad de Francisco Montoya.

Al día siguiente, de la segunda conferencia, a iniciativa del señor licenciado Ángel Rodríguez Solórzano, Rector de la Universidad, le fue ofrecido un desayuno a las siete de la mañana en el restaurante Tolano de don Victoriano Alonso, consistente en un auténtico caldillo durangueño delicioso, y de allí al aeropuerto para abordar la avioneta con rumbo a Mazatlán, en donde abordaría el avión de línea que lo conduciría a México.

Una vez en el aeropuerto, llegó la hora de los agradecimientos y los adioses. El licenciado Ángel Rodríguez Solórzano, me entregó un sobre para que lo pusiera en manos de Lombardo, lo cual hice en el preciso momento en que abordaba la avioneta. Lombardo me preguntó por el contenido del sobre, y al ver mi silencio lo abrió, enterándose que el sobre contenía un billete de mil pesos, mismo que rechazó de inmediato, lo que bien habla de su solidaridad universitaria, con lo que quedamos doblemente agradecidos, siguiendo con la mirada la avioneta que se adentraba en el horizonte de Durango.

Fue así cómo vino, cuándo y para qué Vicente Lombardo Toledano a la Universidad Juárez de Durango.

Fue así como la Sociedad de Estudiantes de la Escuela de Derecho de aquel año, señaló el rumbo de la pluralidad ideológica de la Universidad Juárez del Estado de Durango, pluralidad que debe ser la esencia de toda universidad, pues dicho está que universidad es unidad en la diversidad.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Lombardo, Lombardo,, Universidad, Escuela

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