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La alimentación, básica

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Al enterarme recientemente de que dos jóvenes que estudian bachillerato fueron diagnosticados, en el estado de Durango, con leucemia (cáncer en la sangre), aunque los resultados de los análisis arrojaron que ese padecimiento fue detectado de manera tardía, ya que poco después los adolescentes, lamentablemente, fallecieron como consecuencia de dicha enfermedad, este hecho por sí mismo nos debería mover a la reflexión a padres y madres de familia ya que, al menos hasta donde me informé, ese padecimiento tiene como antecedente una mala alimentación que deriva en una anemia y la que avanza hasta generar ese resultado funesto.

En lo personal, me estremeció el hecho de saber que no mantener un régimen alimenticio adecuado puede provocar un desenlace fatal entre un grupo de la población que representa la esperanza para sus familias pues un deceso producido por las referidas circunstancias llama mucho la atención ya que se pudo haber prevenido si tanto los padres como los hijos hubieran puesto algo de su parte para que esas consecuencias no se hubieran hecho presentes en un entorno en el que sólo se piensa en proyectos de vida que involucran no sólo a los adolescentes, sino a la familia en general.

Me viene a la mente cuando mi señora madre nos preparaba el desayuno en la etapa escolar, de la infancia, donde se desvivía y se preocupaba por que sus hijos se fueran a la escuela, como ella decía, "con la panza llena", ya que su argumento principal era en el sentido de que las letras sólo entraban cuando no se tiene hambre, de ahí que nos servía un licuado de chocolate al que le agregaba uno o dos huevos, que se acompañaba de una rebana grande de pan que ella misma elaboraba pues no siempre confiaba en lo que se podía comprar en la tienda de la esquina.

A pesar de las grandes carencias económicas que podría haber en el hogar, la alimentación era un tema en el que mi madre se enfocaba con mucho énfasis y en el que, no obstante su ignorancia en el rubro de la nutrición, todo eso se suplía con la enorme percepción e intuición que caracteriza a las mujeres para saber qué necesitan los hijos para una sana alimentación, por lo que con ello se compensaba todo lo que desconocía sobre el referido tema y, gracias a Dios, todas esas nociones y lecciones que la vida le enseñó le sirvieron para cuidarnos mucho en ese aspecto.

Sin embargo - y también hay que decirlo-, aun cuando muchas madres y padres de familia se esmeran para ofrecerles a sus hijos e hijas lo mejor en ese sentido, no siempre los organismos responden igual, y luego se registran casos como los mencionados en los que la referida enfermedad no siempre emite síntomas ni señales muy visibles como para atacarla, sino hasta que ya avanzó demasiado y ya no se puede hacer mucho para combatirla, a pesar de los esfuerzos de la ciencia médica y los adelantos tecnológicos y médicos, por lo que sólo resta aguardar el triste y fatal desenlace que nadie desea.

Por ello, amable lector(a), los padres de familia (mamá y papá, ambos) debemos estar muy atentos en lo que se refiere al aspecto de la nutrición y cuidar minuciosamente su alimentación, con el principal objetivo de que a los hijos e hijas no les falte algo en ese aspecto que les podría afectar en su salud, de ahí que lo más recomendable es cerciorarnos de que cuentan con los elementos y satisfactores mínimos para su sano desarrollo, físico y mental, ya que ambos se complementan entre sí.

Además, conviene precisar que, en los años recientes, el Gobierno Estatal puso en marcha un programa denominado Salud Integral, a través del que se revisa el peso y talla de niños y niñas que cursan preescolar y primaria, además de los adolescentes que estudian la secundaria, al tiempo que recientemente se amplió hasta los jóvenes de bachillerato o preparatoria, quienes son sometidos a análisis con la finalidad de detectar o descartar la presencia de enfermedades como la ya mencionada y que se diagnosticó a los muchachos, aunque ya fue de manera tardía debido a que el padecimiento ya había avanzado demasiado en los meses y años recientes.

Dentro de este contexto, los progenitores debemos colaborar para que nuestros hijos e hijas participen en el citado programa pues el propósito que se persigue está más que justificado y es por demás noble cuando se trata de salvaguardar la salud de la población infantil y juvenil.

Participemos, pues, permitiendo que nuestras niñas y niños, además de nuestros y nuestras jóvenes, se involucren en las revisiones médicas que les practicará personal de la Secretaría de Salud con la intención de constatar que en su organismo no hay alguna enfermedad que los aqueje, y si es así no hay más que poner manos a la obra para combatirla con todos los medios disponibles, ya que está de por medio la vida de quienes más queremos y por quienes nos esforzamos día a día para salir adelante.

Escrito en: Padres e hijos hijos, familia, mucho, padres

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