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Majestuoso final

La agrupación musical más representativa del país celebró el 450 aniversario de Durango en la Plaza IV Centenario.

Majestuoso final

Majestuoso final

Sac-Nicté Calderón

Como en todos los conciertos, bajo la orden del concertino, los instrumentos empiezan su camino. Después, ya con el director frente a la orquesta, guardan silencio, sólo para que suenen “Las Mañanitas” y como si lo escribiera Saramago, “la sinfonía, como un río que baja de la montaña, inunda la llanura y se adentra en el mar, acaba en la profundidad del silencio”. Ese silencio, que otra vez dura sólo dos segundos, queda atrás con “Janitzio”, y la obra, al fin de un Revueltas, envuelve a la Plaza IV Centenario en sus tonos que son fiesta y melancolía al mismo tiempo, que se mueven a su muy particular ritmo para llegar al clímax, estallan y entonces, el silencio llega de nuevo. Por dos segundos.

Es el turno de “Sensemayá”.

La Orquesta Sinfónica Nacional, con José Guadalupe Flores como director huésped, ofreció un concierto en la Plaza IV Centenario, como regalo principal a Durango en sus 450 años.

El espectáculo fue protagonizado por dos compositores en especial: Ricardo Castro y su romanticismo melódico, y Silvestre Revueltas con sus ritmos inconfundibles.

Así, después de “Sensemayá”, el “Vals Capricho”, interpretado por César Bernal, profesor de la Escuela Superior de Música de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), cautivó al público con su elegancia, pocas veces igualada.

“La Noche de los Mayas” llegó al terminar, en esa avalancha de sonidos y emociones que posee y transmite, tan poderosa y única como cuando fue escrita, tan atemporal y emotiva.

El concierto continuó con “Sones de Mariachi” de Blas Galindo, y un “¡Que viva Durango!” que provocó una ovación de pie.

Las composiciones de José Pablo Moncayo también estuvieron presentes con “Huapango”, considerada como una obra orquestal “siempre luminosa”, que no falló en iluminar la Plaza IV Centenario con su esencia.

Como en todos los conciertos, los instrumentos vuelven a la música y al silencio un juego en donde no se existe sin el otro. La Orquesta Sinfónica Nacional convirtió esa relación en un concierto enérgico, auténtico, y gracias a Castro y Revueltas, con un toque duranguense difícil de ocultar.

Escrito en: fenadu 2013 orquesta sinfónica Plaza, concierto, Castro, director

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