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De política y cosas peores

CATÓN

 D Ulcilí, muchacha ingenua, ponía objeciones a las lúbricas demandas con que la asediaba Afrodisio Pitongo, galán concupiscente. Propuso al fin el libidinoso tipo: "Está bien, Dulcilí. Dejemos las cosas a la suerte. Arrojemos al aire una moneda. Si cae águila hacemos lo que yo quiero; si cae sello hacemos lo que tú no quieres''... Poco tiempo después de casarse el muchacho se dio cuenta de que tenía problemas para oír. Su joven esposa, preocupada, lo llevó con un especialista. Después de breve examen le dice el facultativo: "Su problema es tan pequeño, joven, que usted mismo lo puede resolver. ¿Fuma?''. Respondió el muchacho: "Una cajetilla diaria''. "Deberá fumar solamente media'' -prescribió el médico. "Ya oíste, Leovigildo'' -lo amonestó la esposa. "¿Bebe?'' -preguntó el médico. Dijo el joven marido: "Una cubita diaria, y dos o tres los fines de semana''. "Dejará usted de beber todas esas cubas -le indicó el doctor-, y se tomará solamente una cerveza los domingos''. "Ya lo sabes, Leovigildo'' -volvió a decir la chica, muy severa. Prosiguió el galeno su interrogatorio: "¿Cuántas veces a la semana hace el amor?''. "Cuatro'' -contestó el muchacho-. "Desde ahora -dijo el médico- deberá hacerlo nada más una vez a la semana''. "¿Cómo? -prorrumpió con enojo la muchacha-. ¿Todo eso para que pueda oír un poquitillo mejor?''... Cuando nuestros hijos eran pequeñitos mi esposa y yo los llevábamos cada año a pasar vacaciones en Rincón de Guayabitos, bello lugar de playa, y económico. Emprendíamos el viaje tempranito; salíamos de casa antes de que saliera el sol. Tomábamos la carretera que de Saltillo lleva a Guadalajara, y llegábamos siempre a almorzar en un restorán muy agradable, "Los Burritos de Moyahua", ya en tierras zacatecanas. Excelentes eran sus tortillas de harina; sabrosos, sabrosísimos sus guisos; rico su café; amable y rápido el servicio. Gozar de todo eso era un gozo, uno de los "highlights" del viaje, si me es permitida la expresión. Al paso de los años encontré cerca de Guadalajara, camino de Chapala, una sucursal del mismo restorán. Siempre que puedo llego a él, tanto por el recuerdo como por la gula: me gusta comer bien, y ahí se come muy, muy bien. Pues bien: ayer recibí en mi correo este mensaje: "Soy Omar González Castañeda, de la Fonda 'Los Burritos de Moyahua', en Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco. Mi padre, dueño de la que está en Moyahua, Zacatecas, y yo hemos exhibido temas cada mes en nuestros restaurantes, por más de 35 años en Moyahua, y por más de 23 en mi negocio. Siempre hemos pensado que nuestro deber va más allá de simplemente alimentar el cuerpo físico de nuestros clientes: nos esmeramos para alimentar también sus almas. Por eso quiero su autorización para exhibir algunos de sus Miradores. Además obsequiaremos a quienes la pidan una recopilación de ellos, para que los lean y les sirvan de reflexión". Llamé de inmediato por teléfono a don Omar y le di gustosamente la autorización que me pedía. Más aún: le ofrecí estar en su restaurante el día que ponga ahí mis Miradores. Verlos en un lugar así, tan entrañable y popular, es para mí una consagración que agradezco profundamente, y que agradeceré con mayor profundidad aún si el día que vaya me reciben con unos burritos como aquellos que mis hijos disfrutaron y que durante tantos años he disfrutado yo... El severo señor iba a inscribir a su hija en un colegio para señoritas. Le preguntó a la directora: "¿Permite usted que las alumnas fumen?''. "De ninguna manera'' respondió ella-. El vicio de fumar es pernicioso, contrario a la salud y, más importante aún, a las buenas maneras y a la educación". Prosiguió el genitor: "¿Deja usted que las jóvenes tengan conversaciones ociosas en sus cuartos?''. "Tampoco eso está permitido -replicó la señora-. La charla sin sustancia conduce a la pereza, a la murmuración, a la maledicencia y a la inconsideración. La regla 56 de San Benito prescribe: 'Verba vana aut risui non loqui'. No hablar vanas palabras ni reír ociosamente". El grave caballero continuó: "¿Y da licencia usted a las alumnas de que lean novelas o revistas románticas?''. "También eso está terminantemente prohibido -aseguró la directora-. Los conceptos vertidos en esa mala literatura inducen a evanescentes fantasías y a quiméricos ensueños''. Dice el señor: "Y por supuesto no deja usted que las educandas reciban hombres en sus habitaciones''. "Eso sí les permitimos -responde la maestra-. No se les puede prohibir todo a las pobrecitas''... FIN.

Escrito en: usted, nuestros, "Una, autorización

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