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Penélope Cruz de bandida en Durango

LETRAS DURANGUEÑAS

Penélope Cruz de bandida en Durango

Penélope Cruz de bandida en Durango

OSCAR JIMÉNEZ LUEZ

Ya el cielo durangueño había abierto sus espléndidas alas azules cuando la camioneta se enfiló hacia los sets cinematográficos. Era el otoño del 2004. "Bandidas", la película protagonizada por Salma Hayek y Penélope Cruz llegaba a su fin en nuestras tierras norteñas para continuar después las filmaciones en Real de Catorce.

Mientras avanzábamos por la carretera ("algo tienen los caminos que despiertan los ayeres", dice la letra de una canción) yo repasaba algunas cintas de hermosa actriz española. ¿Quién no la recuerda en "Todo sobre mi madre"; y todavía con más fuerza a mí volvían las imágenes de otras dos historias, acaso por el parecido de los personajes representados: "Bella Época" y "Jamón jamón". En ambos largometrajes aparece una mujer muy joven que lucha por alcanzar el verdadero amor. En la primera, compitiendo con otras tres hermanas por el corazón de un muchacho que tiene además la cualidad de ser un excelente cocinero; en la segunda, dirigida por Bigas Luna, el sueño amoroso termina en una terrible tragedia: una vorágine de deseos sexuales cobra inevitablemente la muerte del personaje masculino central.

Dejamos atrás la población de Morcillo y unos kilómetros más adelante el vehículo dobló a la izquierda para tomar la terracería. Entonces el paisaje se llenó de sol. Luego de algunos minutos nos encontramos en La joya, el rancho del legendario John Wayne.

Apenas pasaba de las doce. Al acercarnos más al sitio de las filmaciones atravesamos los vientos fríos para llegar de pronto al siglo XIX. Y a unos pasos los muros de las locaciones definían en letreros tan singular microcosmos mexicano: Banco Santa Rita, Pérez Sánchez Monturas y Arneses, Hotel Salón Leone, todo en diversas tonalidades del viejo Oeste. Casi al final de la calle más ancha, sentada en una especie de pileta baja, con una caña dorada de tlazole en la mano, le hablaba a un caballo francés.

Su rostro, dibujado con maestría en su piel trigueña, tenía la fuerza en el atractivo obscuro de sus ojos. Ataviada con un sobrio vestido decimonónico, su inglés firme se oía varios metros a la redonda. De sombrerito claro, dos trenzas nocturnas sobresalían de su figura fílmica. La bandida marcaba, en ese momento, recias líneas en el suelo. Frente a ella, junto al animal de crines largas y grises, se hallaba medio centenar de personas que, según las funciones de cada una de ellas, cuidaba todos los detalles de la grabación. Apenas terminaba el parlamento de la diva ibérica (quien por cierto debe su nombre a la reconocida composición musical de Joan Manuel Serrat), y se comenzaba a escuchar la voz alta del director y de los demás actores y extras del filme. Comprobaba que una película es una mentira muy bien contada. Y alzaba la vista hacia las montañas que circundaban el lugar. Un cúmulo de pájaros, distante de la ficción que a su vez tenían de cerca, volaba arriba de una casa de adobes añosos. Ahora el ruido de los cascos de los caballos nos hacían volver al mundo del cine: las grandes cámaras tomaban la marcha de los vaqueros de gabardinas de piel.

Poco después pude hablar brevemente con la estrella. La gente se dirigía al comedor y aproveché para comentarle a Penélope Cruz algo sobre su actuación en La Celestina, memorable por lo demás. Melibea -su papel, por supuesto- resultaba muy apropiado al carácter sensual que siempre irradia la famosa actriz. Tuvo la generosidad de firmarme una edición del clásico castellano de Fernando de Rojas...y aceptar que Maricarmen, mi esposa, nos tomara juntos aquella inolvidable tarde.

Una producción millonaria en dólares, un inigualable escenario natural para un darle vida a un buen relato (la amistad entre María Álvarez y Sara Sandoval, dos muchachas de clases diferentes que animadas por la venganza contra los asesinos de sus familiares se unen después en un vínculo entre delictivo y justiciero, y en donde conocen el amor en el mismo hombre...aunque ninguna al final es correspondida), una extendida fila de vagonetas blancas, vestuarios, equipos técnicos, habitaciones especiales para las protagonistas. Y tal oportunidad debida a las atenciones del Lic. Héctor Carriedo, en turno Director de cinematografía del gobierno del Estado. Vimos, pues, escenas dela la película por dentro. Penélope Cruz, como muchos años atras Rita Heyworth, Stella Stevens, Madeleine Stowe, Shelley Winters, Senta Berger, Barbara Bach, Audrey Hepburn, Katy Jurado o Carmen Montejo, entre tantas bellísimas y talentosas mujeres, fue recreada por la magia estética -instantáneamente, eternamente- bajo el cielo de Durango.

Vendrán con el tiempo otras películas, muchos reconocimientos…hasta lograr el Óscar, curiosamente no de la mano de Trueba, Amenábar o Pedro Almodóvar -a quien tanto admira y quiere- sino gracias al imaginario del genial Woody Allen en el filme "Vicky Cristina Barcelona".

Se anunciaba la noche, y yo seguía viendo en mi cine interior aquella escena en donde ella sale a caballo, veloz, hacia quién sabe dónde, en inexplicable y sugerente perfección.

Escrito en: Penélope, película, otras, hacia

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