Poemas para entender la pasión musical de Eusebio Ruvalcaba
Formador de escritores y melómano empedernido, el ensayista, poeta y narrador Eusebio Ruvalcaba falleció ayer martes, 7 de febrero.
Su pasión por la música, destaca sobre su perfil El Universal, le hizo firmar varios libros dedicados a ella, como: Con los oídos abiertos. Aproximaciones al mundo de la música; Elogio del demonio y John Lennon tuvo la culpa.
Ruvalcaba solía explicar su vena musical por el hecho de que fue hijo del violinista Higinio Ruvalcaba y la pianista Carmen Castillo Bentauncourt. "Cuando él, Eusebio, oye música, es como si regresara a la placenta", describió en su blog, donde solía publicar constantemente.
Precisamente en ese sitio virtual, aún permanecen algunos de sus textos que, en el ámbito poético, describen perfectamente su pasión musical, abordando lo mismo experiencias de su vida o refiriéndose a figuras de la composición.
El Piano
Era mi gasolinera favorita.
Porque tenía varias:
la mesa del comedor,
o la mesa de trabajo
en la que siempre hubo papeles
de música.
Pero el piano me gustaba
porque tenía tres tomas de gasolina.
Disponía debajo de él,
perfectamente acomodados,
mis carritos y mis camiones.
Alguna vez mi padre
me trajo una patrulla de Alemania,
Mercedes Benz,
roja,
con una luz azul en el techo,
que daba vueltas mientras el patrullero
movía la cabeza
y hablaba por teléfono.
También tenía sirena.
Sus llantas eran cara blanca
y las defensas cromadas.
La patrulla
siempre estaba cargando gasolina.
Pero era mentira,
porque lo que en realidad hacía era vigilar mi ciudad.
Todo esto sucedía mientras mis padres
tocaban
sonatas para violín y piano.
Franz Joseph Haydn
Perfección y hondura van de la mano
en todos los géneros que abordó
de la música: sinfonías, tríos,
cuartetos, conciertos, música sacra.
Después de escucharlo, viene a la mente
la imagen de un tesoro de su estricta
propiedad. Donde yacían ocultos
los secretos de la naturaleza
—los caballos, las auroras, los soles—,
y de la vida. Nada le era ajeno.
Cualquier minucia le resultaba apta
para convertirla en dulces sonidos.
Siempre andaba a la búsqueda de nuevas
ideas que se tradujeran en música.
Felix Mendelssohn Bartholdy
Cuánta alegría vaciaste en tu música.
Entendiste que el arte del sonido
no podía ser nada más el alma
nebulosa, iracunda, devastada.
Ideaste sinfonías, oratorios,
conciertos, poemas sinfónicos, música
de cámara colmados de candor.
Eras un niño al teclado, que aún
de grande veía juguetes donde
otros atisban dolor y tragedia.
Sin embargo, también legaste música
donde se respira cierto infortunio,
como en tu Octeto para cuerdas, obra
que escribiste a tus doce años de edad.
Richard Wagner
Wagner brilla con luz propia. Ningún
otro músico ha hecho de su vida
y obra, un campo de batalla fecundo
y terrible. Todo lo que se sabe
de él sigue siendo memorable, cuando
no dramático. Con igual maestría
sedujo a hombres, mujeres y príncipes.
Si no hubiera existido Brahms, habría
sido el dios absoluto de la música.
Por encima de la pasión del cuerpo,
amaba a los perros hasta el delirio.
Semejante a la luz del sol, su música
ilumina y ciega. Más que sus óperas,
sus oberturas levantan el alma.
Música al aire libre (Para José Ángel Navejas)
La música fue hecha para tocarse al aire libre.
Y para escucharse al aire libre.
Primero fue la música
y después ese afán del hombre de encerrarlo todo.
De ser propietario de todo.
De hacer suya la música
a costa de privarla para los demás.
La música se hizo para ser tocada al aire libre.
Que despliegue su belleza por los aires.
Que su sonoridad se extravíe en el cielo.
La más hermosa sala de conciertos no deja de ser una jaula de oro.
Con sus pájaros dentro.