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De sus poemas

LETRAS DURANGUEÑAS

EL SIGLO DE DURANGO

PREGUNTAS Y DESEOS

El mundo hierve en un costado

y en otro la noche lo va enfriando…

¿Qué sombrío arrebol se unta a las piedras?

¿Qué silencio esquelético mueve las estatuas?

¿Qué palabra perfila la torre de los labios?

¿Qué armonía de humor nocturno nos recorre?

¿Qué paisaje dibuja melodías sobre la tierra?

La tierra, una curva con pájaros y estrellas.

Ahora, mi voz es como luz en una cueva

que se oxida entre sombras y entre piedras.

Ruedan mis palabras, heridas lunas en la arena,

peces de sombra integran las pupilas.

Desde la sal del mundo nace el sueño.

¿Qué sombrío arrebol se unta a las piedras?

-el día llena de imágenes los ojos

y la noche borra los párpados con sueño.

Entre vigilia y sueño mi cuerpo participa

de este viaje de sombras derramadas.

II

Quién tuviera una noche hecha de luna

para ver más de cerca las estrellas;

que encendiera con diálogos nocturnos

sus hondas pupilas de nácares y almendras.

Quién tuviera una novia hecha de luna…

pero todo se va de nuestras manos,

se filtra por los nervios, traspasa la materia,

y nos deja en el monte sombrío de la vida

la malla inefable del recuerdo,

y una estola de múltiples fantasmas

donde agoniza la sombra de los miedos.

¡Qué sombrío arrebol unta los sueños?

Poetas que pueblan heroicas latitudes

donde crecen las olas hacia el tiempo,

y las lunas del verso oscilan en la yedra.

Poetas que habitan la soledad, residencia

donde crecen los árboles como pólipos de niebla,

yo os puedo decir desde la noche

que recorre mi cuerpo como viento en la pradera:

que hay un viento insomne en las pupilas

y una alcoba de elásticas tinieblas…

Yo os puedo decir desde esta noche,

de estos barcos de luz viajando entre las venas:

¿Qué sombrío arrebol se unta a las piedras?

y en las alcobas de coloquio y llanto

donde un río de mármoles insomnes

vigila con poliédricos ojos nuestra médula.

III

Una vez tuve una amante, sus labios eran

como pétalos suaves, y sus brazos esbeltos,

ardientes ramas musicales, su cintura de juncos

y sus ojos dos obsidianas de cintilaciones negras.

Cuando miro la noche pienso en su cabellera

y su aliento me recuerda la sencilla humedad de la tierra.

Quién tuviera una amante hecha de luna

para ver más de cerca las estrellas…

¿Dónde terminan estos ríos para la sed profunda?

oigo su canto solamente cuando la lluvia

se hace mar en la catacumba de mi arteria;

y pienso en la amante de amapolas,

en sus besos de lirio y en su voz de azucena;

-derramada luz sobre la línea de los brazos

y el sol dorando el perfil de sus dos piernas-

con sus senos de nieve subyugada

y en su rubio pelo caracoleando las arenas.

IV

Tuve un hijo a la mitad del día,

me recordaba los trigos de Galilea,

los cuadros donde los ángeles pernoctan

y nos dan en su luz un pedazo de cielo.

Se me fueron los ojos al llanto

y la flor de mi voz se tronchó en primavera.

¿Quién sobre los ojos pone el sol

y en la frente pone nada?

Hay pasos que uno escucha

sin que nadie los oiga,

hay retratos que viven de día

y que nadie vigila…

¿Quién pone el mar sobre la estrella?

Hay noches que uno tiene amantes

como un lirio, frágiles, inaudibles,

inefables como el llanto de los fugitivos.

Quién tuviera un poema para hablar con el hombre

con la bestia y la piedra.

En el corazón del bosque

duerme la imagen de una estrella

como en mi corazón cuando canta el poema.

Quién tuviera un poema, claro como el día,

un hijo como el mar, eterno,

una novia hecha de luna y poesía;

entonces, sepultaríamos toda pregunta

en el ámbito lírico donde acaba la noche

y empieza la clámide blanca de los días.

José León Saldívar Zamora

*Los datos, opiniones y poema se espigaron de la obra:

José León Saldívar y la AEPS en el XXII Aniversario de la Muerte del Poeta.

19 de agosto de 1976; edición de Gobierno del Estado Coahuila de Zaragoza

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS sombrío, tuviera, ojos, noche

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