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Libros esenciales de Durango

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ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

La temática durangueña, como ya se ha dicho varias veces, ha multiplicado notablemente su producción editorial durante los últimos dos o tres lustros. Investigadores independientes e instituciones oficiales han dado lugar así a un número importante de títulos, algunos de ellos de extraordinaria calidad, y en donde abordan lo mismo nuestro patrimonio arquitectónico que las trayectorias de reconocidos personajes de la entidad. Historia, poesía, cine, pintura y divulgación científica se ven representadas bajo el rigor académico y la creatividad artística. Veamos siquiera media docena de obras recientes de tan valioso acervo bibliográfico.

La catedral de Durango (Amaroma, 2000), de las autorías de la Dra. María Angélica Martínez Rodríguez y el Dr. Joaquín Lorda Ibarra. Se trata sin duda del mejor libro publicado sobre el principal edificio religioso de Durango. Espléndido monumento virreinal, muestra a la vez barroca y neoclásica, el recinto guarda una estimable serie de piezas pictóricas (acerca de la vida de Cristo, la colección de Juan Correa, entre otras); e igualmente escultóricas: el altar mayor y las capillas laterales, sin contar el mérito artesanal de los retablos, la sillería del coro, y por supuesto la también apreciable calidad artística de las figuras de santos y vírgenes, depositarios a través de los siglos de la fe y las creencias del pueblo.

El Colegio Guadiana de los Jesuitas, 1569-1767 (Plaza Valdés Editores, UJED, 2004).

Intelectualidad neovizcaína y recuento de nuestra historia decimonónica, son algunos de los campos de estudio que han ocupado al autor. Y divide la obra en mención en los apartados siguientes: Los jesuitas en el norte; El Colegio Guadiana, 1534-1721; El Colegio Seminario de Durango, auge y ruptura; Fuentes para la formación intelectual; Epílogo; Apéndice.

Originario de La Parrilla, Nombre de Dios, Durango (1951), doctorado por El Colegio de México, Pacheco Rojas es nuestro historiador de más sólida formación. Su trascendente y constante contribución al conocimiento del pasado duranguense es una insoslayable referencia, incluso más allá del propio ámbito regional.

Los Bracho. Tres generaciones del cine mexicano (Difusión Cultural UNAM, 2006), de Jesús Ibarra. La familia durangueña que formaron don Julio Bracho y Zuloaga y Luz Pérez Gavilán y Guerrero dio a la cinematografía nacional cinco figuras de primer orden: Andrea Palma (actriz), Julio Bracho (director), Jesús Bracho (escenógrafo), Diana Bracho (actriz) y Julio Bracho Castillo (actor).

La investigación se apoya tanto en entrevistas personales (sobre todo con Diana Bracho) como en una abarcadora base documental; el volumen reseña con amenidad las rutas artísticas de estos destacados personajes, casi todos muy cercanos al público asiduo a la pantalla grande (cuando de verdad la había).

Sobresalen los capítulos dedicados a “La mujer del puerto” y al director de “La sombra del caudillo”.

Pancho Villa, la construcción del mito (Berumen y Muñoz editores, 2005), del historiador Miguel Ángel Berumen Campos). La obra, cuidadosamente editada, se compone de una magnífica selección de imágenes fotográficas que reflejan las diversas etapas del devenir de El Centauro del Norte, siguiendo la gradual conformación de su mito.

Sus doscientas páginas se integran por un buen número de textos, que complementan literariamente esta obra iconográfica. Vale la pena transcribir al menos uno de los pies de foto que sintetiza la escena del general abrazando a dos niños:“A pesar de no haber estudiado, la educación era una de las obsesiones de Villa. En diferentes ocasiones manifestó a la prensa que sólo la educación podía sacar a México de su pobreza. Lo primero que hizo en Canutillo fue construir una escuela, a la que puso por nombre . Ahí estudiaban ciento veinte alumnos”.

Victoria (Joaquín Mortiz, 2005), de Eugenio Aguirre. Esta novela rescata a Guadalupe Victoria, uno de nuestros personajes más emblemáticos, ahora con las licencias que le ofrece el género narrativo.

Tal aportación viene a sumarse a otros dos notables exámenes de indagación histórica: los que se deben a Carmen Saucedo Zarco y Luis Armando Victoria Santamaría, descendiente éste del ilustre caudillo. José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix –de nombre completo dice en las hojas finales de la obra: “¿Qué puedo dejarle a mi tierra, si no tengo nada? Una espada, unas cartas, algunos discursos, proclamas (…) Es mi deseo que mi cuerpo sea desmembrado y repartido en los confines de la patria.

Mi cabeza en Durango, mi corazón en Veracruz…alcanza a decir antes de caer en la inconciencia”.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Bracho, Colegio, Durango, Julio

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