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"A Van Gogh bastaba con tener fe en el Girasol, para fijar su revelación en una tela"— Alejo Carpentier

Busco señales siempre. Desde que era niña. Para las razones más ridículas: comprar o no el libro, beber o no el café, deshacerme o no de los zapatos viejos. Mi necesidad de tener la absoluta certeza de que mis decisiones respecto a todo eran correctas me llevó rápidamente a la lectura de manos y el Tarot. De la primera me decepcioné cuando, saliendo de la primaria en cuarto año, la que yo creía una gitana no supo descubrir símbolos en mi palma izquierda.

El tarot es otra historia.

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En 1948 el escritor cubano Alejo Carpentier publicó en El Nacional, de Venezuela, un artículo que giraba alrededor de lo 'maravilloso' en América. El mismo artículo se convirtió en el prólogo de 'El reino de este mundo'. Para Edmundo Paz Soldán, la lectura seguida del prólogo más la novela puede verse 'como una suerte de teoría y práctica de lo real maravilloso en la novelística de Carpentier'.

Ese término, 'real maravilloso', ha sido a menudo utilizado como sinónimo del 'realismo mágico', la cualidad protagonista del Boom Latinoamericano que tiene en su representante más famoso a García Márquez. Incluso hay quién dice que no es posible establecer la diferencia entre un concepto y otro, pero no es así. Leonardo Padura lo explica de la siguiente manera: el realismo mágico es un 'subconsciente colectivo' que vuelve natural lo sobrenatural: los espíritus, las levitaciones, las metamorfosis. Lo real maravilloso, en cambio, es 'una perspectiva culturizada, más propia del autor que de los personajes, que se encarga de distinguir aquello que resulta insólito para resaltar su carácter maravilloso y singular'.

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La primera vez que me leyeron las cartas fue en Puebla. Con la falta de sentido común que siempre me ha caracterizado terminé adentro de un corredor oscuro en el centro de la ciudad, con locales especializados en magia negra. La experiencia no fue lo que mi cabecita soñadora había imaginado: no fue tan literaria ni tuvo revelaciones sorprendentes sobre mi futuro, pero yo no dejé de creer. Esa primera vez sólo alimentó la obsesión.

Hace un año, la mayor parte de mi tiempo estaba dedicado a escribir un perfil de una escritora mexicana que resultó fan del tarot. Por mi deseo de entenderla mejor, comencé a estudiarlo. Descubrí entonces su enorme poder simbólico: el libro que fue mi principal guía, de Karen Hamaker-Zondag, lo describe como un espejo del inconsciente porque 'el inconsciente es extremadamente creativo y juguetón, con una lógica propia [...] pero esto requiere una predisposición del usuario a ser creativo y juguetón a la hora de enfrentarse al Tarot'. Zondag también advierte que el secreto reside en dejar que el simbolismo del Tarot opere en nosotros.

A finales de julio, cerca del metro Embajadores, en Madrid, encontré (o ella me encontró) a una señora rubia, de ojos verdes, idéntica a mi abuela, que sentada en una esquina devoraba un libro. Tenía una pequeña mesa frente a ella, con un montoncito de cartas y ramas de romero. Le pregunté si leía el Tarot. Me dijo que sí. Su nombre era Marcela y me bautizó como 'Carmen' porque 'es muy español', le daba miedo pronunciar mal mi nombre 'real' y yo acababa de decirle que estaba enamorada de la ciudad. La dinámica era sencilla: yo preguntaba algo, elegía tres cartas y después revisábamos juntas lo que los arcanos mayores tuvieran que decir.

Viví un año en Madrid y acababa de regresar por una breve estancia de investigación. No tenía duda de lo que quería preguntar.

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Hay mucho más que discutir sobre lo real maravilloso, pero para esta columna lo único que quiero destacar son dos de sus elementos más importantes: la fe y el milagro.

'La sensación de lo maravilloso presupone una fe', escribe Carpentier. 'Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros de santos, ni los que no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo, alma y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco'. Simplificando la tesis del escritor cubano: la maravilla ocurre cuando nos permitimos encontrar en la realidad que nos rodea sus diferentes niveles, sus luces nuevas: cuando creemos, como dice Zondag, que la magia puede 'operar en nosotros'.

Tal vez me equivoque (he escuchado infinidad de debates académicos al respecto) pero la explicación más sencilla de lo real maravilloso, la que yo entiendo y defiendo, la que cabe en una columna, es que representa la posibilidad de verlo todo con magia alrededor. Inherente a ti.

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- ¿Qué quieres preguntar? - me dijo Marcela, aquella tarde de julio en una esquina de la ciudad que recorría constantemente y en la que, sin embargo, nunca la había visto.

-Sólo quiero saber si voy a volver a Madrid.

Marcela sonrió mientras le entregaba la primera carta elegida.

Escrito en: ITINERANTE primera, real, maravilloso,, magia

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